La desgracia de Morelos

En opinión de Roberto Salinas

La desgracia de Morelos

No, no es la pandemia lo que debe mantener atemorizados a los morelenses, no es el sismo lo que les ha impedido salir adelante, no es la inseguridad que lastima cada día, que atenta contra las familias, las empresas, contra cada esfuerzo de salir adelante.

Lo que tiene a los morelenses en la desgracia, son sus funcionarios públicos, la corrupción que se adueña de los recursos que deberían aprovecharse para combatir la inseguridad, de adquirir equipo necesario para enfrentar a los delincuentes, de capacitar y mejorar el pago a sus policías. La corrupción que deja a médicos sin equipo necesario para combatir una pandemia. La corrupción que se adueña de los recursos para generar inversiones productivas en el estado, para impulsar el turismo y su belleza natural, la corrupción que se adueña de los presupuestos para invertir en el campo o infraestructura deportiva para los jóvenes. La corrupción que recauda impuestos pero que no entran completos en las oficinas municipales.

La desgracia de Morelos también está en la corrupción que impide mejorar leyes, de vigilar a los poderes y el uso de recursos, la corrupción que se adueña y chantajea los presupuestos, la desgracia de simular apoyar a los ciudadanos con miserias cuando en realidad tienen un presupuesto vergonzosamente alto.

La desgracia que se vive en la aplicación de la justicia, atrapada por grupos, por el control de las plazas, presupuestos y aplicación de la justica, la corrupción que permite tener en la nómina a familiares y amigos o asignar plazas de jueces de forma discrecional.

La desgracia de Morelos es por sus funcionarios públicos que piensan que llegaron al cargo para volverse ricos y no para servir a los demás, encumbrados por partidos políticos con procesos opacos o apropiados por familias y grupos que lo mismo se reparten, venden o compran candidaturas para hacerse de poder o mantener su registro.

Sí, tenemos la culpa porque pensamos que solo nos toca participar en la votación. Pero depende también de nosotros, de los ciudadanos honestos y valientes, de quienes trabajan día a día por procurar mejores condiciones para su familia y su entorno. Depende de los ciudadanos que evitemos que esta desgracia termine de acabarnos.

Ya no tenemos tiempo que perder, debemos actuar. Debemos pasar de la queja a la acción, hacer que rindan cuentas, cuestionarlos cada día, pedirles información, realizar acciones legales locales, federales o internacionales para frenar su abuso.

Las instituciones no son los funcionarios, son instrumentos para el bien común, instrumentos para servir a los ciudadanos. Apliquemos nuestros esfuerzos en coordinarnos y hacerlos responsables de sus acciones. Se requiere generar una fuerza social que cambie los abusos por el respeto, la solidaridad, la honestidad. Hoy es el tiempo, no habrá otra oportunidad, depende de cada uno de nosotros.