Juego de manos - Somos hijos de la chingada

En opinión de Diego Pacheco

Juego de manos - Somos hijos de la chingada

¡Qué descaro! El jueves pasado Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba y activista mexicano, osó profanar con su planta el suelo del senado y, con sonrisa en boca, llamó “hijos de la chingada” al público que se encontraba frente a él. ¡Oye, sus sentimientos, Rubén! 

En el contexto del foro “Los costos de la masculinidad tóxica: retos y alternativas para la igualdad y el bienestar”, el activista comenzó su mensaje, no sin antes saludar a los asistentes y expresando su alegría de formar parte del evento, con "respetuosos y empáticos saludos, hijos de la chingada". Estas palabras fueron suficientes para generar más de una reacción negativa, entre las cuales resaltó en la agenda la del senador panista Julen Rementeria, quien tachó de payasada la intervención del músico e hizo un llamado de atención a los “problemas reales” del país, como la inseguridad, el desempleo y la economía.  

De igual manera, los medios de comunicación resumieron la intervención del tacuvo (y la información sobre el foro), en 4 palabras: hijos de la chingada. Bien, para entender el porqué de la altisonancia de su mensaje hay que escuchar el minuto siguiente a estas palabras para darse cuenta de que la chingada, en realidad, hace referencia a la mujer y nosotros, como sus hijos, somos quienes hemos visto a partir de un proceso histórico, geográfico y cultural, cómo es que ella ha sido violentada, abusada, y ha sido sumisa ante el hombre. Sí, en este caso, la frase hijo de la chingada hace más sentido y está menos vacía que en los miles de usos que le damos día con día. 

A partir de este brevísimo análisis me surgen varias dudas: ¿será que ni el senador, ni los medios escucharon más allá de los primero 50 segundos se la participación de Albarrán, o lo hicieron, pero fue más importante la forma que el fondo de su mensaje? Desde la perspectiva de quien escribe ahora, hay un grave problema de comprensión, tanto del mensaje como del fenómeno al que confronta; desde que se le da más importancia a una "mentada de madre”, cuya intención le tira más a una llamada de atención que a un insulto vacío, que a una patología sistemática de la que hemos sido partícipes por centenares de años; y hasta que un miembro del senado lo haya tachado de no ser un problema real.  

Bien, comencemos con lo más superficial, el “insulto” a los presentes en el foro. Me parece que el senador Rementeria tiene una piel muy delgada. Digo, si 4 palabras son suficientes para dejar de escuchar 10 minutos de diálogo acerca de la masculinidad tóxica, no me imagino lo que ha de pasar cuando él salga a caminar por las calles de Veracruz y las mentadas de madre lleguen sin respetuosos y empáticos saludos, y que en cambio apelen a una falta de empleo, de seguridad o a una mala economía que, después de todo, son los problemas reales del país, ¿no? 

 Me parece que, antes de que él como senador, todos los, y las instituciones se ganen el respeto de la ciudadanía, las quejas de cómo les están hablando feo están de sobra.Hasta entonces les toca aguantar los abucheos. Ni modo, uno cosecha lo que siembra, y el gobierno (este y los pasados) lleva mucho tiempo sembrando porquería que hoy espera ser cosechada. 

Ahora, lo importante de todo el asunto no fue ni la metáfora altisonante ni las quejas de los heridos, lo que debe trascender es el contenido de todo el foro. “Masculinidad tóxica” ¿qué es eso y cómo me vacuno contra ella? Este término se refiere a la exaltación de las virtudes que se les atribuyen a los hombres por el simple hecho de ser hombres; es decir, la expectativa de que cada hombre, debido al sexo al que pertenece, sea fuerte, proveedor, valiente, dominante; y la negación de que este muestre cualquier símbolo de debilidad, traducida en feminidad; y, por ende, la negación de que las mujeres adopten estas características “exclusivamente masculinas”. 

A partir de este fenómeno es que la sociedad reproduce estereotipos que desencadenan problemas de desigualdad entre hombres y mujeres, y de violencia hacia las segundas. Es por eso por lo que no se le puede llamar “humanismo” al movimiento feminista, o por lo que se habla de machismo y no de “hembrísmo”. No es que se le atribuya un antagonismo al hombre, sino que se señala un fenómeno recurrente dentro de nuestra sociedad(y muchas otras), y se visibiliza un sexo que ha sido violentado sistemáticamente por él; de modo que se le deje de ignorar el problema y se comience a trabajar en un cambio en favor de la equidad. 

Las consecuencias de este problema son reales: en México se tiene una brecha salarial de desigualdad del 34%; ha sido necesario reformar la ley para que una cuota de género del 50% se le impusiera a las postulaciones del legislativo federal y, a pesar de ello, únicamente el 33% de los lugares en el Senado y 38% de los de la Cámara de Diputados son ocupados por mujeres quienes, como menciona Albarrán, aunque estén presentes, han tenido que adoptar roles masculinos para sobrevivir en entornos plenamente machistas, como lo es el de la política 

Además, de acuerdo con la última Encuesta Nacional sobre Dinámica de las Relaciones en los Hogares del INEGI, 46% de las mujeres mayores a los 15 años han dicho haber sufrido una agresión por parte de su pareja, 53% consideran ser violentadas económicamente por su pareja, 29% han sido víctimas de violencia física y 16% de violencia sexual; ¡Ah! y no olvidemos los 1,199 feminicidios ocurridos en el primer cuatrimestre del año y las 9 mujeres asesinadas cada día. 

La masculinidad tóxica es un problema real que debemos enfrentar como sociedad, las desacreditaciones de los movimientos de mujeres en que buscan la visibilidad de su sexo y la equidad entre mujeres y hombres noshacen daño a todos. Sí, el país enfrenta un problema real en materia de seguridad, de desempleo y de economía; pero también de machismo y de comprensión. Entonces, tomando en cuenta lo anterior, somos todos hijos de la chingada.  

  

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