Serpientes y escaleras - Una elección diferente

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Una elección diferente

La estrategia debe ser distinta, porque el momento lo es.

 

Una elección diferente

La el 2021 será la elección más extraña, polémica y controvertida de los últimos tiempos; en principio fue la pandemia del covid y sus efectos los que obligaban a todos los participantes e instituciones a modificar su manera de actuar durante el proceso electoral; luego aparecieron los candidatos y el escenario se volvió aún más extraño y complejo. ¿Quién puede ganar la contienda en Cuernavaca?

Hace un año a estas fechas ya sabíamos de la existencia del virus SARS-Cov-2, pero ninguno anticipábamos hasta qué punto nos iba a cambiar la vida esta enfermedad. La infección surgió en diciembre del 2019 en la población de Wuhan, la capital de Hubei en la parte central de la república China. Fue hasta el mes de febrero, el día 27, cuando se registró en México el primer caso de covid y casi un mes después, el 23 de marzo, el gobierno federal decretó el inicio de la Jornada Nacional de Sana Distancia, cuyo objetivo central era frenar los contagios de coronavirus.

Doce meses después de registrarse el primer paciente la situación sigue siendo compleja a pesar de que ya se cuenta con una vacuna para tratar este padecimiento. En diciembre del 2020 se reportó una segunda oleada de contagios, mucho más fuerte que la primera y las autoridades de salud no descartan una tercera ola de infecciones después de la semana santa.

La presencia del coronavirus es un aspecto que ha transformado al mundo y obligó a todos a modificar sus hábitos y la operación de todo. En lo referente a los procesos electorales el covid no ha impedido que se lleven a cabo, pero si influye en la manera como se llevan a cabo e incide en el comportamiento del electorado.

En Morelos estamos inmersos en un proceso electoral que desarrolla en medio de la pandemia, con un programa de vacunación que avanza muy lento, como en todo el país y una ciudadanía que ya no puede (ni quiere) volver a la cuarentena porque se les acabaron los recursos económicos para resistir el aislamiento y el cierre de negocios.

El contexto general que rodea la elección intermedia en Morelos y en México tiene que ver con el covid, con sus consecuencias, con sus derivaciones y con su impacto en ánimo de la gente. México sigue siendo un país optimista frente a la crisis, revelan distintos estudios de opinión realizados en los últimos meses, la gente no pierde la fe a pesar de las complicaciones, pero también existe una preocupación y molestia manifiesta por el momento que atravesamos.

Ir a campaña en un ambiente así es por si mismo difícil, en principio porque el plan de trabajo debe diseñarse de manera distinta; luego aparecen aspectos como la operación política, la promoción del voto, la comunicación y el dialogo con los electores. Por razones naturales han quedado descartados los eventos masivos y el contacto directo con la gente: todos deben ser muy cuidadosos porque a pesar de que ya existen vacunas anticovid, aún no son accesibles para todos y pasarán muchos meses antes de que la mayoría de los mexicanos estemos vacunados.

En la mente de muchos candidatos está pirograbada la idea de que esta será una elección en redes sociales, que los mensajes, la comunicación y los votos se obtendrán de estos espacios; otros añaden que, además, se debe tener una buena estructura que cierre la pinza, que capitalice la simpatía ganada en los espacios virtuales y saque a la gente a votar. Todos habla de ello y construyen sus escenarios en base a estas dos circunstancias; pero es un decir que las construyen, porque en la mayoría de los casos no hay claridad de qué y cómo hacer las cosas, se limitan a repetir lo que han escuchado, sin saber exactamente qué deben hacer.

Las redes sociales sirven para multiplicar mensajes, pero requieren estrategia, contenido y enfoque; no funcionan por si solas, ni tampoco ayudan a ganar votos en automático; las estructuras son caras, sobre todo las que se compran porque se pervierten fácilmente y casi nunca cumplen con los resultados esperados.

Diseñar una campaña en tiempos de covid es complejo, porque no hay antecedentes de cómo operar en medio de una pandemia; quienes están en los equipos armando la estrategia tienen que innovar, necesitan evaluar muchas cosas y deben llevar a cabo un análisis permanente de las cosas. Todo lo anterior es parte de lo que ya se está viviendo en los cuartos de guerra; lo otro, igual de complejo, es el perfil de los candidatos.

Si analizamos la oferta electoral a partir de los nombres de quienes compiten y los partidos que están atrás de ello nos encontraríamos con cuatro personajes a los cuales hay que observar: Jorge Argüelles como candidato de la coalición Juntos Haremos Historia (Morena-PES-Nueva Alianza), José Luis Urióstegui (PAN-PSD), Sergio Estrada Cajigal (Fuerza por México) y Manuel Martínez Garrigós (Movimiento Ciudadano). En un segundo plano aparecerían los abanderados del PRI (Cipriano Sotelo), de Movimiento Alternativa Social (Matías Nazario) y del PRD (Jorge Arizmendi). Son, digámoslo de esta manera: como la primera división y la liga de ascenso. Los demás aspirantes serían equipos llaneros.

Un aspecto sustantivo en este proceso electoral es el dinero; hace algunas semanas parecía que solo habría recursos en un equipo, pero ahora es evidente que hay al menos cinco candidatos con solvencia económica. El punto clave en el aspecto financiero no está en quien tiene más billetes, sino quien los invierte mejor; las campañas necesitan estrategia, análisis, evaluación y objetivos, para lograr resultados es necesaria una supervisión permanente y todo lo anterior depende de quien tenga en sus manos el proyecto. Cualquiera puede hacer campaña, pero no cualquiera es capaz de conducir profesionalmente un proceso electoral.

Los primeros cuatro candidatos tienen elementos individuales que los hacen llamativos; ya sea el partido que al que representan, su trayectoria personal, la imagen que proyectan o el diseño de su campaña; todos ellos (Argüelles, Urióstegui, Estrada y Garrigós) tienen argumentos para pensar que pueden ganar la elección, la diferencia estará en su capacidad para entender el contexto de la elección, para adaptarse a esta nueva modalidad y para aprovechar las circunstancias.

Ninguno de todos los contendientes puede darse por descalificado antes de que inicie el proceso, pero es evidente que algunos tienen más herramientas y mejores condiciones para competir:

Jorge Argüelles será el candidato del obradorismo, tiene detrás un equipo profesional y recursos para hacer campaña. José Luis Urióstegui viene de una campaña ciudadana exitosa y está montado en el segundo partido mejor posicionado en este momento. Sergio Estrada es el más conocido porque ya fue alcalde y gobernador y regresa a una elección en un partido nuevo, con un fuerte apalancamiento económico. Manuel Martínez reaparece en un partido de medio pelo, pero con mucha experiencia en campañas, recursos económicos y la posibilidad de tener a su lado a uno de los consultores electorales más fuertes del país. Matías Nazario tiene su propio partido y su propia estructura, lleva un año haciendo campaña, tiene dinero y equipo propio. Cipriano Sotelo y Jorge Arizmendi no traen nada, ni siquiera un buen partido político.

La elección de junio en Cuernavaca será distinta, compleja, extraña y sumamente competida; hay 23 partidos políticos y habrá al menos una docena de candidatos; al ser una elección intermedia hay que considerar una votación menor, lo cual además de pulverizar el voto derivará en un triunfo con menos sufragios. 

Quienes aspiran a gobernar la capital no pueden pasar por alto ningún aspecto y deben hacer un trabajo por dos vías: con un candidato metido de lleno en el proceso, buscando votos todos los días y un equipo que lo haga crecer a partir de una estrategia que incluya análisis, estructura, imagen, comunicación y diálogo político.

En un escenario tan complejo como el actual no ganará un candidato, el triunfo será resultado del trabajo coordinado de varias personas.

  • posdata

Las diputadas del congreso de Morelos no quitan el dedo del renglón, quieren que sea una mujer la que presida la mesa directiva de la 54 legislatura. Tienen razones para ello: son 14 damas y seis caballeros los que conforman el parlamento local y es lógico que una de ellas conduzca un órgano tan importante como la Mesa Directiva, sobre todo porque durante más de dos años fue manejada por un varón.

En distintas ocasiones las diputadas han alzado la voz para exigir sus derechos, para pedir trato igualitario y respeto; constantemente acusan ser víctimas de violencia política y reiteradamente cuestionan el proceder machista de sus compañeros.

Dos cosas habría que reflexionar al respecto: 1- Aunque todos los diputados son iguales (no hay legisladores de primera y de segunda) numéricamente hay más mujeres que hombres en el congreso de Morelos, lo cual permite a ellas tomar esta y cualquier otra decisión que quieran; tienen los votos y la justificación para hacerlo, pero no lo han hecho porque no quieren o porque no han sido capaces de ponerse de acuerdo entre ellas.

Y 2- Hace unos días las diputadas de Morena y del Partido Humanista reconocieron que no existe consenso entre las mujeres congresistas para proponer a quien debe ocupar la Mesa Directiva; insisten que debe ser una de ellas la que ocupe el puesto vacante, pero reconocen que hasta el momento no han sido capaces de acordar un nombre.

Vaya dilema en el que se han metido las damas: quieren y pueden presidir la mesa directiva, pero no saben cómo hacerlo.

Es como cuando le preguntas a tu pareja qué quiere comer y te dice que lo que quieras, pero no quiere comer lo que tú les propones.

  • nota

El Proyecto Cárdenas es una estrategia de comunicación que ha puesto en marcha el Partido Revolucionario Institucional para promocionarse a través de memes. La idea es interesante, innovadora y atractiva, refleja con humor la situación de ese partido y de la política nacional, por supuesto siempre ensalzando al partido de los tres colores.

La idea es interesante, aunque habrá que esperar para saber qué tanto les sirve; el enfoque es nacional, pero puede ayudar a las dirigencias estatales, aunque pocas (y no es el caso de Morelos) la aprovechan para ganar presencia entre el electorado.

La de Jonathan Márquez es una dirigencia que no ha logrado unir al priísmo, ni se interesó en la renovación generacional de la clase política; se trata de un comité pasivo, observador, que cachará algunos votos, pero quedará en el olvido.

Con todo a la mano para hacer algo distinto por ese partido, el dirigente se conformó con hacer lo mismo que los maricelos y los amados.

Lástima, las oportunidades rara vez se presentan dos veces en la vida.

  • post it

En Morelos hay 23 partidos políticos con registro, con posibilidad de postular candidatos. En Cuernavaca, la capital de Morelos, se esperan al menos una docena de contendientes, aunque al final el electorado ubicará por nombre y rostro a menos de la mitad.

¿Qué mueve a una persona a competir en una elección cuando no existe la mínima posibilidad de ganar? ¿Para qué entrar a un proceso complejo, costoso y con alto riesgo de contagio covid cuando las probabilidades de triunfo son mínimas? ¿Se tratará de un deseo culposo, de un ego personal para sentirse importante y por algunos momentos volverse el centro de atención de sus familiares y amigos?

En algunos actores de la vida pública se entiende la participación como parte de una inversión política; las campañas, cuando se hacen bien, brindan beneficios, como un mayor conocimiento de las cosas, un crecimiento en su imagen y la posibilidad de comenzar a construir o acrecentar un capital político propio.

Digámoslo así: a Urióstegui y a Bolaños les ayuda que fueron candidatos en el 2018; Estrada y Garrigós cuentan el antecedente de haber sido autoridades municipales; Argüelles tiene la proyección que le da el congreso federal… ¿Y los otros?

Para algunos las elecciones son un ejercicio de entretenimiento. Sumamente caro cuando se compite sin sentido.

  • redes sociales

Un buen negocio en política es tener o presidir un partido. Ganas con las prerrogativas, ganas con las candidaturas, ganas negociando con los gobiernos y ganas vendiendo las elecciones.

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