Secreto a voces - Del desastre o pandemia a la catástrofe…

En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz

Secreto a voces - Del desastre o pandemia a la catástrofe…

El esquema que existía en el pasado de los desastres naturales o humanos (los primeros por causas relativas a la naturaleza como una granizada o la erupción de un volcán; el segundo, la deforestación o contaminación del agua), es que por lo general la regla era que su impacto se dirigía a la población, las regiones y países más vulnerables. Esto ha cambiado, los focos de infección del virus que enfrenta hoy la humanidad pasó de un desastre o pandemia a una catástrofe humana y el fenómeno rebasa cualquier defensa como ahora ocurre*. La catástrofe es un cambio de calidad en el impacto tanto en el espacio, el tiempo y la población. Un comparativo entre desastres y catástrofe, que ayuda a comprender esta diferencia, es lo que ocurre por ejemplo con un huracán en las costas del Golfo que afecta a las entidades cercanas y, por otro lado, el efecto mundial del Coronavirus.  
Las más recientes pandemias y las antiguas no se expandían globalmente como ahora ocurre. Y debe de ser este último punto, la globalización de la economía, lo que explica en parte la explosión de la catástrofe pandémica actual. Los fenómenos naturales o humanos tienen ahora una trascendencia: lo que hoy se hace en una región mañana puede impactar a todo el mundo o a una región lejana e inimaginable. Lo anterior, debido a que cada acción en particular que incide en el medio ambiente local va sumándose y debilitando los registros sobre los que se sostiene el ambiente natural, volviéndose una acción individual un fenómeno mundial al eslabonarse a una cadena de acciones negativas.
El concepto de vulnerabilidad, siempre asociado con poblaciones en condiciones o clasificados como pobres debe matizarse; ahora hablamos de indefensión humana ante la catástrofe mundial. Hasta hace apenas unos días, los países conocidos como ricos, desarrollados o del norte, veían a los del sur con cierta soberbia. Esto último venía de la una mirada que se situaba en una línea en la que de aquí para allá que se cuiden los del sur. El norte estaba protegido por la técnica y la tecnología de una ciencia que se ha construido desde siempre para resolver los problemas de los ricos, principalmente. Tuvieron los del norte su propio “detente” tecnológico basado en la superioridad científica.
Los países del norte, infelizmente, se han convertido en los focos de infección mundial, de la catástrofe. No pueden creer que países como México con un presidente que enseña amuletos religiosos finalmente haya podido, por lo menos hasta el momento, establecer una excelente estrategia de control sanitaria, que en realidad proviene del uso de un instrumental técnico cuyo origen se encuentra en la experiencia y sabiduría del equipo que integra a la Comisión de Salud mexicana. Este conocimiento se “bebe” de las experiencias y estrategias que ha establecido la OMS y que algunos países del norte, con su soberbia, no han aceptado por lo menos inicialmente.
Y el problema de la religión igual es algo que tampoco se ha comprendido a cabalidad, sobre todo del profundo enraizamiento que tiene entre la población y particularmente entre los propios científicos. Más allá de la ciencia, los científicos contemporáneos que han aportado su conocimiento a la ciencia actual de vanguardia, como la bomba atómica, el ADN, la física quántica y la biotecnología, mantienen un resabio religioso en el fondo de sus prácticas. Al final de cuentas sin renegar de la ciencia, entienden a la religión como un último recurso que saben puede contribuir a encontrar una mejor salida a momentos como los que ahora enfrentan y enfrentamos (Ver: La dimensión espiritual de los grandes científicos, por Tihomir Dimitrov).
En los programas de la televisión de EU (uno de los países con más influencia religiosa, por cierto), dirigida a conocer lo que ocurre en los países de habla hispana, existe algo de odio hacia México. Me ha tocado ver como en el momento en que se tomaron las medidas de distanciamiento en México, los comentaristas de la cadena en español de CNN, dijeron algo así como “por fin el presidente toma medidas serias”. Ya sabemos que detrás de estas palabras existen intereses económicos de las corrientes globalistas de capas de la élite norteamericana interesados en que le vaya mal a las naciones, porque bajo esa condición banqueros de todo tipo hacen su agosto con préstamos como ocurre con Bukele, presidente de El Salvador, promovido como héroe sin capa por los medios afines al neoliberalismo. Todos los presidentes que endeudan a sus naciones ahora son convertidos en héroes.
La catástrofe también tiene su aspecto moral y ético. Se ha propagado en algunas regiones la idea de que “sálvese el que pueda”. Parece que en algunos países lo que se quiere es que la pandemia haga su labor de destrucción humana. Llama la atención del presidente de Brasil Jair Bolsonaro, quien hace llamados a la población para que abandonen las estrategias de distanciamiento instituidas por el mismo gobierno en el pasado. Francia, ha decomisado apoyo en material que venía de China hacia España e Italia. Estados Unidos, bloquea apoyos que van dirigidos a Cuba. Amenaza a otros países con que eviten recibir ayuda so pena de recibir sanciones de esta nación. Y lo peor, ha desatado una estrategia de invasión a Venezuela, con visos de distracción de la situación interna pero que puede traducirse en una invasión real.
Ahora bien, la transición de las catástrofes al desastre global no es una diferencia de grado sino de sustancia. No es que tenemos ahora una catástrofe que pasará y luego pueden venir, eventualmente, nuevos desastres como en el pasado y susceptibles de ser controlados como ocurría siempre. Aquí se trata de un cambio sustancial en el comportamiento de factores asociados no sólo con un problema de carácter biológico, como puede ser lo que ocurre con la mutación de los virus (sin ser experto en el tema), sino con una serie de factores que tienen que ver con el contexto ambiental que han ocasionado la creación de un soporte a los cambios y mutaciones virales y que, por cierto, no es la única amenaza: el cambio climático.
De acuerdo con la ONU nueve de cada diez desastres se relacionan con el cambio climático. Pero como ya vimos, la catástrofe actual, la transición de desastres a catástrofes, tienen un impacto en el espacio, el tiempo y la población, de mucho mayor envergadura comparado con los desastres. Esto quiere decir que será más que urgente que, una vez concluida y superada la pandemia, nos concentremos más en el cambio climático a la vez que atendemos las mutaciones virales… La catástrofe es el antecedente que nos debe llevar a revisar los valores de toda nuestra cultura, la cultura occidental.
*El término catástrofe está tomado de literatura que consulté de Frédéric Neyrat: Biopolítica de las catástrofes. La catástrofe ocurre cuando las herramientas técnicas y tecnológicas son insuficientes para dar una respuesta una pandemia. Por ejemplo, cuando los hospitales e instrumentos técnicos y tecnológicos con que se cuenta se ven desbordados y nada se puede hacer como ocurre en el mundo.