Maradona, el fútbol y el sentido de lo nacional

En opinión de Aura Hernández

Maradona, el fútbol y el sentido de lo nacional

“(...) Maradona (...) demostró que no siempre ganaba quien tenía más dinero, sino quien peleaba más”.

 

Roberto Saviano, periodista italiano.

 

Dice Riszard Kapuscinsky en su libro “La Guerra del fútbol y otros reportajes: “Luis Suárez me dijo que habría guerra y yo siempre creía a pies juntillas todo lo que él decía (...) En esa ocasión, Luis expresó su opinión sobre la guerra que se nos avecinaba después de doblar el periódico en el que acababa de leer  una crónica deportiva, dedicada al partido de fútbol que habían jugado las  selecciones nacionales de Honduras y El Salvador. Los dos equipos luchaban por clasificarse para el mundial que, según lo anunciado, se celebraría  en México en 1970 (...)”

Según cuenta Kapuscinsky, esa guerra que tuvo como primer campo de batalla un estadio de fútbol, duró cien horas, hubo aproximadamente 6 mil muertos y alrededor de 20 mil heridos de ambos bandos, un promedio de 50 mil personas de ambos países centroamericanos perdieron sus casas y muchas aldeas fueron arrasadas.

El episodio, narrado por Kapuscinsky empezó debido a que en la noche previa a la primera eliminatoria que se jugó en Tegucigalpa, el equipo salvadoreño, no pudo pegar un ojo debido a que los aficionados locales, urdieron toda una guerra psicológica aderezada con toda clase de ruidos y agresiones alrededor del hotel donde se concentraba el equipo visitante, de tal forma que no pudieron dormir en la víspera del encuentro. Y como es de esperarse perdieron el partido.

De acuerdo con el reportaje del periodista polaco, Amelia Bolaños una salvadoreña fanática apasionada del fútbol, se suicidó ese mismo día por la humillación sufrida por su equipo en la capital hondureña. La muerte de la aficionada, que se quitó la vida al terminar de ver el partido de fútbol por la televisión, se vivió en El Salvador como un asunto de dignidad nacional, así que el funeral de Bolaños se convirtió en un mensaje de guerra para los hondureños.

El funeral de Amelia, fue encabezado por el propio Presidente de la República y sus ministros, acompañados por el Ejército Nacional. Así que para el partido de vuelta que se disputó en San Salvador, los ánimos ya estaban caldeados y la hinchada salvadoreña, se propuso cobrar la ofensa “ojo por ojo”.

El día del partido los jugadores del equipo nacional hondureño debieron ser trasladados al estadio de fútbol en camiones blindados, luego de pasar la noche vela, pues los aficionados locales se dispusieron a cobrar la ofensa, cometida en Tegucilgalpa contra su equipo nacional.

Rompieron vidrios del hotel donde se hospedaba el equipo rival, quemaron de vehículos hondureños, debido a un incidente previo a la inauguración la bandera de Honduras ondeó en el estadio convertida en un harapo, después de que un grupo de aficionados le prendiera fuego antes de empezar la ceremonia, a la vez que enarbolaban retratos de Amelia Bolaños convertida en icono nacional y obviamente El Salvador venció a Honduras 3-0.

Después de eso, ambos países cerraron sus fronteras y sobrevino la guerra.

Aun cuando en muchos países, particularmente en América Latina, la frontera entre el fútbol y la política es muy tenue, y en el caso en este conflicto que tuvo como detonador un partido, lo cierto es que, en la relación entre ambos países subyacía, el añejo problema de las migraciones salvadoreñas hacia Honduras, orilladas por la miseria y la violencia, que de acuerdo con muchos hondureños les quitan oportunidades a los nacionales.

Esta historia contado por Kapuscinsky, es un espejo de lo que sucede en México, en Perú, en Argentina y en muchos países en los cuáles el fútbol no solo ha sido usado por las élites políticas para reforzar el sentido de “lo nacional” y exacerbar a conveniencia el patriotismo en diferentes momentos de la historia, sino que el fútbol como fenómeno sociológico, tiene una fuerte raigambre popular.

México es un caso que merece una explicación aparte, por el uso político que se ha dado al mismo y por la forma en que los clubes y jugadores han estado al servicio de las oligarquías. Pero en Argentina, el fútbol es “el pueblo” y Maradona es la representación de esa simbiosis, porque se opuso, muy en su estilo, a ese uso político y patriotero que en muchos países se da al deporte más popular dell mundo.

Maradona, fue un fenómeno mundial, por contestatario, por oponerse a la “política del fútbol”, por sus desplantes, por sus excesos e incorrecciones, por su extraordinario virtuosismo que al jugar que daba felicidad a sus seguidores, por sus gestos de solidaridad y también por sus imperfecciones, pero sobre todo porque se empecinaba en representar a los desposeídos, de donde él provenía, como bien lo retrató Kusturica en su película “La mano de Dios”.

Según Eduardo Galeano, Maradona era una especie “Dios sucio, el más humano de los dioses” y eso explica que el mundo entero se le rindiera, “un Dios sucio que se nos parece: mujeriego, parlanchín, borrachín, tragón, irresponsable, mentiroso, fanfarrón”, pero dios al fin.

El periodista napolitano, Roberto Saviano, dice que Maradona representa lo mejor y lo peor que su tierra, Nápoles ha creado. “¿Cómo podría explicar que, exactamente igual que un dios, los vicios, los errores, los crímenes que cometió fueron solo la sombra de un dios más luminoso? Exactamente igual que los dioses, cuyos vicios los hacían tan semejantes a nosotros”.

Saviano cuenta en un artículo publicado con motivo de la muerte de Maradona, como Nápoles se entregó de tal forma al argentino que durante la final del Mundial de Italia, que jugaron ambas selecciones en el San Paolo de su ciudad, la afición coreó el nombre del astro argentino para recordarle que era uno de ellos.  Y también como pagó una cláusula de 12 millones de liras a su equipo para poder jugar un partido para recaudar fondos para un niño pobre que requería una operación para salvar su vida.

El fútbol es un deporte tan popular que la mayoría de las estrellas del mundo tienen orígenes muy humildes. Es uno de los deportes que requiere muy poco para jugarlo, una pelota y campo, por ello es tan comúnmente utilizado políticamente. Pero lo peor es que se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, en un espectáculo y no solo en un juego, como lo afirma Eduardo Galeano y pareciera que el fútbol “no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue”.

Hoy las guerras son por los derechos televisivos, por los negocios de las apuestas, por el mercado de jugadores, por la publicidad que venden las grandes figuras, hoy la afrenta en el fútbol son los negocios. Maradona, el imperfecto, dio muchos de sus mejores años para oponerse a eso.