Juego de Manos - Fuego amigo

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Fuego amigo

La madrugada del viernes, el secretario de Seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, fue emboscado en el Paseo de la Reforma por un grupo fuertemente armado. Tristemente, el enfrentamiento cobró la vida de dos de los escoltas del funcionario y una mujer que transitaba por el área en su camino al trabajo. Asimismo, Harfuch fue herido con tres balas y trasladado a una cirugía en la que no se presentaron complicaciones. 

Evidentemente, este intento de homicidio —que se le adjudica al Cartel Jalisco Nueva Generación— fue el principal tema de la agenda esta semana, cuyos temas incluyeron condenas al acto y expresiones de solidaridad hacia el secretario y la Jefa de Gobierno, teorías alrededor del ataque y reflexiones sobre la magnitud, coordinación y contexto del mismo. Este atentado dio mucho de qué hablar dentro de todas las esferas de nuestra sociedad. 

No obstante, a pesar de la gravedad del asunto y la multitud de frentes para abordarlo, el académico y periodista, John Ackerman, aprovechó el lamentable suceso para lanzar una descalificación a la prensa a través de su cuenta de Twitter: “[…] los sicarios del narco son la contracara del sicariato mediático”, declaró. Vaya.  

Días más tarde, Ackerman ¿corrigió? sus declaraciones con el siguiente tweet: “No se confundan. Los "sicarios mediáticos" no son ‘periodistas críticos de la 4T’ 
[…] Yo mismo soy periodista y respeto y defenderé la profesión hasta el final. Pero hay quienes se dedican a la calumnia y la desinformación”. No, pues gracias. 

Como es costumbre en este espacio, vamos por partes. En primer lugar, hay que señalar lo obvio: el periodismo no está para acomodarse a los intereses de personas o grupos, aún cuando formen parte del gobierno federal (o estén casados con alguna de ellas). Las labores periodísticas se centran en la difusión de información veraz para el beneficio de la sociedad. Esto, evidentemente, involucra visibilizar los triunfos, derrotas, aciertos y errores; para que las y los lectores tengan las herramientas y se formen un juicio propio sobre determinados temas. Por ende, la labor informativa es necesariamente incomoda. 

Por otro lado, llama la atención que Ackerman incluya dentro de los integrantes del periodismo a quienes “se dedican a la calumnia y la desinformación”. Venga, existe una clara diferencia entre comunicar información incómoda y difundir información falsa o calumnias. Y él, como periodista (reconocido y autoproclamado) debería ser capaz de reconocer esta diferencia y, posteriormente, darse cuenta que la desinformación, como profesión, no puede ser llamada periodismo. Pero bueno. 

Finalmente, y como punto más problemático, es sumamente delicado comparar a la prensa (cualquiera) con los sicarios del narcotráfico. Asociar a las y los periodistas del país con los mismos grupos delictivos que les persiguen y asesinan es una declaración sumamente peligrosa. 

A todo ello, la cuenta de Twitter de Reporteros sin Fronteras (RSF) en español respondió a las expresiones de John Ackerman argumentando que estas ponen en riesgo a las y los periodistas que, de por sí, corren un grave peligro al vivir en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer esta profesión. 

Quienes ejercen la honorable profesión del periodismo día con día se arriesgan en busca de la verdad. La cacería de información implica enfrentar intereses, incomodar personas y hacerse de enemistades. Sin embargo, también encuentran alianzas en sus compañeras y compañeros. Ackerman, con este fuego amigo, demuestra su nula empatía con sus colegas y pone en duda su papel dentro del gremio.  

  

Justificaciones 

Andrés Manuel López Obrador añadió una nueva declaración a su lista de desafortunados (para no entrar en otros adjetivos) comentarios. Luego de dar una breve introducción —a la altura de “no soy machista, PERO” el presidente de la República señaló que “la tradición en México es que las hijas son las que más cuidan a los padres, nosotros los hombres somos más desprendidos, pero las hijas siempre están pendientes de los padres, de los papás, de las mamás”. Ah, bueno, para saber. 

Esta no es la primera vez que el presidente ha hecho comentarios equivocados respecto a la violencia de género y la lucha por erradicarla; no obstante, la construcción de la narrativa presenta un cambio al reconocer que el feminismo tiene “causas justas”, pero dejando a un lado el trasfondo de la lucha, su importancia o cuáles son dichas causas. 

Esta modificación en el discurso del Ejecutivo Federal no debe entenderse como un avance en su comprensión social puesto que, a pesar de hacer un anagrama de sus pronunciamientos machistas, el fondo sigue siendo el mismo.  

Ahora, el presidente señala algo que es cierto: las tareas domesticas (de cuidado, aseo, cocina o cualquier otra) han sido, desde siempre, una labor puesta sobre los hombros de las mujeres. No obstante, justificar este acto de machismo profundo con el tradicionalismo mexicano es lo mismo que justificar la corrupción como un problema cultural, son análisis erróneos que ignoran la necesidad de resolver un problema excusándolo como algo intrínseco en la identidad nacional. 

Sí, el machismo ha formado parte de la cultura mexicana. Sí, gran parte de las tradiciones del país ejercen violencia contra las mujeres. Empero, declarar las prácticas de violencia de género como parte de la tradición mexicana, sin definir por qué esto es un problema o compartir el interés por encontrarles solución, es un discurso encaminado a justificar esta violencia, a perpetrar su existencia y, en el caso específico de AMLO, ponerse del lado de su némesis: los conservadores. Aguas. 

  

Por cierto  

Este fin de semana se realizó la Celebración del Orgullo LGBT+, una fiesta por la identidad, orientación y expresión libre de cada persona. Este es un acto de protesta en el que se realzan los logros que han alcanzado las personas LGBT+ y se reafirma la lucha por conseguir reformas sociales y políticas públicas a través de la aceptación propia, la educación y la inclusión.  

Asimismo, esta celebración sirve como recordatorio del papel que nos corresponde a quienes simpatizamos con la comunidad. Al encontrarnos en una posición de privilegio, es responsabilidad de nosotros y nosotras denunciar actitudes violentas y apoyar a la comunidad en la demanda de escenarios más equitativos y representativos. Hay que escuchar y hay que aprender. Equivocarse es parte del proceso, sin embargo, debemos crecer con cada error y darnos cuenta de la manera de que somos parte del problema (y cómo cambiarlo). 

Ojalá, en el futuro cercano nadie tenga que salir del closet, que ya no exista la necesidad de esconderse. Porque el amor no tiene etiquetas, la identidad la define cada persona y porque una vida libre de violencia es derecho de todas y todos.  

 

Sigamos aprendiendo:  

   

diegopachecowil@gmail.com