Serpientes y escaleras - Del conflicto a la crisis

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Del conflicto a la crisis

El problema no es el estado, sino los gobernantes que hemos tenido.

 

Del conflicto a la crisis

Morelos enfrenta varios problemas al mismo tiempo: de seguridad, económicos, políticos… y eso puede pegar a la gobernabilidad. Durante casi un año la administración de Cuauhtémoc Blanco ha navegado entre conflictos tratando de resolver problemas y generando nuevas pugnas. Hoy la tierra de Zapata se enfrenta a una realidad histórica: carece de rumbo, no hay planeación y no se ven resultados por ningún lado. Pronto este escenario va a volverse crisis.

El comentario es recurrente cada vez que alguien regresa de visitar otro estado: ¿Ya viste cómo ha crecido…?  Y de inmediato viene la comparación ¡Y en Morelos todo sigue igual!

Una y otra vez se escucha esa expresión, los comentarios surgen por todos lados y van más allá de posturas políticas o ideológicas, de simpatías o antipatías. Es una realidad: Morelos se ha rezagado en el ritmo nacional.

La verdad ha incomodado a las autoridades desde hace varios sexenios porque saben que es una realidad: mientras otras entidades crecen, se desarrollan, constantemente abren oportunidades para su gente y se convierten en bastiones económicos regionales, en Morelos la lucha es por sobrevivir.

Literal: en la tierra de Zapata se vive un rezago añejo que no ha podido ser superado a pesar de los discursos que lanzan los gobernantes. Los últimos cuatro gobiernos han sido trágicos, ninguno ha logrado mantener la gobernabilidad y solo uno de ellos generó infraestructura, atrajo inversiones e impulsó el desarrollo regional. Paradójicamente el único gobernador que logró hacer crecer económicamente al estado tuvo que renunciar al cargo porque fue incapaz de brindar seguridad a la gente y su equipo se coludió con la delincuencia.

De Sergio Estrada a Graco Ramírez la historia ha sido la misma: gobiernos de ocurrencias conformados por amigos cuyo único objetivo fue enriquecerse. En el caso del panista vivimos un sexenio de frivolidades, con un gobernador que se sentía galán de pueblo y dedicó su tiempo a conquistar mujeres, dejando en manos de sus amigos (incapaces casi todos) la difícil tarea de conducir el gobierno. El del médico fue un gobierno de mediocridad y corrupción familiar.

Con el perredista la situación fue peor: a pesar de su desagradable apariencia física el tabasqueño también era conquistador y ligaba de todo sin importarle el sexo o la situación legal. El alcohol, la sexualidad y el dinero fueron el común denominador de un gobierno corrupto y represor y de una familia disfuncional, pervertida y profundamente voraz.

¡Después te esto ya no podemos estar peor! Esa es la expresión que se ha escuchado siempre al término de un gobierno. La sentencia ha hecho las veces de maldición que termina por hundirnos sexenio tras sexenio. ¡No podemos estar peor! Decíamos cuando se fue Carrillo Olea… y llegó Sergio Estrada. ¡No podemos estar peor! Era el comentario al final de gobierno del mecánico… y vino Marco Adame. ¡No podemos estar peor! Suspirábamos al término de la administración del médico… y llegó Graco. ¡No podemos estar peor! Jurábamos el día que se fue el tabasqueño…

Morelos es un estado pequeño, pero muy bien ubicado en la geografía del país; a pesar de que no tenemos el tamaño o la población de otras entidades, nuestra cercanía con la capital y nuestras redes de comunicación nos dan una ventaja comparativa que ya quisieran otras localidades. Pero a pesar de ello algo pasa, porque al final terminamos siendo el patito feo del escenario nacional.

¡Somos una colonia más de la Ciudad de México! ¡Somos el laboratorio político del país! ¡A nadie le importa lo que pase en Morelos, por eso nadie nos hace caso! Así lo he escuchado una y mil veces de los actores políticos, a manera de justificación del porqué pasan las cosas. Nuestra desgracia, según la clase gobernante, está relacionada con nuestro tamaño, ¡por eso el desarrollo en esta tierra es mucho menor que al que hay en otros lados!. Pero… ¿Y si no es así?

Acusar al estado en su conjunto de la falta de desarrollo y de los problemas sociales es una salida fácil, pero falsa que utiliza la clase política para tratar de ocultar su mediocridad. Cargar los errores a la naturaleza, a la población, a los votantes o hasta a las circunstancias es una forma absurda de evadir la responsabilidad.

Digámoslo con todas sus letras: el problema de la falta de desarrollo de Morelos no es su gente, ni el tamaño de su territorio, ni el clima, ni su historia, el problema que tenemos los morelenses son nuestros gobiernos, porque en los últimos años ninguno ha tenido compromiso ni capacidad, a ninguno le ha importado el futuro del estado y a nadie le ha preocupado la situación de su gente. Siendo claros: el problema ha sido la clase política y ahí sí, la culpa es de quienes los elegimos. En ese punto la responsabilidad sí es compartida.

A casi dos décadas de que inició el nuevo milenio Morelos vive un momento oscuro en su historia: el desarrollo económico está prácticamente detenido, la violencia es cosa de todos los días, la paz social solo existe en el discurso y los gobiernos (incluyendo al actual) no han tenido ni tienen rumbo, ni plan de trabajo, ni idea de lo que deben hacer para que las cosas mejoren; van al día, sin objetivos y sin metas.

Literal: mientras en otros estados se nota el desarrollo y aumentan cada día las oportunidades para los ciudadanos, en Morelos la lucha es por sobrevivir en todos los sentidos. Cada mañana la mayoría de los morelenses salen a trabajar en busca del sustento familiar, pero con la preocupación de que pueden ser víctimas de la delincuencia y en cualquier momento pueden perder su patrimonio o la vida.

Al gobierno actual le toca revertir esta situación y cambiar el rumbo de las cosas, Cuauhtémoc Blanco debería estar preocupado del panorama que le heredaron, pero también necesita trazar objetivos para el estado supere sus viejas deficiencias y se encamine hacia un futuro diferente.

Los últimos cuatro gobernadores han sido una pesadilla para el estado, sus administraciones en lugar de encauzar a Morelos hacia algo mejor, lo han saqueado, lo han convertido en un lugar inseguro y lo endeudaron a tope. Después de cuatro gobiernos de terror el de Cuauhtémoc Blanco puede ser igual o mejor, lo único claro es que en su caso, por la enorme presión y enfado social que existe, la exigencia es mayor y puede terminar pagando los platos rotos de los pasados cuatro sexenios.

La pregunta está en el aire ¿Cómo quedará Morelos después del paso de Cuauhtémoc Blanco?

  • posdata

Al gobierno de Cuauhtémoc Blanco le debería preocupar la compleja situación que vive Morelos desde hace casi dos décadas, aunque no sea el causante directo de dicha situación. Le debe preocupar no sólo porque hoy es el gobernador y en él recae la responsabilidad de sacar adelante al estado, sino porque de ello depende el futuro de su administración y también el suyo como individuo. Explico:

El daño causado a los morelenses por los últimos cuatro gobiernos es tan grande que no sólo hundieron a la entidad en el caos y la decadencia, también acabaron con la confianza de todo un pueblo en sus autoridades y colocaron al gobierno en contra de los ciudadanos.

Lo hecho por la administración de Graco Ramírez fue tan grave que hoy la gente no está buscando quién causó el daño, sino quien pague. El triunfo electoral de Blanco Bravo es el resultado de la severísima descomposición social que enfrenta Morelos desde hace varios años y de la esperanza de una sociedad encolerizada que buscaba cualquier camino para salir adelante.

Pero la esperanza se acabó rápido porque estaba sustentada en una serie de promesas que hasta ahora no se han cumplido y porque la desmoralización de los ciudadanos era tal que apostaron por un candidato sin arraigo, sin experiencia, sin equipo y sobre todo sin la sensibilidad que demanda una sociedad en un momento dan difícil como el actual.

Hoy la luna de miel del nuevo gobierno ha terminado y entre la clase política y la sociedad se está generando un distanciamiento que en breve será irreversible. El gobernador frecuentemente abandona su encargo, se va del estado y deja en manos de su equipo la responsabilidad del gobierno; la sociedad se da cuenta de ello aunque los funcionarios lo nieguen, los ciudadanos saben que el mandatario está ausente y se enfurecen con ello, aunque también comentan que su presencia física en el estado no hace diferencia en las cosas.

Blanco Bravo ya está divorciado del pueblo que gobierna, ambos (pueblo y gobernante) se han perdido el respeto y han entrado a una lucha intestina de todos contra todos: los diputados contra los diputados, secretarios contra secretarios, magistrados contra magistrados, policías contra policías, delincuentes contra delincuentes y ciudadanos contra todos.

En Morelos el ambiente actual es de caos, de incertidumbre y de miedo. Partidos, medios, actores de poder y hasta ciudadanos guardan silencio porque ya nadie sabe quién es quien en esta historia. La descomposición es tan grande que se ha vuelto muy difícil identificar los bandos y (utilizando el lenguaje del gobierno) ya no se sabe quien es bueno y quien es malo en esta historia.

Este escenario no se gestó de un día a otro, es resultado de muchos años de descuido y de impunidad, de corrupción y de abusos, de promesas incumplidas, de mentiras y decepciones; pero también de la falta de cumplimiento de las promesas de campaña, de las constantes ausencias del gobernador y la deplorable actuación del congreso.

Insisto: aunque no todo esto es culpa de Cuauhtémoc Blanco, ahora a él y a su equipo les toca tratar  de desactivar una bomba a punto de estallar.

Si la dinámica de las cosas no cambia en breve, si el jefe del ejecutivo no comienza a actuar como gobernador y su equipo deja de lado la simulación y empieza a dar resultados, en breve veremos una crisis que concluirá con la salida del gobernador y la persecución legal de varios de sus funcionarios.

Desde hace varios meses se habla en los pasillos de poder de esta hipótesis, los propios funcionarios aceptan que la salida anticipada de Cuauhtémoc Blanco se ha vuelto una posibilidad real y saben que en México la idea está en la cabeza de varios personajes de primer nivel en el gobierno de la república y en las dos cámaras federales.

Uno de los más grandes problemas en el gabinete estatal es además la pugna interna, la división y el duelo entre grupos. Ahí es donde comienza el naufragio.

  • nota

Los campesinos cumplieron y bloquearon calles; amagan que mañana el bloqueo será en delegaciones sociales y de ahí seguirán los actos de presión en todo el país hasta que el presidente Andrés Manuel López  Obrador les entregue los recursos que reclaman.

El coordinador de los delegados federales en Morelos Hugo Erick Flores ya habló a nombre del Gobierno de México: No se les dará dinero a las agrupaciones, la orden del presidente es entregar los recursos directamente a los beneficiarios.

Lo que vemos es un duelo de fuerzas, un choque de tercos y un ejercicio que va a marcar un antes y un después en la administración obradorista. Si AMLO se dobla, dejará ver cuál es el camino que deben seguir sus adversarios.

Vienen días complicados.

  • post it

Alejandro Moreno vino a Morelos de pisa y corre, estuvo unos minutos en la sede estatal del partido en Cuernavaca y comprobó que el tricolor está muerto. Antes de irse dio una rueda de prensa en la que trató de desmarcarse del presidente López Obrador, porque es secreto a voces que su llegada a la dirigencia nacional tiene el aval de AMLO y el PRI se convertirá en un partido satélite de MORENA.

La visita del candidato priísta casi pasó desapercibida (¿A quién le importa hoy lo que suceda en el PRI?) aunque logró convocar a una parte de lo que queda de la clase política tricolor. Fieles a su naturaleza, los pocos priístas que acudieron a la cita no perdieron la oportunidad de atacarse entre si y recordarse lo pillos que son.

Está claro: el ex gobernador de Campeche será el próximo dirigente nacional del PRI. Es decir: ganará Morena.

  • redes sociales

El que no estuvo durante la visita de “Alito” a Morelos fue el dirigente estatal del PRI Alberto Martínez. El ex diputado no acudió porque acompañó a Rosario Robles a su comparecencia en el Reclusorio Sur.

Obvio: tiene que hacer méritos.

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