Niños agrícolas, olvidados en la celebración del Día del Niño

Muchos de ellos se desempeñan como jornaleros en los campos

Niños agrícolas, olvidados en  la celebración del Día del Niño
Los niños agrícolas, los olvidados de la celebración del Día del Niño.

Cuautla, Mor.- Su rostro se nota con rastros de tierra, el sudor recorre desde su frente hasta su barbilla; las manos, las manos si están llenas de tierra, lo mismo que parte de su ropa. Los huaraches o los tenis también. Están agachados, a veces miran allá a lo lejos, o hablan una lengua nativa con sus padres, con sus hermanos, con sus amigos. También sonríen y muestran una dentadura blanca, sorprendentemente blanca.

Ellos viven al día, acompañan a su padres a los campos, principalmente para la siembra de ejote, aunque también los llevan para el corte de la caña de azúcar –los más grandes-, y los más pequeños llevan el agua, recorren los surcos para llegar hasta sus padres.

Día del Niño que no es para ellos, que son niños. Ellos son los niños jornaleros agrícolas, los olvidados, los que son transportados junto con sus padres, con sus familias en los tortón, en los camiones rabones, como se les conoce a los de menor tonelaje. Siempre acompañan a sus padres, van con ellos desde temprano y regresan con ellos por la tarde.

Sus juegos son una pelota, muchas veces de fútbol, otras de esa de plástico, de las que a veces, reciben, sobre todo ahora, de manos de los políticos.

Son renuentes a salir, miran a través de las puertas, de las rejillas, a veces asomen el rostro desde las ventanas o abren de par en par la puerta de las barracas, de los cuartos donde viven hacinados.

Se divierten; claro que se divierten, al final, con todo y una jornada de pesado trabajo, tienen tiempo para jugar con la pelota, con las cartas, luego de aprender de los adultos como se juegan. Corren, ríen, son niños.

Las niñas también acompañan, aunque, ellas casi siempre se quedan para hacer los mandados, para ayudar con el niño más pequeño, con la comida y el lavado de trastes.

Son niños y ya son adultos, ya trabajan, de sol a sol, desde temprano hasta que se termina el jornal. Unos sembrando otros, con el machete en mano, cortan la caña, se escucha el constante sonido del zums que hace el afilado machete, y como se van derrumban las varas.

También los niños urbanos no conocen del Día del Niño

En la ciudad, se puede ver a una madre que va en un triciclo con sus hijos, ellos van ahí, montados en los fierros, se ven sus rostros, sus sonrientes caritas.

Son los otros niños, los que acompañan también a sus padres, en el trabajo, porque no se pueden quedar solos. Van de la mano, agarrados del vestido, del pantalón de la madre, mientras ella camina vendiendo helados, tacos de arroz, tostadas, dulces o chicles.

A veces lloran porque piden algún juguete o quieren tomar agua, un refresco, que no siempre se puede comprar.

Día del Niño? No podemos celebrarlo, necesitamos trabajar, venimos de lejos, para aprovechar que hay trabajo; cuándo podemos festejar, cómo le hacemos; no, no podemos, tenemos que trabajar, dice Amelia Tiempos, una de las tantas madres, que acompaña al esposo, que lleva a los niños, y que todos ellos, juntos, trabajan como jornaleros agrícolas.