La sociedad de los poetas ebrios

En opinión de Héctor Rangel Terrazas

La sociedad de los poetas ebrios

Fortaseg: cláusula secreta

 

Son tiempos de cambio. Quien no lo entienda así, especialmente si ostenta un alto cargo público, y no se ponga las pilas que ahí se exigen, terminará mal. A López Obrador se le pueden señalar MUCHOS errores. No pocos (desde la objetividad más factible) se los gana a pulso (eso de los 10 mil millones de años de existencia del hombre, esta semana, lo colocó a nivel foxpeñanietista). Pero no puede ser acusado de falta de innovación e intentos por corregir lo mucho que sigue mal en el país (otra cosa es el juicio sobre su efectividad).

No vemos lo mismo en ningún gobierno estatal. No lo vemos en Morelos. Cuando menos, los gobiernos que llegaron emparejados con el lopezobradorista están obligados a desempeñarse en forma diametralmente distinta a quienes los precedieron. En materia de transparencia no percibimos cambios, sino contunuidad (léase: opacidad y trampas).

Esta semana, en estas páginas dimos a conocer los montos que manejarán 6 municipios morelenses con el Fortaseg (casi $90 millones). Dados los niveles de inseguridad que atestiguamos, algunos rigurosos dirán que esos dineros no han funcionado de nada. Se equivocan. Han servido, sin duda, para enriquecer a algunos de quienes los han manejado, en varios municipios y estados. Para el actual gobierno tlahuica, uno de ellos hoy trabaja en Quintana Roo y, por cierto, también está ya controlando los recursos allá de ese programa en 2019.      

La transparencia en ese programa  es excelente oportunidad para que el gobierno de Blanco, representado por quien tradicionalmente se considera el 2° al mando, el secretario de Gobierno, Pablo Ojeda, se adelante a todos los malpensados y encuentre un mecanismo novedoso de hacer pública la forma en que se gastará cada peso de los recibidos (este funcionario fue quien, a su vez, representó a cinco de los seis municipios beneficiarios). Antonio Villalobos, como se explicó en aquella nota, fue por su parte a firmar por sus millones (más de 22) e, igualmente tiene la oportunidad de informar con claridad a quién se contratará para todo lo que implica ese fondo; dónde se harán las compras de uniformes y vehículos, por ejemplo.

Pueden hacerlo ambos, antes que alguien comience a investigar los nombres de las empresas que harán ahí gran negocio (legales, esperamos, y sólo ellos; no los compradores). Y pueden hacerlo por una cláusula "escondida" en los anexos del Fortaseg. En medio de mucha palabrería y no pocos párrafos sobre transparencia que han de garantizar los beneficiarios, viene una joya que quizá no estén tomando muy en cuenta. Una cláusula que puede diferenciarlos.

El inciso e) de los anexos indica que es posible (desgraciadamente no lo establece como obligación) establecer "los mecanismos necesarios para fortalecer la adecuada rendición de cuentas. Transparencia, vigilancia y fiscalización de los recursos que se aportan con el presente Instrumento. así como las medidas necesarias para garantizar su cumplimiento por parte de "EL BENEFICIARIO". Y agrega que ello se puede trabajar junto con "instituciones nacionales o internacionales. así como con organizaciones de la sociedad civil" (sic y recontra sic)

Ahí está un Gerardo Becerra, quien bien podría solicitar a la federación, con la organización con la que persigue a Graco, ser quien coadyuve a la vigilancia de ese dinero (que ni es tanto, pero como que está puesto para que los abusivos le metan el diente). Podría así el asesor demostrar que no actúa por vendetta, sino por convicción de transparencia genuina y anticorrupción. Promover algo así, por parte de los dos gobiernos en comento, los puede marcar… para bien.

 

Por no dejar: ¡Aplausos a Laura Bozzo!

-¿Qué chingaos?, inquieren todos los lectores (dos, que ya son plural: un familiar y un amigo). ¿Te volviste a drogar? (segundo cuestionamiento, previo a decidir jamás volver a leer esta pluma). Y también autosoprendidos por decidir aplaudir a la peruana (no sólo conocida por violar todos los valores éticos de la comunicación de masas, sino por su complicidad en casos graves de corrupción en el régimen del malogrado Fujimori), decimos convencidos: ¡que paaase la desgraciaaada!

La señora entró en pleito hace días con Vicente Fernández, quien dijo (muy enfermo, como está, también de sus neuronas) que nunca aceptaría un trasplante proveniente de un homosexual (hay que decirle que las etiquetas de los órganos a donación no incluyen info de la inclinación del altruista finado). Entraron en polémica (el columnista no sabe más detalles, ni le interesan); al final, la andina espetó: lo que es una enfermedad es la homofobia.

Totalmente de acuerdo (es la primera cosa inteligente que le oímos). Cuando como heterosexual se apoya sin tapujos la libertad sexual, suelen algunos repudiar y dudar incluso de las preferencias propias. No importa. Vale madres. Las convicciones son las convicciones. La homofobia sigue siendo un fenómeno global, pero acendrado terriblemente en México y Morelos. Hace días, el compañero Juan Lagunas, en estas páginas, difundió el lamento de un joven que vivió una pesadilla en esta entidad por su homosexualidad. El repudio hacia ese sector, como a otros (por preferencia sexual, color de piel, estatus social y/o económico, etc.) es discriminación, fenómeno tan grave como común, que trauma la vida de tantos, cuando no, incluso, la quita; es una enfermedad permanente (como le restregó Bozzo a Fernández) cuya atención no es prioritaria para la autoridad, y para lo que no hay un peso de presupuesto. ¡Penoso! (Esperemos que sea ésta la última vez que aplaudamos algo a la "señorita L.").