Juego de manos - Las cosas como son

En opinión de Diego Pacheco

Juego de manos - Las cosas como son

La semana pasada, Mauricio Clark captó la atención de medios de comunicación, figuras públicas y ciudadanos luego de que lanzó un tuit en el que reducía los aportes de la comunidad gay y a sus miembros a drogas y promiscuidad, señalando que “ese es el llamado orgullo gay”. El ex conductor del programa Hoy, formó parte de dicha comunidad por 20 años, y hoy se define como un ex-gay, esto a partir de que se introdujera a la religión cristiana y se declarara heterosexual.  

            A partir de ello, el antiguo conductor se vio envuelto en discusiones a través de Twitter, y formó parte de un “debate” dentro del programa matutino del que formaba parte. Dentro de esta discusión, en la cual acaparó el micrófono mediante interrupciones y alzadas de voz, Mauricio declaró que la comunidad LGBT+ es una minoría cuya vulnerabilidad está siendo utilizada por una dictadura con fines sociopolíticos, y que a través de ella se están introduciendo ideas comunistas y una dictadura ideológica con el nombre de “ideología de género”; es decir, que utilizando la violencia ejercida hacia las personas con identidades y preferencias sexuales no tradicionales, agentes están imponiendo una ideología y eliminando la libertad de pensamiento. Bien, vamos por partes. 

            Este grupo, como lo menciona Clark, es vulnerable y representa una minoría en nuestra sociedad; y sí, esta vulnerabilidad ha sido utilizada para servir a intereses políticos, esto se puede observar en campañas con estandartes de políticas inclusivas y la no discriminación; sin embargo, nada tiene que ver el comunismo en esto. Tampoco hay que olvidar que esta comunidad ha sido utilizada con fines comerciales, ¿cuántas marcas se han pintado de arcoíris durante este mes con fines publicitarios, y cuántas de ellas son realmente solidarias con este grupo y no lo son convenientemente solo durante el mes de junio? 

La diferencia entre esto y la ideología de género de la que Mauricio Clark se queja es que, si bien, esta también tiene un trasfondo político, su objetivo es generar conciencia para hacer política en favor de esta comunidad vulnerable, no para servir a intereses particulares. La llamada “dictadura ideológica” a la que se refiere es una llamada de atención hacia pensamientos, acciones y lenguaje que propician la violencia hacia grupos vulnerables por su género, y estos van desde las mujeres hasta las personas no binarias, y que las agresiones en su contra han sido normalizadas dentro de la sociedad y, por ende, son aceptadas dentro de la población, como utilizar el “no seas niña” o el “puto” como insulto.  

Entonces no, Mauricio, esto no significa que el pensar diferente es sinónimo de homofobia, pero si tus ideas propician las agresiones en contra de la comunidad LGBT+, y si apoyas los estereotipos arcaicos sobre este grupo, entonces tu pensamiento es homofóbico. No te quejes si la gente no aplaude tu violencia. 

            Esta no es la primera vez que Clark llama la atención por un mensaje en Twitter. El mes pasado hizo ruido al anunciar que haría en México la primera marcha ex-gay. En dicho evento se celebraría que gracias a Dios es posible “curar” la homosexualidad. De nuevo, la idea de que las preferencias sexuales están ligadas a la espiritualidad, y que estas son “curables” como si se tratasen de una enfermedad, son arcaicas y absurdas; y generar un movimiento de protesta, desde un puesto privilegiado, en contra de un movimiento que busca derechos para un grupo que no los tiene, no es un tema de libertad de expresión, se trata de una expresión de homofobia. Las cosas como son. 

            Ahora, lo importante de todo esto no es Mauricio Clark. El eco de su mensaje ya ha perdido la mayor parte de su fuerza, que en su mayoría se debió a la reacción de los ofendidos, no a quienes comparten sus ideas; y sus palabras no fueron ni revolucionarias ni críticas a esta comunidad. Es lo ordinario de su pensamiento lo que preocupa a la hora del análisis. Es el hecho de que miles de mexicanos y mexicanas, abiertamente o desde su intimidad, aún concuerdan con estos estereotipos y siguen deshumanizando a quien no es heterosexual. Es que aún existen quienes piensan que el orgullo LGBT+ se traduce en salir en calzones a la calle, a pintarse de colores y a celebrar la promiscuidad, y a partir de ello contribuye a la carga inmoralidad que se le otorga dentro de la sociedad. Y no es así.  

Este orgullo parte de una lógica: la creación de una identidad que se les ha negado a quienes rompen con los esquemas sexuales preestablecidos; cuando una gran parte de la población se rehúsa a aceptarlos como miembros de la sociedad. Se trata de dar seguridad a quienes se identifican con esta comunidad para puedan desarrollarse sin temor a ser atacados, y darles las herramientas necesarias para hacerle frente a las discriminaciones que sufren día con día. Se busca hacer ruido para llamar la atención y, a partir de ello, generar conciencia sobre su falta de derechos que, por negligencia o por ineficiencia, han quedado rezagados en el área legislativa, y son constantemente negados por la misma sociedad.   

Para dar solución a todo esto hay que comenzar teniendo empatía. Hay que entender antes de dejarse llevar por prejuicios y estereotipos, y es necesario dejar ideas obsoletas y absurdas como que la comunidad LGBT+ va de la mano con drogas, promiscuidad e inmoralidad, las generalizaciones son peligrosísimas. Vaya, lo que se busca no es darle privilegios a un grupo, sino darles los mismos derechos que el resto de la población goza, y de los que son acreedores en el momento en el que nacen mexicanos. Es momento de reconocerlos como parte de la sociedad y darles las condiciones de vida necesarias para que puedan desarrollarse de la misma manera que lo hacemos todos los demás. Y si queremos avanzar como sociedad, es tiempo de dejar ideas antiquísimas atrás, de interesarse en el bienestar de los demás, y de velar por la seguridad de los grupos más vulnerables. En otras palabras, hace falta tener tantita madre (o padre) y salir de nuestra burbuja privilegiada si queremos progresar como sociedad.

 

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