Reflexiones de mesa - Sueño y Oscuridad

Dervilia Compañ Calzada en Cultura

Reflexiones de mesa - Sueño y Oscuridad

El cuerpo humano es aún tan lejano para la consciencia total, que existe de forma independiente a nuestros actos y reacciona a estos estímulos. Produce efectos que desencadenan síntomas y al paso del tiempo, se enraízan como enfermedades y padecimientos que, en su origen, tienen un elemento simple. Así como el caminar cargando el peso de un lado hasta deteriorar articulaciones y huesos (algo que se solucionaría  primero con consciencia y luego con algún simple aditamento que evite el impacto)  nos encontramos en casi todos los aspectos orgánicos que tienen repercusiones cada vez más difíciles de solucionar por el tiempo que se han gestado.

Un ejemplo simple y que ahora nos encadena por el mundo tecnológico, es la ausencia del sueño. El sueño no sólo como la capacidad de dormir, sino como el proceso imaginativo en el que lo que llamamos inconsciente, proyecte imágenes y situaciones en un plano onírico. Entre más profundo es el estado de sueño, más extrañas resultan estas imágenes.

En muchas de las ocasiones, resultan sueños desagradables, estados de temor, pánico y desesperación que buscamos evitar pero, que si nos introducimos de lleno, quizá logremos sanar y desaparecer ese aspecto desde su raíz. Hay un filme de Cristopher  Nolan “El origen”, que plantea todo lo que para la mente involucra el peso de una idea y, para insertarla en el pensamiento de un individuo, lo hacen a través del sueño. Del mismo modo, cada uno vislumbramos suficiente de nuestro interior en este proceso que todavía hoy, nos resulta desconocido.

Existen diferentes técnicas para acercarse de manera inteligente a este mundo, pocos los llevan a cabo y aseguran llegar al punto de “controlar” sus sueños aunque, más allá de un control, esto consiste en una consciencia de estar soñando y poder entonces aprovechar ese estado y utilizar las propiedades de esta fase. Como todo, implica constancia y disciplina pero, junto con esto, una voluntad de enfrentarse a imágenes y escenarios que pueden rayar en la locura  o paranoia. En este trayecto, también pueden suscitarse temporadas de intermitentes confusiones entre el sueño y la vigilia.

Hay una gran parte de la población que explica no tener sueños o no recordar lo que en ellos sucede. Algunos sostienen que sí hay una experiencia onírica pero al despertar desaparecen las imágenes, otros muchos, simplemente dicen que nunca sueñan. Y a pesar de que sea una costumbre o algo “natural” para ellos, al momento de expresarlo hay un dejo de añoranza o de sentir que hay algo que no funciona correctamente. Esa sensación indica que el sueño es también un proceso vital humano.

Lo interesante en este caso, es que muchas veces está directamente relacionado con una actividad cotidiana y actualmente, es parte de nuestra forma de vivir.  Lo anterior está vinculado con el uso de la luz eléctrica, dispositivos  y aparatos tecnológicos. El cerebro necesita un punto de oscuridad plena, en ese grado las células encargadas del proceso onírico se activan y comienzan una reacción química especializada en esta función. Cuando nuestra mente no logra proyectar esas imágenes, es muy parecido a estar “velado”, como los negativos de fotografía ante la luz. En realidad, nuestro proceso neurofisiológico para el sueño es muy semejante al revelado de fotografía.

Del mismo modo, nuestro ojo funciona como cámara recibiendo retratos del mundo a una velocidad imperceptible para la consciencia pero que se insertan en nuestra mente para permitirle adaptarse y sobrevivir. En el proceso de “revelado”, la oscuridad es parte de la “digestión” cerebral para representar esa imagen y manifestarla en la consciencia, ya sea otorgándole un nombre, emoción o significado. Cuando la mente no abarca lo suficiente para manifestarla en el plano evidente, las resguarda en el lugar que posteriormente se convertirá en sueño. Por eso, la importancia de este rasgo es fundamental, pues hace una especie de limpieza y reaparición del mundo para refigurarlo y asimilarlo, ampliando nuestra experiencia de mundo y convertirlo en experiencias, aprendizaje que, a fin de cuentas, es evolución.

 

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