La literatura y el arte me ayudaron al olvidar el tiempo

En opinión de Óscar López

La literatura y el arte me ayudaron al olvidar el tiempo

Habla un ex interno de Atlacholoaya 

La literatura y el arte me ayudaron al olvidar el tiempo

Óscar López

La vida en el penal es muy difícil, porque en cada dormitorio existen cercos. Vivir en la cárcel es vivir en un mundo oscuro. Ahí transcurren los segundos, los minutos y las horas tan de prisa…

 

Tras una mirada arrepentida, un cuerpo robusto y unas manos ansiosas, nacen formidables obras de arte. Piezas que al decir de su autor revelan la necesidad de expresar algo. Fueron más de 10 años en la cárcel. Y hoy, guardando el anonimato, accede tener una conversación con este diario.

La entrevista comienza al compás de las últimas horas de un día soleado. El interrogado se lleva las manos al rostro, luego se toca lentamente el cabello, y refiere: “Es muy triste vivir en la cárcel; vivir ahí es la muerte. Durante el tiempo que estuve en la cárcel me tocó ver de todo:  suicidios, adictos a todo tipo de drogas, de crueles golpizas a los internos, la corrupción de dinero, enfermedades: se ve lo peor.

—¿Cómo logra sobrevivir un preso?

—Siempre me mantuve ocupado en talleres de arte y de oficio ya fueran carpintería, pintura, dibujo, esculturas. Me acicateaba: me divertía, me daba aliento y los maestros nos estimulaban siempre. Eso ha sido lo que me ayudó en prisión, porque pude canalizar mis emociones y mis tristezas.

—¿Y cómo es una tarde en el taller?

—Las sesiones eran los martes y jueves, era un momento que esperábamos con mucho entusiasmo. Durante toda la semana creaba una imagen, lejana a mi ser, pero muy cercana a mi subconsciente. Pensaba: si no le hecho ganas, a dónde voy a ir a dar. Y la solución era materializar las ideas.

Antes de estar en los talleres no tenía ningún conocimiento, es por eso que los maestros quedaron sorprendidos con mi rápido aprendizaje: dibujo, pintura, esculturas y piezas que uno mismo creaba con cualquier material reciclable. Los instructores (maestros) a veces compraban los materiales con su dinero. El interno que tiene la voluntad, posee gran creatividad. En una ocasión llamaron a la secretaria, nosotros dibujamos su rostro, fue interesante ya que varios nunca lo habíamos hecho. Claro, había compañeros que tenían talento.

—Siendo un preso más ¿qué es lo que te motivaba a seguir adelante, trabajando?

—Frecuentemente se realizaban exposiciones de nuestros trabajos, se citaban personalidades del estado, instituciones otorgaban reconocimientos, era un evento que nos estimulaba a seguir creando.

La literatura y el arte me ayudaron a olvidar el tiempo, todas las mañanas visitaba la biblioteca: leía novelas, filosofía comunista de Marx. La ayuda espiritual fue fundamental: gracias a Dios olvidas la soledad que a veces te puede conducir al suicidio. El Señor me dio la fortaleza y el conocimiento.

—¿Qué es lo mejor que aprendiste en la cárcel?

—Conocí a Dios, su paz, el miedo que le tengo por ser mi creador. Sé que, si no hubiera entrado al penal, en estos momentos estaría bajo tierra. También aprendí repujado, un compañero de la celda lo trabajaba, yo lo veía constantemente. Después de un tiempo decidió darme aluminio para que empezara a plasmar mis ideas. Lo mismo el dibujo a lápiz con modelos; algunos pintaban al óleo, y otros por su parte creaban piezas de madera y metal.

—¿Crees que la cárcel se convierte en una escuela?

—No lo creo. La verdad aprendes más mañanas como robar. Además del noventa por cierto de los presos se drogan, es por esto que si alguien entra sin haber probado droga termina siendo un adicto. Hay compañeros asesinos, violadores, bueno hasta inocentes purgan condena de 10 a 15 años.

—¿Siguen dando los talleres?

—Hasta donde sé ya no. No entiendo por qué se dejaron de dar. Las autoridades no querían invertir o tal vez pagar porque se dieran cursos y talleres de todo tipo de arte. Había hasta obras de teatro. Muchas de las personas que iban hacer las actividades lo hacían de manera voluntaria. Nos llevaban libros, Biblias, materiales de trabajo. La familia no te ayudaba luego. Algunos títulos de los libros eran filosóficos y muy pocos de arte. En realidad, muy pocos se interesaban por aprender algo. Casi todos —como te decía— se drogan y se pierden en ese mundo de encierro.

—¿Hay algo triste que recuerdes?

—Claro. En una ocasión, picaron con un clavo a un cabecilla. Esa escena fue muy triste, pues el arma le atravesó todo el brazo. Todo ahí es a base de golpizas, de madrazos.

—¿Extrañas los talleres, a los maestros?

—Claro. Desde que yo salí se quitaron los talles, con el argumento de que no hay presupuesto, es lamentable ya que éstos ayudan a cambiar y a desarrollar la creatividad del ser humano.

Qué tristeza porque los compañeros ahora se drogan más, porque así le conviene a las autoridades del gobierno y a sus directivos. Es una mafia que controlan desde arriba hasta abajo. Vivir en la cárcel es lo peor.

Durante la charla el entrevistado revisa sus materiales, dibujos, tintas y pequeñas esculturas de madera tallada. Le entusiasma la lectura. Hablamos de autores y pintores. Me habla del Evangelio. Sus libros en su mayoría son de arte. Cae la tarde, y con ello la noche. El entrevistado promete que en la próxima visita hablaremos de la obra: Así Habló Zaratustra.