Serpientes y escaleras - Morena, dos pasos para atrás

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Morena, dos pasos para atrás

Los números no mienten: en Morelos Morena cayó a la mitad en tres años.

 

Morena, dos pasos para atrás

Con los resultados oficiales del pasado proceso electoral en Morelos se confirma que el Movimiento de Regeneración Nacional tuvo un retroceso en la tierra de Zapata; fueron varios los descalabros que sufrió Morena en las urnas y distintas las razones por las cuales en la entidad se reacomoda el panorama político rumbo a la sucesión del 2024. La gubernatura está en el aire.

Veámoslo de esta manera: hasta antes del proceso electoral reciente la clase política daba por sentado que la gubernatura de Morelos en el 2024 la ganaría Morena y que el político más influyente en ese partido era Rabín Salazar Solorio. La elección del 2021 mostró varias cosas, además de que el movimiento obradorista perdió fuerza: a Rabín le cerraron las puertas, no lo han dejado operar y las pocas figuras que pudo impulsar perdieron. ¿Con qué canicas jugará en 3 años?

Habría que entender, además, que Morena es una organización sumamente compleja, donde no hay liderazgo ni respeto entre los grupos; las diferencias entre los militantes son enormes y se pueden confirmar con el hecho de que no han podido renovar su dirigencia estatal; sus pleitos son desgarradores, como vimos en Temixco y Cuernavaca.

En el Movimiento de Regeneración Nacional morelense no hay conducción, el partido se mueve sin rumbo desde hace mucho tiempo, sin la tutela de nadie, porque Gerardo Albarrán es un cero a la izquierda y Salazar Solorio ha estado fuera de la entidad desde hace una década.  

La falta de dirección política ha sido visible en estos primeros tres años del sexenio: el partido desapareció del escenario local, dejó libres a sus representantes populares y nunca se ocupó de establecer una agenda de trabajo acorde a los lineamientos del presidente López Obrador. En el papel Morena tiene el mayor número de diputaciones y alcaldías, pero en los hechos son muy pocos los representantes populares y las autoridades de la 4T que cumplen con los tres principios de actuación del presidente: No mentir, No robar y No traicionar al pueblo. Por eso perdieron la elección.

Los números no mienten: en las elecciones del 2018 Morena ganó 17 ayuntamientos de Morelos en alianza con el Partido del Trabajo y Encuentro Social, incluyendo la capital; tres años después los triunfos se redujeron a siete, con Jiutepec como el municipio más representativo. En cuanto a diputaciones se refiere hace tres años el Movimiento de Regeneración Nacional arrasó con los doce distritos que conforman el estado y se llevó una diputación plurinominal más en alianza; hoy apenas suman siete curules.

Lo peculiar es que a pesar de lo evidente, entre algunos morenistas aún prevalece la arrogancia del triunfo, porque suponen que aún dominan al electorado. Los datos son duros y las matemáticas son frías: Morena sí es la primera fuerza electoral de Morelos, pero muy por debajo a lo que tuvo al iniciar el sexenio; quienes antes parecían invencibles han quedado expuestos como una fuerza política vulnerable, sobre todo cuando les ponen enfrente a candidatos que logran conectar con la ciudadanía.

Ahora veamos dentro de Morena:

En la alineación del Movimiento de Regeneración Nacional rumbo al 2024 la figura principal era (¿es?) Rabindranath Salazar Solorio, seguido de la senadora Lucía Meza Guzmán y el alcalde de Jiutepec Rafael Reyes Reyes. Al primero le ha ido mal, porque aunque ocupa una posición importante en el gabinete federal, desde el principio del sexenio le amarraron las manos en Morelos, lo que automáticamente ha mermado su liderazgo. La pregunta obligada es ¿Seguirán los Rabines por el mismo camino o regresarán al estado para recuperar terreno y recomponer su escenario rumbo al 2024?

El caso de la senadora también es llamativo, porque aunque forma parte de la bancada de Morena en el senado y es una figura cercana al coordinador Ricardo Monreal, debemos recordar que formalmente Lucy Meza no es militante de ese partido. Meza Guzmán compitió y ganó como candidata ciudadana y aunque en el parlamento participa en comisiones muy importantes como Hacienda, Seguridad Nacional y Comunicaciones y Transportes, en las elecciones pasadas apostó por Fuerza por México. Ojo: Lucía Meza no actuó por la libre, sino en sincronía con el proyecto nacional de la 4T, porque el partido de Pedro Haces iba a ser un aliado del presidente.

El único personaje de los tres que se ha mantenido alineado a Morena es el alcalde Rafael Reyes; el edil ha hecho lo que debía: se concentró en la administración municipal, rescató al ayuntamiento y en todo momento se ha presentado como un abanderado de la Cuarta Transformación y del presidente López Obrador. Rafa Reyes es un político de carrera que entendía que en la fila por la gubernatura ocupaba el tercer lugar, pero tras lo ocurrido en el proceso electoral pasado se le tiene que considerar como un aspirante natural en las mismas o mejores condiciones que el propio Rabin Salazar, sobre todo porque el edil ha sabido manejar su liderazgo dentro de Morena sin tener una mala relación con el gobernador. Detengámonos en este último punto:

Cuauhtémoc Blanco Bravo no es militante de Morena y su gobierno no integró a figuras de la 4T, pero para el presidente Andrés Manuel López Obrador el exseleccionado nacional es un amigo, un aliado al que en todo momento defiende incluso contra los ataques y las críticas de sus correligionarios. La protección del presidente al gobernador ha sido en todos los flancos, incluyendo los del partido, por eso anuló a Rabín Salazar y le entregó la candidatura de Cuernavaca para Jorge Argüelles, a sabiendas que si ganaba se convertiría automáticamente en precandidato de Morena a la gubernatura en el 2024.

Después de la elección hay que ver cuál es el trato y la relación entre gobernantes, pero hasta este momento no hay alguna señal que advierta un trato diferente al mostrado hasta ahora. Ítem más: con los resultados de la elección del 06 de junio Cuauhtémoc Blanco se quedará si partido político y es probable que busque refugio en Morena, con el auspicio de López Obrador.

Muchas cosas van a suceder antes de que arranque la carrera por la gubernatura, pero a menos de que se quite a Cuauhtémoc Blanco de la ecuación, podemos pensar que por su cercanía personal con el presidente, el gobernador tendrá al menos derecho de veto en la candidatura de Morena. Ahí es donde la estrategia de Rabín Salazar y de Lucía Meza no han sido las adecuadas, porque sus críticas al ejecutivo los han convertido en enemigos del régimen, pero no han permeado en el ánimo de los ciudadanos. En castellano: se han enemistado con el futbolista sin obtener ningún beneficio social o político, porque han pegado sin estrategia.

Entre las cosas que deja la elección está el reacomodo de fuerzas políticas de cara al 2024; Morena ya no es un partido invencible, ni tiene un candidato natural con quien competir por la gubernatura. Más aún: sin presencia local, sus dos figuras nacionales más representativas están en desventaja frente a lo que pueda hacer el presidente municipal de Jiutepec, quien de manera natural se ha colocado en una buena posición para competir por la sucesión.

La elección del 2021 en Cuernavaca fue un preludio de lo que será la contienda electoral del 2024 en Morelos; igual que como sucedió en la capital, en el estado veremos una contienda entre dos fuerzas políticas predominantes… o tres, si es que el PAN pierde en el camino a José Luis Urióstegui.

Si Urióstegui se mantiene como representante de los partidos de oposición, lo que podríamos ver es la suma de varias fuerzas políticas en torno a una figura local, bien reconocida y seguramente muy bien posicionada al momento de que se vuelvan a instalar lar urnas; del lado oficial Morena tendrá que construir una candidatura competitiva, cobijada por varios partidos y bien posicionada, si logra que su candidato no tenga que cargar con los saldos negativos del gobierno saliente.

Después de lo ocurrido en el 2021 queda claro que el candidato de Morena en el 2024 no será ni el más fuerte, ni el más popular, ni el mejor. A menos que hagan algo desde ahora por cambiar las cosas.

Los amigos de la 4T se creían invencibles y ya vieron que no lo son.

                                                       

 

  • posdata

José Luis Urióstegui compitió bajo las siglas del PAN y PSD por la presidencia municipal de Cuernavaca, pero su triunfo, más que por una preferencia partidista, fue el resultado de una ola ciudadana que quería un cambio de rumbo en la capital.

Insisto: no estamos frente al fenómeno de un político que atrae simpatías por todos lados, sino ante una reacción social de ciudadanos cansados con la forma como se ha administrado la capital y encontró en el abogado un camino electoral a través del cual canalizar sus intenciones.

Desde la administración de la capital Urióstegui tendrá la posibilidad de confirmar que es merecedor de la confianza ciudadana dando resultados; la capital es un caos por donde se mire, se trata de un municipio próspero, pero endeudado, mal administrado y sumamente violentado por los malos servicios y enormes redes de corrupción que se han formado en complicidad con el alcalde.

Algunos pensarían que con tan malas administraciones el reto de José Luis será menor, porque tan solo haciendo un poco más que sus antecesores quedará bien con sus electores; cierto. Pero si el objetivo de Urióstegui es trascender el reto es mayor, porque necesita dar resultados inmediatos en todos los rubros, empezando por mostrar que no será cómplice de ningún acto de corrupción no dará pie a la impunidad. José Luis tiene que ir por todo, por que la ciudad salga adelante; conformarse con poco sería timorato.

Si el futuro presidente de Cuernavaca hace lo que prometió en campaña y da resultados en el ayuntamiento no solo crecerá como autoridad, también renovará la confianza ciudadana en su persona y se convertirá en un aspirante natural a la gubernatura. Si lo hace bien veremos el desarrollo político de un hombre con una vasta experiencia en el servicio público, que empero, tendrá en la capital su primer reto como autoridad electa.

José Luis Urióstegui tiene todo a su alcance para hacer las cosas bien: conoce la ciudad, está enterado de los problemas que padecen los ciudadanos y tiene identificado el origen de muchos de ellos; lo que no tiene es relación con el gobernador ni tampoco muchos puentes con el gobierno federal, pero con un poco de empuje y ayuda en poco tiempo puede convertirse en un alcalde sobresaliente. Y de ahí lo demás será consecuencia, sin importar las siglas que lo respalden.

En el caso del abogado, como en la de cualquier servidor público, la mejor campaña es el trabajo.

  • nota

Juan Salgado Brito fue electo presidente municipal de Cuernavaca por el periodo 1985-1988 postulado por el PRI, pero sin ser el candidato del entonces gobernador de Morelos Lauro Ortega Martínez. De ahí a la fecha ningún mandatario estatal ha podido hacer ganar a un candidato suyo en la alcaldía capitalina; quienes trataron de hacerlo fracasaron.

Veamos los últimos ejemplos: Marco Adame trató de imponer a Sergio Álvarez Mata y perdió; lo mismo pasó con Graco Ramírez y Jorge Messeguer Guillén y ahora con Jorge Argüelles Victorero; a todos ellos la gente los identificó como candidatos oficiales, los recibió, los escuchó, pero al final no votó por ellos.

Una vez más se confirma la regla: en Morelos el gobernador no pone alcalde en la intermedia.

  • post it

La no pulverización del voto cambió las predicciones sobre la asignación de plurinominales; con esto pasaremos de diez fuerzas políticas representadas en la cámara a solo ocho, casi todas ellas abiertamente en contra del gobierno estatal.

Los legisladores actuales inician el proceso de cierre y quizá, como ha sido costumbre hasta ahora, la planificación de su bono de retiro; los que vienen deberán observar lo que sucede en la cámara, porque todas las acciones que se tomen hoy tendrán repercusiones en el futuro.

  • redes sociales

Hace unos días vociferaba en su contra, se burlaba de él y de los suyos, hacía escarnio de su campaña por la limitada cantidad de dinero que tenía y decía que no habría forma de que ganara la elección en la capital. Hoy que es alcalde electo lo saluda a través de sus redes sociales y en privado presume que son grandes amigos, de familias que se conocen, por lo que no habrá ningún sobresalto en el proceso de entrega-recepción.

Como alcalde de Cuernavaca Antonio Villalobos ha sido malo; como candidato perdedor se ve ridículo.

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