Las lecciones del 8 y 9 de marzo .El feminicidio y la lucha por visibilizar las otras violencias.

En opinión de Aura Hernández

Las lecciones del 8 y 9 de marzo .El feminicidio y la lucha por visibilizar las otras violencias.

[…] Hay el referente de alguien, pero las causas feministas son colectivas y no pueden lograrse individualmente. Si una mujer cambia, cambia ella, pero si cambiamos todas, cambia el género.

Marcela Lagarde

 

Hoy es 10 de marzo y ya no somos las mismas. Sin duda alguna, este 8 y 9 de marzo pasarán a la historia de nuestro país como dos fechas emblemáticas en las que se logró visibilizar la peor de las violencias que quejan a las mujeres de este país: los feminicidios.

El feminicidio, término cuya acepción fue impulsado por la feminista Marcela Lagarde tanto en el ámbito antropológico como en el legal, es la expresión de la violencia extrema en contra de las mujeres. Y el día 8 y el día 9, es seguro que la doctora Lagarde debió estar muy satisfecha, porque por fin la lucha que ella impulso con otras mujeres en una buena parte del siglo XX y lo que va de este, se ha masificado.

En todo el país, miles de mujeres expresaron su hartazgo contra la violencia machista que las mata, y el 9 de marzo muchas de ellas también pararon para visibilizar su contribución con la sociedad a nivel familiar y comunitario. Sin duda toda esta movilización será un parteaguas histórico, Marcela Lagarde y otras grandes luchadoras en contra de la violencia hacia las mujeres tienen muchas compañeras de viaje.

El tema de la violencia contra las mujeres, no solo la física, es un problema estructural que ha sido difícil de combatir porque se encuentra anclado en una cultura patriarcal de larga duración que, felizmente, hoy se está discutiendo y espero que muchas personas, hombres y mujeres, reflexionen sobre el hecho de que la cultura machista y los estereotipos son fuente primordial de los otros tipos de violencia, pues preservan y reproducen prácticas culturales, instituciones y poderes dentro de la sociedad.

En México, no sin contratiempos, se ha desarrollado una legislación robusta en la materia, sobre todo a partir de que se logró diferenciar el tema de los derechos de las mujeres del de la violencia intrafamiliar.

Muy importante para asumir que las violencias contra las mujeres se dan también en el ámbito público y comunitario, fue la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2009 conocida como Campo Algodonero, en la que se condenó al Estado mexicano por los casos de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y se exigió al Estado el cumplimiento de sus obligaciones internacionales e internas en la defensa y protección de los derechos de las mujeres.

Actualmente contamos con todo el bagaje normativo como el contenido en los Tratados Internacionales de los que México es parte, así como con jurisprudencia nacional e interamericana, la sentencia Mariana Lima de la Suprema Corte es una muestra del buen uso de esos recursos legales.

Pero hay otro tipo de violencia hacia las mujeres que todos los días son reforzadas por las instituciones no solo políticas, sino también comunitarias y religiosas y de manera muy importante en el seno familiar como es la violencia psicológica, la violencia económica, la violencia patrimonial, la violencia en el ámbito laboral, los roles y estereotipos de género, el acoso sexual, violencia obstétrica y contra los derechos sexuales y reproductivos, la violencia política, la violencia y discriminación hacia las mujeres trans y las lesbianas,

Este tipo de violencias, mucho más sutiles que la violencia física que es el extremo, no se visibilizan fácilmente porque están interiorizadas en nuestra cultura y en nuestra educación la formal y en las familias. Y difícilmente se perciben como el producto de una relación de desigualdad entre hombres y mujeres, de ahí su dificultad para generar un movimiento como el que afortunadamente se ha generado a raíz de los feminicidios.

La tarea y los retos que nos dejó el 8M y el 9M son sin duda enormes, pues empezar la construcción de una nueva cultura de género que haga posible desmontar ese otro tipo de violencias requiere de una labor titánica, pues se trata de una transformación cultural de gran envergadura. Empecemos por nombrarlas y visibilizarlas.

 

 

 

 

 

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