Repaso - Por zurdo no sirves para maestro, me dijeron

En opinión de Carlos Gallardo Sánchez

Repaso - Por zurdo no sirves para maestro, me dijeron

Hace muchos años, cuando la pedagogía ya existía y reclamaba su derecho para imperar en el hacer y el saber en su relación con los alumnos, un innombrable “catedrático” de la Normal donde realizaba mis estudios para profesor de educación primaria, se dirigió a mí de manera lapidaria:

—¡Vas a tener muchos problemas si no aprendes a escribir con la mano derecha!

Sucede que me había indicado pasar al frente para escribir en el pizarrón y ahí se dio cuenta de mi zurdería. Su comentario, entre viperino y jocoso, además de imprudente y falto de conocimiento, sirvió para la mofa despiadada de aquellos compañeros mala leche que en el grupo había.

Lo bueno que me gustaba ser zurdo, pero de alguna manera traje por allí la duda de cómo me iría cuando fuese formalmente profesor de escuela.

Obcecado, decidí terminar la carrera sin necesidad de convertirme en ambidiestro. Cuando tenía apenas dos años de servicio, solicité a mi refunfuñona pero buena gente directora, de nombre Leovigilda Chávez Repizo, me asignara un grupo de primer grado y así lo hizo.

Eran tiempos, por lo menos en el pueblo en donde estaba mi escuela de adscripción, donde, cuando menos, la mitad de mis alumnos no había asistido a un jardín de niños y llegaban sin saber incluso tomar el lápiz para escribir.

Llegó el ingrato momento en que anoté algunas letras o sílabas en el pizarrón, obviamente con la mano izquierda. En una de esas volteé hacia el grupo y alarmado constaté que varias de las niñas y los niños intentaban escribir en su cuaderno como yo lo hacía. Tuve que intentar escribir en el pizarrón con la derecha, pero me costaba mucho trabajo. Estuve a punto de darle la razón a aquel “catedrático”. Tuve también que leer sobre el proceso de maduración de los niños en esa edad, entre el cual estaba lo relacionado con la lateralidad. Supe entonces que cada alumno definiría finalmente la mano de preferencia con la que habría de escribir. En efecto, así fue y yo seguí escribiendo con la “chueca”, atento a orientar a algún chamaquito cuando fuese necesario, Me quedó claro que ningún niño se volvió zurdo sólo porque su maestro lo fuera e intentasen algunos imitarlo.

De aquél individuo que en mala hora daba clases en la escuela Normal me quedó el recuerdo para tomar conciencia de lo que se puede afectar a un alumno haciéndole observaciones hirientes y, a veces, contrarias a todo principio pedagógico y en contradicción con la tarea formativa encomendada.

¿Qué tanto afectan en los educandos esas actitudes violentas, ofensivas, sin respeto a la individualidad de los seres que los maestros tienen bajo su tutela? ¿Qué tanto los docentes que incurren en esas barbaridades son reconvenidos o, mejor, instruidos para que revisen sus prácticas y sus argumentos profesionales? Dejarlos actuar sin orientaciones remediales para mejorar, en ese sentido, su trabajo en el aula, a la larga produce efectos lamentables.

¿Eso es lo que sucedió con la maestra de una escuela secundaria ubicada en Cuautla, a la que se le acusó de trato discriminatorio en contra de una de sus alumnas?

Del desenlace ya se dio la noticia correspondiente y devino en una sentencia de tres años de prisión para la maestra, porque, se informa, agredía a su alumna “de manera verbal, gritándole y humillándola frente a sus demás compañeros.” En la sentencia, se dice, está indicada también la reparación de los daños. Todo un problema para la maestra referida, a la que no hay que estigmatizar. Su caso, insisto, es aleccionador, sobre todo para instaurar programas de acompañamiento para los directivos y docentes inclinados a forrar de conflictos e insensateces su quehacer educativo. Hacerles entender que no pueden seguir así. Y si siguen, entonces enfrentar las consecuencias, sin la protección sindical ni los contubernios institucionales.

¿Cuál es la reacción de la representación sindical en este asunto? ¿Para el IEBEM sólo es suficiente informar que a la maestra se le separará del cargo? Creo que deben hacer más y no únicamente para lo que sucedió en esa escuela secundaria. Por lo menos deberían establecerse programas de acompañamiento para inhibir la cultura de la conflictividad que desafortunadamente lacera el funcionamiento de algunas escuelas.

E mail: profechon@hotmail.com