Serpientes y escaleras - Sueño graquiano

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Sueño graquiano

A Graco Ramírez lo acusan de ladrón, no de pendejo

 

Sueño graquiano

Por más de una década Graco Ramírez soñó con ser gobernador, pero no de su natal Tabasco, sino de Morelos, un estado donde se avecindó años atrás; buscó la candidatura en el año dos mil y luego en el 2006, pero fue hasta el 2012 cuando logró ser postulado y ganó la elección. Quienes estaban cerca del tabasqueño refieren que el sueño del perredista era hacer un buen gobierno y a partir de ahí buscar la presidencia de México. Pero les ganó la ambición.

El problema principal en el régimen pasado fue la corrupción; durante seis años la historia fue la misma: la familia del gobernador hizo negocios con el presupuesto del estado y benefició a sus amigos y aliados. Muy rápido se olvidó el anhelo de trascender como un gobernante eficiente, porque la codicia desmedida de la esposa y de los hijos del gobernador superaron el sueño y hundieron a Morelos en una de las peores crisis políticas, sociales y económicas de su historia.

La defensa del exgobernador es simple: no me han probado nada. Bajo esa hipótesis el tabasqueño una honestidad y afirma que su gobierno actuó de manera correcta y en beneficio de los morelenses. Si tomáramos como cierta la versión de que es honesto porque no se ha probado lo contrario, tendríamos que reconocer que también Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto son inocentes, porque hasta ahora tampoco les han comprobado ninguna acción ilegal.

La fortuna fue un buen acompañante de Graco Ramírez durante la primera mitad del sexenio; tuvo suerte y habilidad política para acomodarse en el momento y lugar indicado, para negociar y para vender su dignidad al mejor postor. Hagamos memoria:

Graco Ramírez siempre ha sido crítico de Andrés Manuel López Obrador; aunque en algún punto de la historia coincidieron en el PRD, entre los tabasqueños nunca ha habido buena relación y de ello se da cuenta en diversos libros e historias periodísticas. Ambos provienen de la izquierda mexicana, pero el exgobernador de Morelos es un personaje de gustos caros y ambiciones sin límite que siempre ha sido capaz de todo con tal de obtener un beneficio económico personal.

En la campaña del 2012 Graco Ramírez logró obtener la candidatura del PRD y supo acomodarse al lado del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador para conseguir el voto de los obradoristas de Morelos. Graco hizo que AMLO le levantara la mano en campaña y fue el primer gobernador electo del 2012 que públicamente reconoció el triunfo de Enrique Peña Nieto en una de las elecciones más controvertidas de la historia mexicana. En castellano: Graco Ramírez utilizó a López Obrador y luego se vendió al PRI a cambio de una patente de corso para robar.

Tres años después de que concluyó su mandato Graco Ramírez reaparece en el escenario político local en una agrupación política antiobradorista; lo hace de manera cínica, flanqueado por su eterno compinche Jorge Messeguer y confiado de que el gobierno actual no le puede hacer nada, porque hasta ahora ha sido incapaz de probar sus acusaciones. El tabasqueño presume ser honesto porque no le han probado sus raterías, aunque es vox populi que el suyo es el gobierno más corrupto que ha tenido Morelos en su historia.

La presencia del exgobernador en la conformación del capítulo Morelos del FCN no tiene ninguna trascendencia social, ni tampoco tiene valor político; quienes acudieron a ese encuentro son personajes del mismo calibre que Graco, figuras sin trascendencia, venidas a menos, que utilizan cualquier oportunidad para poder regresar a un espacio de poder o toma de opinión. Aunque en el país existe un sector que abiertamente se declara antiobradorista, los integrantes de este Frente Cívico Nacional están muy lejos de ser figuras representativas de la sociedad, en todo caso son políticos resentidos, desechados, que tratán de sacar raja del desencanto presidencial para acceder a un lugar que les permita nuevamente ser tomados en cuenta.

Lo que llamó la atención de la presencia de Graco Ramírez en este acto fue su deseo de ser nuevamente visto en un espacio político; el tabasqueño sabía que su presencia iba a resaltar porque su figura causa polémica y el gobernador Cuauhtémoc Blanco insistentemente lo ha señalado de corrupto y cómplice de delincuentes. Lo interesante es el foro que eligió el exgobernador para aparecer: el FCN es un movimiento antiobradorista que públicamente le jugará las contras al presidente de México. ¿Qué opinará de ello el secretario de gobernación Adán Augusto, quien hace unas semanas recibió en su oficina a Graco Ramírez Garrido?

Para el jefe del ejecutivo estatal la reaparición pública de su antecesor es un reto, porque genera polémica y exhibe a una administración que ha sido incompetente al castigar la corrupción del pasado. El futbolista defiende la inacción de su gobierno con el argumento de que los fiscales lo protegen, pero esa cantaleta ya está muy gastada y en lugar de fortalecer el discurso oficial expone a un régimen que no es capaz de actuar contra la corrupción a pesar de que la tiene enfrente.

Esta primera reaparición pública de Graco Ramírez generó polémica y causo comentarios adversos al tabasqueño, pero eso es algo que el exgobernador sabía que pasaría. Después del evento del sábado es posible que lo veamos en más actividades públicas hasta que su presencia y opinión se vuelva normal. A eso le apuesta Graco.

Si el exgobernador logra su objetivo de regresar a la vida pública y que los ciudadanos se acostumbren a su presencia, quien deberá tener cuidado será el gobernador Cuauhtémoc Blanco. Graco Ramírez es corrupto, fue un mal gobernante y es una mala persona, lo que no es, es un político tonto; si le dan espacio para reinventarse, en poco tiempo será él quien encabece la cacería contra el gobierno actual.

La presencia del exmandatario en el evento del sábado pasado generó morbo y muchos comentarios adversos, pero eso ya lo sabía Graco antes de decidir presentarse. El objetivo del tabasqueño va más allá de la polémica sabatina: quiere regresar y contraatacar a quien durante tres años lo ha acusado de ladrón, pero no le ha podido probar nada. 

Si lo logra, quien será perseguido va a ser otro.

  • posdata

Antes de dejar la presidencia Rubén Jasso intenta dar un último zarpazo al proponer aumentar el periodo de los magistrados, de 14 a 16 años. En su caso el tiempo que le resta como integrante del poder judicial es de un año, pero si consigue su objetivo obtendría dos años más de estadía en el cargo.

Al ratón Jasso no le salieron las cuentas y perdió la elección frente al magistrado Jorge Gamboa, todavía unas horas antes de que los integrantes del TSJ emitieran su voto el presidente se sentía seguro de que se reelegiría, porque había compartido las mieles del poder con sus colegas.

Quizá lo que lo hizo perder fueron los excesos cometidos por su familia, los abusos de poder en que incurrió o la sumatoria de todas sus acciones que hundieron más la credibilidad de una institución; es secreto a voces que en Morelos la justicia tiene precio y que el padre del presidente del TSJ vende las sentencias.

No obstante estas circunstancias y la intentona de agregar años al periodo de los magistrados Rubén Jasso es ahora acusado por el presidente electo de nombrar indebidamente a un grupo de jueces; estas 14 designaciones ocurren de manera exprés a unos días del cambio de estafeta en el poder judicial, dice Gamboa.

Corresponderá al futuro presidente del poder judicial revisar lo hecho por su antecesor. Los abusos de Rubén Jasso están a la vista y han costado mucho al TSJ en términos de confiabilidad, respeto y prestigio; lo que no se conoce, al menos públicamente, es lo que hizo el magistrado presidente durante su periodo, de qué manera manejó los cientos de millones de pesos que tuvo a su cargo y el sentido que le dio a la administración de la institución.

Si Jorge Gamboa llega a la presidencia para convalidar las tropelías de su antecesor, el único cambio que veremos en el TSJ será de nombre. Si el futuro presidente del poder judicial realmente quiere trascender y recuperar la confianza perdida en la institución tiene que ir más allá, debe hacer las cosas diferentes a su antecesor y necesita iniciar su trabajo auditando a la administración saliente.

A lo lejos Jorge Gamboa se ve diferente a Rubén Jasso. Por el bien de la impartición de justicia en Morelos ojalá no sea igual de pequeño que él.

  • nota

Las integrantes del G8 reclaman que sus homólogos les madrugaron en la designación de Roberto Yáñez como nuevo integrante del congreso morelense; afirman que se trató de un acto fuera de la ley, ilegal a todas luces y que deberá ser corregido por una autoridad judicial.

Habría que revisar la ley orgánica del congreso para entender lo que sucedió y darse cuenta que aunque se trató de un acto abusivo y un madruguete, la llegada de Roberto Yáñez tiene sustento jurídico. Revertir su designación como integrante de la 55 legislatura local es posible a través de un proceso en tribunales, pero ello derivará de consideraciones jurídicas distintas a las que esgrimen las damas del G8.

El problema del bloque de diputadas (y diputado) obradoristas es que legal, política y mentalmente son muy limitados y carecen de liderazgo: si algún integrante del G8 tuviera la curiosidad de revisar el proceso parlamentario (que evidentemente desconocen) notarían que fua la ausencia del G8 lo que permitió que diez diputados sumaran a Yáñez como nuevo integrante.

En este como en otros casos ha sido la ignorancia y las limitaciones del G8 lo que ha permitido al G11 hacer lo que quiere; la estrategia del bloque obradorista se ha centrado en ausentarse y dejar que continúe la parálisis, pero su desconocimiento de la ley y de los procesos parlamentarios los han hecho perder batallas que debieron ganar.

Por supuesto que el bloque del G11 es agandalla, pero también ha quedado claro que el G8 es torpe.

Es fácil ganarle la batalla a alguien que usa la cabeza solo para peinarse.

  • post it

Durante tres años el gobierno de Cuauhtémoc Blanco ha dicho que en la administración pasada se cometieron actos fuera de la ley, hubo corrupción y se vincularon con el narcotráfico. En todos los casos le pusieron nombre a las cosas, señalaron a funcionarios que presuntamente habrían cometido ilícitos o que se relacionaron con la delincuencia organizada.

Sin embargo, hasta ahora nada de lo señalado se ha podido probar y por el contrario, algunos de los acusados empiezan a dar la cara en un intento de regresar a la actividad pública; el más claro y reciente ejemplo de ello es Graco Ramírez.

El tabasqueño causó un enorme daño al estado, saqueó las finanzas y sobre todo dividió a la sociedad; ningún gobierno como el suyo provocó tanto dolor a Morelos, ni actuó con el cinismo y dolo de Graco y su familia.

Todo eso, empero, puede olvidarse si la nueva administración no actúa y deja que todo vuelva a quedar impune; sancionar los actos ilícitos del graquismo no solo es un acto de justicia, también representa un camino necesario para que Cuauhtémoc Blanco y su equipo eviten ser acusados de omisión.

La historia lo ha mostrado muchas veces en el estado y en el país: si un gobierno no castiga los males del pasado, tendrá que pagar los platos rotos de sus antecesores y asumir como propio el desgaste anterior. La omisión se interpreta como complicidad.

Si el gobierno actual no sanciona a los graquistas, en breve serán los graquistas quienes pedirán castigo para Cuauhtémoc Blanco.

  • redes sociales

Como andarán de desesperados algunos políticos locales que se sintieron privilegiados de participar en una organización política como el Frente Cívico Nacional, encabezado por los peores personajes del PRD, un partido que en Morelos perdió su registro.

Obvio: solo nadie más los invita.

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