Nosotros - ¿Qué nos pasa y… por qué pasa?

En opinión José María Román Román

Nosotros - ¿Qué nos pasa y… por qué pasa?

Todo comenzó con el gobierno de Jorge Carrillo Olea en 1998. Los secuestros comenzaron a ser la constante de su gobierno… y su origen y promoción era la entonces Procuraduría General  de Justicia del estado con el abogado jalisciense Peredo Merlo a la cabeza, al final la presión social determinó su caída, donde por cierto con uno de los promotores fue Graco, un político fracasado recién llegado del Distrito Federal.

El general renunció y comenzó la época de Jorge Morales Barud, un político gris con un gobierno transitorio del mismo color. En su momento llega Sergio Estrada, un carismático y joven político, mecánico de profesión, que por azares del destino está en el momento adecuado y debido al enfado social contra el PRI, gana por el PAN la gubernatura. Fue un periodo donde la delincuencia se dice penetró al gobierno estatal y si bien los secuestros disminuyeron, sí en cambio creció el delito colateral del crimen organizado… y los deslices notorios y públicos de las aventuras amorosas de “Sergio el Bailador” y su “helicóptero del amor” que es donde públicamente se señalaba que transitaba por sus aventuras pasionales. Sigue el señor del “poder de la mirada”, el doctor Marco Adame, un viejo panista  hijo de un abarrotero muy conocido de la calle de Álvaro Obregón esquina con la calle Ayuntamiento. Nepotista por excelencia, y con un gobierno igualmente gris hace uso de su poder y mete al gobierno a cuanto pariente puede. A la fecha ostenta un cargo en el Congreso sin más recuerdo que su pasado sin pena ni gloria en el gobierno del estado. Con el doctor, la criminalidad se incrementa notoriamente y comienza a inquietar a la sociedad la falta de combate a ese flagelo por parte del gobierno estatal. Su gobierno intrascendente no tiene mayor relevancia, excepto por el puente del crucero de Tejalpa que dejó como obra pública y que se hizo a base de un enorme préstamo que debilitó las arcas estatales.

Al final de su sexenio el enfado social se manifiesta y se multiplica, lo que desde luego le importa poco a Marco Adame, también conocido por “Narco Adame”, título que la voz del pueblo hace circular refiriéndose a la facilidad con que la delincuencia siguió operando en el estado.

El criticado y nefasto Graco Ramírez entra en escena pública prometiendo básicamente terminar con la delincuencia en 18 meses y consultar al pueblo cada 2 años para ver si permanecía en el poder o se retiraba. Desde luego fue la más grande de las mentiras, porque ni una ni otra cosa cumplió y siempre supo eludir la aprobación de esa ley prometida. A la fecha, todo sigue igual. Graco se fue y dejó enormemente endeudado al estado, se enriqueció tanto él como sus colaboradores y familiares y la impunidad, al igual que los gobiernos que le precedieron sigue ostentándose como marca ineludible del empobrecido, saqueado y abusado estado. No pasó y probablemente no pasará nada con Graco y tal vez se medio castigue alguno que otro colaborador segundón para distraer al pueblo, pero es poco probable que lleguen al castigo de Graco.

Llega Cuauhtémoc, otro oportunista que al igual que Sergio Estrada está en el momento adecuado y en el lugar adecuado y gana con dos promesas al pueblo: Castigo a Graco y meterlo a la cárcel y combatir formalmente a la delincuencia. No cumplió el Cuauh el requisito de residencia y su popularidad le dio el triunfo pero en el caso de la gubernatura fue Graco quien lo hizo ganador al hacerlo víctima de su  persecución al punto de casi desaforarlo y meterlo a la cárcel, en contubernio desde luego de la titular del Tribunal Superior de Justicia, Verónica Cuevas y algunos magistrados que a cambio les dieron modificaciones las leyes para que permanecieran en el encargo de hasta 20 años, sangrando las finanzas del estado. Un cambalache absurdo que está aún en discusión. El Cuauh, de no pasar otra cosa tiene poco tiempo para permanecer en el poder porque ni es de aquí, ni es de allá. Ni es un Morenista, ni es auténticamente Morelense radicado con las formalidades que la ley requirió, pero además, la delincuencia, que es parte de su promesa de campaña de combatir y destruir, ha aumentado a tal grado que opaca al mismo Graco, el demonio encarnado para una gran parte de la población  Morelense.

Como puede observarse el elemento común de todos los gobernantes de los últimos 20 años es la delincuencia. No han podido, o más bien nadie ha querido controlarla. Es tan grande y tan grave su existencia que solamente puedes concebirla si es que el mismísimo gobierno es parte de ella. No hay otra explicación, las cifras en crecimiento lo dicen, la sangre lo clama… las autoridades se hacen de la vista gorda… las viudas y viudos se multiplican y los hijos e hijas de las víctimas hoy huérfanos probablemente serán los próximos verdugos sociales…