Juego de Manos - Mia III

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Mia III

 

Para dar cierre a esta serie, es importante abarcar el lucro con la ilegalidad dentro de la plataforma más grande de pornografía en el mundo: Pornhub. Ya que, aunado a las problemáticas mencionadas en Mia I y II (que, si no has leído aún, te invito a hacerlo) acerca de los contenidos, las relaciones laborales y las implicaciones sociales que tiene la participación en el mundo de la pornografía, hay que poner el ojo en aquello que la plataforma —por negligencia, ineptitud u oportunismo— no toma en cuenta a la hora de realizar sus cortes anuales.

Y es que, no es novedad que dentro del cúmulo de contenidos violentos dentro de la plataforma se encuentren, normalizados e impunes, miles que presentan casos de violaciones, grabaciones sin consentimiento, pedofilia, acoso sexual en las calles, entre otros. Esta grave problemática ha sido ignorada e invisibilizada, junto con sus víctimas, por años.

Por ello, Laila Mickelwait —con el apoyo de la organización anti-tráfico de personas Exodus Cryse— creó la campaña #Traffickinghub, mediante la cual busca denunciar a la megaplataforma de pornografía por permitir la existencia de contenidos de tráfico de personas, violaciones y explotación de mujeres, niñas y niños dentro dela página, lucrando con actos tan viles. Todo lo antetior con la finalidad de que tanto Pornhub, Mindgeek (empresa dueña de la plataforma de pornografía) y sus ejecutivos rindan cuentas por ello.

Esta campaña, a su vez, cuenta con una petición en change.org traducida en 6 idiomas y que, hasta el mpomento en que se redacta esta columna, tiene un total de 1,160,620 firmas. Asimsimo, dentro del trabajo realizado por esta campaña se encuentra la recopilación de 11 casos de mujeres y niñas víctimas de Pornhub o Mindgeek.

El caso específico de Rose Kalemba, una chica de 14 años oriunda de Ohio, Estados Unidos, sirve para dar una idea de la negligencia y desapego de la empresa. En 2009, Rose fue secuestrada por dos hombres, quienes la llevaron a una casa al otro lado de la ciudad para, posteriormente, violada y torturada por un periodo de alrededor de 12 horas; mientras que un tercero grababa.

Meses después, múltiples videos de lo sucedido serían subidos a Pornhub, algunos de ellos juntaban, en ese entonces, cerca de medio millón de visitas. La violación y tortura de una niña de 14 años se volvió pública, generando tráfico para la plataforma, y rechazo dentro del circulo familiar y social para Rose.

A partir de lo anterior, ella mandó numerosos correos a la empresa, pidiendo que los videos fueran bajados de la página, en donde señaló el hecho de que ella era menor de edad y que éstos muestran el momento de su violación. A pesar de ello, no obtuvo respuesta. No fue hasta que Rose decidió mandar un correo haciendose pasar por un abogado que amenazaba con acciones legales, que Pornhub atendió las peticiones y, en tan solo 48 horas, retiró el video del portal.

Es decir, este no es solo un tema técnico que se “justifique” por una falta de herramientas de detección de contenido ilícito, es un problema que conlleva una mercantilización de la violencia sexual. Lo que involucra no solo a la negligencia de la plataforma que decide ignorar este tipo de contenidos; sino que también engloba a quienes los consumen y comparten. Dentro de esta cadena de responsabilidad, todos son cómplices.

Casos como el de Rose Kalemba, si bien son significativos y dan voz y rostro a la violencia antes mencionada, son apenas una pequeña parte visible de la totalidad del problema puesto que, por cada uno que alcanza a entrar en la agenda, hay muchos más que son ignorados.

De acuerdo con el último recuento anual de Pornhub, la principal búsqueda en 2019 fue “amateur” y, en México, “mexicanas caseros” fue la novena búsqueda más frecuente.  Bajo ambos conceptos se pueden encontrar miles de videos que involucran a mujeres inconscientes, grabaciones sin consentimiento, violaciones y pedofilia. De nuevo, la culpa no se reduce a la plataforma, el tráfico hacia ciertos contenidos —y, por ende, la oferta de estos– para de quienes lo consumen.

Este es un problema que se extiende a la arena pública y que, como sociedad machista, normalizamos. La difusión masiva de fotografía y videos íntimos de mujeres, en muchas ocasiones menores de edad, es un grave problema social que urge atender. A la fecha, son 17 estados de la República que han aprobado la Ley Olimpia, mediante la cual se reconoce la violencia digital y se sanciona a quien divulgue fotografías íntimas sin consentimiento.

Sin embargo, este mecanismo se queda corto para hacer frente a esta problemática pues, para darle una solución integral, es necesario que se combata desde sus consumidores. Y esta tarea no se queda en el ámbito jurídico, sino que involucra, necesariamente, un cambio social a partir de la crítica de lo que consumimos y la autocrítica de nuestras conductas.

Como hombres, debemos tener bien claro que la cadena de responsabilidad se reparte entre todas las personas involucradas en este tipo de actos de violencia, con excepción de las víctimas, quienes jamás serán culpables de la violencia que sufren. Criminalizar a la mujer cuyas fotografías fueron difundidas, es excusar a los agresores de su responsabilidad, mientras que se solidifica el mecanismo que condena la sexualidad de las mujeres y premia la violencia ejercida por los hombres.

Hay que comprender que no hay inocencia en callar cuando somos testigos de la difusión de fotografías o videos íntimos, mucho menos en compartir el “pack” que te pasaron tus cuates. Debemos ser muy críticos con lo que consumimos y atestiguamos. El silencio nos hace cómplices. Por un México más justo y menos, jamás callemos.

 

Por cierto:

Quiero enviar un enorme agradecimiento a todas las personas que participaron en la creación de esta serie. Por las referencias, los zapes y las perspectivas. Por las correcciones y las opiniones. Por abrirme los ojos hacia problemáticas que no había dimensionado. Porque sin ustedes, no sería posible haber levantado este análisis. De corazón, muchas gracias.

 

Nunca más nos hagamos de la vista gorda: 

  

diegopachecowil@gmail.com