La resistencia

En opinión de César Daniel Nájera Collado

La resistencia

El día sábado, el ímpetu terminó de vencer las ya pocas dudas que tenía Bryan. Desde las manifestaciones del lunes se habían reportado disparos con perdigones de goma por parte de la policía, que fallaba en interrumpir protestas inicialmente pacíficas. Cuando Bryan salió a las calles, todo era diferente. Las escenas compartidas en redes, constituidas por abanderados que ondeaban al ritmo de tambores, habían sido intercambiadas por gente agolpada, gritando de desesperación, con varios grupos arrastrando heridos velozmente mientras cientos de penetrantes silbatos se hacían resonar en medio del tumulto. Sin embargo, el joven se planteaba cada vez menos el regresar a casa.

            Durante casi toda su vida, Bryan había soñado con ser abogado, esperando aportar rumbo a un país lleno de injusticias. Las incesantes crisis económicas le impidieron continuar con sus estudios, pero no con su búsqueda. Se había unido a las manifestaciones para resistir y enfrentarse a un golpe de estado, fruto de complots en organismos corruptos. Y al presenciar todo lo que sucedía ante sus ojos, se convenció de estar en el lugar correcto. Con adrenalina hasta los límites, se movió hasta las concentraciones más caóticas, no solo para expresar descontento, sino para ver en qué o a quiénes podía ayudar. Ahí, en un estado casi de trance, entre silbidos, banderas blanquirrojas y neblina, ocurrió el crimen. Algo que no se sentía como goma, sino como plomo, le consumió el ser. Diez disparos impactaron en su cuerpo con una intensidad que solo permiten los ataques a quemarropa. La gente volvió a gritar, pero él no ya lograba oírlos. Jack Bryan Pintado Sánchez había muerto a sus 22 años.

            Jordan Inti Sotelo Camargo, de 24, también falleció enfrentándose a la represión. Todas estas manifestaciones multitudinarias sucedieron en Perú luego de que el Congreso destituyera al presidente Martín Vizcarra por cargos de corrupción no comprobados. En su lugar colocaron al dirigente de tal organismo, Manuel Merino, como nuevo mandatario de la República. La gente expresó su descontento sin violencia, pero la respuesta de la policía no fue igual. Las críticas y protestas fueron tales que, a raíz de los asesinatos y al menos 94 heridos, Merino renunció al cargo el pasado domingo 15 de noviembre junto con 13 de sus 18 ministros, dejando a un país golpeado por la pandemia todavía más mermado, pero con la esperanza de una reestructuración completa.

            Evidentemente, la lucha por la justicia en toda América Latina está muy lejos de terminar. La corrupción está implantada en decenas de países, incluyendo nuestro México. Sin embargo, hay otra cosa sumamente importante a destacar. Las nuevas generaciones, tan criticadas por conservadores y tildadas de “caóticas y amorales”, son las que están luchando por la integridad de las sociedades. Siguiendo ejemplos como el de Chile, y ahora Perú, miles de jóvenes están haciéndole frente al abuso de poder sin ningún tipo de tregua. Estoy seguro que en México tampoco tardaremos en despertar. La degeneración institucional, ocasionada por este régimen autoritario, próximamente tendrá un límite. Los mayores enemigos del pueblo son los divisores. Jamás olvidaremos en qué manos está el poder