Reflexiones de mesa - El placer de la mirada

Dervilia Compañ Calzada en Cultura

Reflexiones de mesa - El placer de la mirada

Hay un término que se refiere a una filia en la que la excitación está dada por la vista, contemplar sin ser visto. La palabra voyeur viene del francés ‘voir’ y el sufijo ‘eur’ y quiere decir ‘el que ve’. Aunque reaccionamos ante la expresión voyerista como un acto meramente sexual o erótico, lo que engloba este significado está más ligado a lo que se desarrolla hoy como una cotidianeidad desde un aparato como el celular y la computadora.

Vivimos en la era de la vista, de los sentidos. Todo el tiempo estamos estimulados desde diferentes niveles. La visión es una de las fuentes de información de mayor potencia para el cerebro, cuando miramos un anuncio espectacular mientras manejamos en la avenida, hay una provocación directa a nuestro pensamiento y deseos.

La mercadotecnia se especializa en estas técnicas de incitación, desde los colores, las formas, los elementos que subyacen a un contenido que enmarca un nombre, un producto. La necesidad es vender y consumir, y ¿qué es el consumista sino el voyeur por excelencia?

No sólo el comprar, sino el mirar en sí mismo. Herramientas como el Facebook, el You Tube, el WhatsApp, Instagram; se convierten en magníficas ventanas al mundo, al universo de cada persona en el que podemos mirar sin ser vistos.

El tiempo empleado en revisar el “perfil” de algún conocido (o desconocido) en alguna de estas plataformas, produce un placer que ya hoy día se registra y sirve como fórmula para sustentar económicamente las redes. Pues, al final de cuentas, cada uno estamos siendo observados por un ojo aún mayor que sabe cada una de nuestras búsquedas e inquietudes, conoce nuestra vida, nuestras necesidades y gustos; sabe específicamente qué ofrecernos y cómo hacerlo.

Nos observan observando y eso les excita, nos miran sin que lo sepamos y controlan nuestros movimientos.

Millones de algoritmos que se insertan en cada tecla que oprimimos desde que nos levantamos por la mañana hasta que termina el día, nos volvemos una cifra pero, en ese vaivén, observamos y somos controlados por este placer de estar frente a ventanas secretas, cerraduras, entrepuertas. Somos la representación del Panóptico, donde los prisioneros se saben observados pero desconocen cuándo y por quién, sólo saben que su actuar está ligado a la cadena de la vista.

La estructura de Bentham tiene al centro el ojo omnipresente, aquel que juzga y castiga. Lo mismo que hoy día con las redes sociales, hay sacrificios, muertes, señalamientos y la búsqueda constante de aparentar una vida “convencional”.

Pero el juego es porque al tiempo que consumimos necesitamos que nos consuman, esa doble faz del voyeur que es también patológicamente exhibicionista. El efecto es casi un clímax erótico, entre más nos observan y nos sabemos observados, aumenta una especie de poder en el internet, esa fama del que tiene un nombre. Los youtubers no sólo obtienen seguidores, sino que por cada “me gusta” y cada suscriptor, llega el punto en que les produce una ganancia económica; es la profesión del milenio.

El control que se ejerce sobre nosotros es el que planteaba Jeremy Bentham en su cárcel y que analiza Foucault en Vigilar y castigar. El poder de la mirada, del que todo lo ve y del que somos parte en una mínima celda. El placer de creer que tenemos poder, que existimos sin existir. Como ese observador escondido, voyeur de él mismo.

 

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FB: Dervilia Martha Compañ Calzada