Repaso

En opinión de Carlos Gallardo Sánchez

Repaso
  • Los partidos y sus diputados

¿Tienen alguna responsabilidad los partidos y/o sus dirigencias sobre la actuación de los diputados que los representan en el congreso local? Quizá por omisión, cuando el militante convertido en legislador hace de las suyas y nadie le dice nada ni lo convoca a la cordura y a la rectitud.

Lo anterior viene a cuento, después de difundirse que todos (¡todos!) los integrantes de la 54 legislatura local aprobaron destinar algunos millones de pesos para adquirir vehículos último modelo para su uso personal, si bien ya se dijo por allí (Tania Valentina dixit) que no tenían ese destino porque se emplearían para asignarlos a diversas áreas; esta última versión no impactó mucho en la opinión pública y, por lo que se advierte, sobre todo en las redes digitales, la crítica social es muy severa hacia estos presuntos representantes populares. Ya se dice que salieron igual o peores que los de la pasada legislatura. Quién sabe si eso sea cierto. Lo que es probable, es que hayan interpretado su llegada a la curul con la intención de jalar agua para su molino, sin preocuparse lo que la gente piense de ellos.

El de los automóviles no es el único tema polémico, ni son sólo aquellos diputados y diputadas que empezaron muy “gallitos” en eso de protagonizar dichos y hechos controvertidos, como es el caso de José Casas González y Marcos Zapotitla Becerro. O de quienes evidentemente negociaron algo para claudicar de los supuestos principios que defendían al amparo de las siglas con las que contendieron electoralmente, como posiblemente sucedió con  Andrés Duque Tinoco, quien pese a los golpes de pecho que se da negando canonjías recibidas por renunciar a Morena, todo hace suponer lo contrario con el nombramiento de su esposa, Fabiola del Sol Urióstegui como directora del Instituto de Crédito para los Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado (ICTSGEM).

No podría ser el único tema, repito, por lo que se difunde en distintos medios. Los diputados locales, sin excepción, han participado en este o aquel asunto, al amparo de sus muy particulares intereses y expectativas, pero también perturbados por su miopía e ignorancia de la responsabilidad asumida, ya aprobando con sesgos el propio presupuesto (recuérdese a Tania Valentina que logró inicialmente la asignación de 10 millones de pesos para su fundación “Unidos vamos por Morelos) u obteniendo privilegios aparentemente muy discretos pero que tarde o temprano salen a la luz pública.

Y uno, el ciudadano común, se pregunta cómo es que los partidos políticos a los que pertenecen o pertenecían se fijaron en ellos, siendo que ni prestigio académico ni reconocimiento ético e incluso ni fidelidad ideológica tienen. ¿Qué influyó o quiénes decidieron palomearlos aprobatoriamente? ¿Fueron ingenuos, o astutos establecieron complicidades?

Los que tendrían que responder, en caso de que decidieran hacerlo, serían sus dirigentes partidistas. Porque sólo observarlos, sin llamarlos a la probidad, se presta a muchas sospechas.

¿Cuáles son los riesgos que políticamente corren? Riesgos que, mientras se alimenten de la ubre del poder y del dinero público, seguramente les vale un sorbete. Si les preocupa mínimamente lo que puede ocurrirles, tendrían que aprender de la lección que les aplicó ejemplarmente el electorado a diputados de la pasada legislatura que pretendieron reelegirse: todos salieron derrotados y sus partidos reducidos a la ínfima expresión.

No sólo el PAN, el PRI y el PRD, suponiendo que mantienen una estructura territorial que puede permitirles repuntar, habrán de evaluar, si no son compinches, el desempeño de su o sus diputados. Creo que sólo tienen uno en el congreso local, señal contundente de que les fue como en feria. También deberían hacerlo los demás, los conocidos como partidos emergentes o, despectivamente, como morrallitas. En tal circunstancia ubicamos, por ejemplo, al Partido del Trabajo, al Partido Nueva Alianza, al casi extinto Partido Encuentro Social Demócrata, al fantasmal Partido Encuentro Social, al populachero Partido Humanista y, supongo que al marchito Partido Verde Ecologista.

El poco capital político que tienen les obligaría a cuidar cualquier flanco en donde su famélica credibilidad se vea amenazada absolutamente por la ignominia. Si sus diputados fallan, contribuirían a darse el puntillazo definitivo para desaparecer.

 Me queda claro que los que menos se preocupan por la anulación del registro de esos organismos políticos, son los diputados actuales. Viven su momento de gloria y de bonanza económica. Como varios de sus antecesores, casi todos, que salieron con la cuenta bancaria en muy buenas condiciones, sin importarles en realidad el desprestigio que aún les persigue y la hecatombe que aún pueden sufrir sus partidos, incluidos ya los de Morena.

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