Juego de Manos - Las Mañanitas

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Las Mañanitas

Este viernes arribó a la Ciudad de México la caminata por la Verdad, Justicia y la Paz, que partió el día anterior desde Cuernavaca, Morelos. Encabezada por Julián y Adrián LeBarón, junto con el activista Javier Sicilia; esta manifestación tiene como objetivo alzar la voz por el problema de inseguridad al que se enfrenta ineficientemente el Gobierno de México, y que termina pagando con vidas la ciudadanía mexicana. El sábado, los marchantes realizaron actividades culturales en la explanada de la Estela de Luz con el propósito de hacer un llamado al fin de la violencia que se vive en el país.

El domingo, día último de esta protesta, se realizó una última caminata desde la Estela de Luz hasta el Zócalo Capitalino para una reunión con la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero y el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo.

Asimismo, en este último camino, se hizo una parada en el Senado de la República para entregar una carta en la que se exige un cambio en la estrategia de seguridad, de la que se entregará una copia a la Presidencia de la República. Esta senda se recorrió usando solamente un zapato, en conmemoración de McKenzie Langford, una niña que sobrevivió la masacre a los LeBarón y caminó varios kilómetros con un solo calzado en busca de ayuda.

El Presidente de la República negó reunirse con el contingente que partió desde la capital morelense. En conferencia mañanera señaló: “la marcha de la paz que busca que se atienda el problema de la inseguridad y de la violencia, pues no tengo tiempo, no tengo oportunidad de atenderlos, además lo dije no quiero que se vaya a faltar el respeto a la investidura presidencial porque tenemos adversarios”. En ese mismo espacio, el presidente reiteró su desconfianza de la cobertura de los medios a una reunión de esta naturaleza y los perjuicios que pudiese sufrir su imagen; la malevolencia de sus adversarios que cazan furtivamente sus errores; su derecho a réplica y su carácter como dueño de su silencio.

Se ha escrito ya en muchos Juegos de Manos que esta administración se enfrenta (sin éxito) a la ola de violencia que, desde hace más de una década, está creciendo en México. Los cuerpos no dejan de llenar fosas, las balas no dejan de cobrar vidas y las calles no dejan de verse cada vez más vacías. Es urgente encontrar los mecanismos, las estrategias y los medios necesarios para enfrentar efectivamente al crimen organizado, la violencia y a la inseguridad del país. También, se ha escrito en múltiples ocasiones que uno de los más grandes defectos que tiene la actual cabeza del ejecutivo es su falta de autocrítica, su dificultad para admitir (y, por ende, enmendar) sus errores y dar marcha atrás a sus palabras.

El problema aquí no es que Andrés Manuel busque proteger la imagen presidencial o que tenga una agenda muy ocupada; el problema es que él no cuestione en ningún momento la efectividad de la estrategia de seguridad presente, que siempre existan “otros datos”, y que cada crítica pública sea respondida con descalificación, superioridad moral o con sinónimos de “soy espejo y me reflejo”. Esta no es la primera vez que un contingente se reúne para alzar la voz en contra de la crisis de seguridad que se vive en el país, y es probable que tampoco sea la última. Tal vez, solo tal vez, el pueblo sabio de México no sea tan feliz, feliz.

 

Pero espera, hay más

En la misma reunión matutina, el presidente señaló que el crimen organizado está reclutando a niños a sus filas debido a que cada día es más complicado conseguir jóvenes dispuestos a unirse a la delincuencia. Esto fue acompañado con una alabanza a la actual estrategia de seguridad que se enfoca en combatir las causas de la inseguridad en México. Los jóvenes, con nuevas oportunidades de crecimiento ofrecidas por el gobierno federal, están rechazando incorporarse a las filas del narcotráfico y la delincuencia organizada.

Esta declaración es sumamente delicada. Desde esta perspectiva, parece coherente y responsable atacar las causas de la ola de violencia que vivimos en el país. La educación, el trabajo y la paz son las vías para que, a largo plazo, se de un alto y marcha atrás al crecimiento del crimen organizado en México. Sin embargo, es terrible señalar como un logro que, a falta de jóvenes, los niños estén construyendo el ejército de sicarios del mañana. Esto, en oídos críticos (u opositores, que suelen confundirse con ello) sonaría a una preferencia de un sector de la población a otro. Y no, el problema no está en la edad de quienes comenten los crímenes, sino en la existencia de estos.

 

Fe ciega

Y para cerrar sobre la misma línea, en conferencia de prensa matutina el presidente, Andrés Manuel López Obrador, propuso dejar atrás la inspección de los medidores de consumo eléctrico de los hogares por parte de los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), para dar lugar a la mediación, reporte y posterior pago del consumo de luz a las y los mexicanos.

Como parte del combate a la corrupción en el país, propósito insignia de su campaña y administración, la propuesta Ley de Confianza Ciudadana haría que las y los ciudadanos se encarguen de calcular honestamente cuál fue su consumo eléctrico, posteriormente, mediante un tabulador, definir cuál es el monto para pagar y, finalmente, acudir a la CFE a pagar la cantidad correspondiente. Asimismo, se realizarían inspecciones al azar para corroborar que lo que se manifiesta sea verdadero, de lo contrario, se aplicarían las sanciones correspondientes.

Caso similar ocurriría con comercios y empresas. Quienes tendrían que inscribir a un padrón y bajo protesta de decir la verdad, conocer sus responsabilidades (sanitarias, de seguridad, etc). De igual manera, mediante inspecciones al azar se comprobaría la veracidad de lo manifestado por los comercios y, si resulta positivo, se entregaría un certificado de buen ciudadano.

Ojo, aquí el presidente toca un punto importantísimo. Porque si bien se habla mucho de buscar restablecer la confianza de la ciudadanía en las autoridades de todos los niveles, es también necesario volver a creer en la honestidad y el civismo de los propios habitantes del país.

El problema con esta propuesta es que se hace sin una base que sustente la confianza en la ciudadanía, es decir, se pone una fe ciega sobre ciudadanos, ciudadanas y comercios. Ahora, esto no significa que es necesario antagonizar a los habitantes del país. Pero sí es necesario comprender que el ser un “buen ciudadano” no se reduce únicamente a la moral de quien pretende ser uno, sino que es necesario también contar con las condiciones necesarias que poder serlo. En muchos casos, las personas no delinquen por una maldad inherente en ellas, sino por un contexto peligroso, una economía frágil, responsabilidades básicas con su familia, o una manipulación del ya existente crimen organizado que los obliga a cometer ilícitos. Pensar que el crimen se reduce a decisión y maldad es un juicio superficial e irreal, y la administración pública no puede permitirse estos errores.  El pueblo, antes de bueno o malo, es acomodado o pobre.

 

El día en que me escribas, nacerán todas las flores:  

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