Reflexiones de Mesa - La basura es hija del vacío Parte I

Dervilia Compañ Calzada en Cultura

Reflexiones de Mesa - La basura es hija del vacío Parte I

En el texto de Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, menciona distintos niveles en los que el arte se incorpora al proceso histórico de avance tecnológico y los matices que esto implica para las obras. Menciona, por ejemplo, el aura, que es un elemento que mantienen las obras en su lugar y tiempo, como un halo que las rodea por una condición de estado natural y que se pierde al estar representadas en otro sitio en el que, de alguna forma,  no están.

La obra, como si fuese una persona, existe en todo su contenido en el sitio en el que se encuentra en ese instante, siendo que su voz grabada, su imagen en fotografía  o sus movimientos en video, son sólo una especie de sombra o recuerdo, un fantasma que puede reproducirse una y otra vez, infinitamente, pero no contiene en sí  mismo al individuo que está representando. Algo muy parecido es el término de aurático  que utiliza Benjamin

¿Qué es propiamente el aura? Un entretejido muy especial de espacio y tiempo: aparecimiento único de una lejanía, por más cercana que pueda estar.

Reposando en una tarde de verano, seguir la línea montañosa en el horizonte o la extensión de la rama que hecha su sombra sobre aquel que reposa, eso quiere decir respirar el aura de estas montañas, de esta rama. (Benjamin, 47)

Y es entonces que, al representar infinitamente una obra de arte, al encontrarse fuera o lejos de esa aura, la contemplación de ésta parece volverse vacía, o mejor dicho, cambia su condición. Por ejemplo,  la pintura de la Mona Lisa de  Leonardo Da Vinci  puede hoy día tenerse impresa desde un llavero hasta en una playera ¿qué sucede con la intencionalidad o la figura de esta obra? En realidad ¿qué es lo que deseamos consumir cuando vemos una pintura de Da Vinci en un cenicero o en una pluma?

En la actualidad la necesidad de consumo está implicada a un establecimiento social más que a un fin inmediato.

Un claro ejemplo es el caso de la comida; pues en un principio, sólo se producía, se cosechaba y se cocinaba lo que iba a comerse inmediatamente, pues el acto de comer estaba vinculado a un propósito primario, podría decirse, que comer tenía aura. Había un aquí y ahora en el que existía hambre y que, en la forma de alimentarse, el mundo expresaba su sociabilidad y su cercanía con  “el otro”.

Hoy día, necesidades tan básicas como el alimento, han perdido su esencia y están implantadas como un mero establecimiento cultural, como una fórmula social que obliga a cubrir parámetros y no necesidades. En este punto, la comida está dada por exceso, se produce más de la que se puede vender o consumir y la otra parte, el resto, se desecha. La basura es todo lo que no es servible, todo lo que está fuera de su aura, de su aquí y ahora.

Hoy, estamos tan acostumbrados a ver imágenes de la Mona Lisa en cada parte que ha perdido la esencia que representaba el mirarla, ya no hay tiempo en su contemplación ni una elevación ni deleite del espíritu.

Lo mismo sucede con una manzana recién cortada de un árbol, su aroma, su textura se ha perdido en la era de la copia de la copia de la copia ad infinitum.

 

hojaenelespejo@gmail.com | FB: Dervilia Martha Compañ Calzada