Inclusión Educativa en la UAEM - Aprendizaje escolar: Sistema Educativo Nacional

En opinión de Eliseo Guajardo Ramos

Inclusión Educativa en la UAEM - Aprendizaje escolar: Sistema Educativo Nacional

Los balances de las clases en la virtualidad, en tiempos de pandemia, coinciden tanto a nivel iberoamericano, como a nivel nacional y sectorial; trátese de organismos multilaterales, como la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la Secretaría de Educación Pública (SEP) y hasta el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), respectivamente. Entre otras cosas, han dicho que es urgente volver a clases presenciales de forma urgente. Porque no sólo incrementa las desigualdades las estrategias de clases virtuales, para los niños en condiciones de pobreza, a los niños más pequeños, los rurales, indígenas y los que están en condiciones de discapacidad, sino que a niveles generalizados puede haber retrocesos en aprendizajes ya adquiridos.

¿De qué tipo de aprendizaje tendríamos que estar hablando, que esté en peligro con la pandemia? Sería del aprendizaje con enfoque conductual skinneareano que requiere de reforzamiento positivo o negativo, de premios y castigos tangibles en la contingencia real o simbólica. Alejado del aprendizaje para toda la vida de carácter piagetano y vygotskiano del desarrollo infantil.

Se ha puesto en riesgo la didáctica de la repetición en el aula, que se ha dificultado en la virtualidad. También, la uniformidad que ha sido francamente inalcanzable e imposible. La aspiración permanente a la uniformidad del sistema ha explotado en añicos durante este año y medio de educación a distancia y virtualidad, como hemos reiterado. Alguien comentaba una anécdota de un secretario de educación que frente a un presidente le decía: Sr. presidente en este preciso momento, a esta hora, todos los niños de 1° grado están abriendo su libro de lectura en la página X. Presumiendo la uniformidad del sistema educativo en materia de disciplina didáctica del sector. Ahora, la heterogeneidad didáctica se ha enseñoreado en aterrizaje forzoso en este periodo de pandemia. Se utilizaron todas las plataformas conocidas como la de Google meet, Zoom, Stream Yard; Clasroom, YouTube, Facebook, WhatApp, etcétera. Ya este sólo hecho propicia la heterogeneidad. Agreguemos, quienes emplearon estrategias mensajes y cuadernos en puntos estratégicos, como la papelería más cercana a la escuela. La colaboración e instrucciones a los padres de familia, hermanos mayores, vecinos, etcétera. Incluso, visitas intermitentes a los domicilios.

El Sistema Educativo Nacional ha sido tan centralizado que no ha permitido la más mínima flexibilización curricular deseable. Este 3 de octubre, ha cumplido 100 años este sistema, fundado por José Vasconcelos en la presidencia de Álvaro Obregón. En los hechos, la pandemia ha propiciado la heterogeneidad como nunca ha habido. Esto puede ser una gran tragedia u oportunidad para no volver con la presencialidad a la uniformidad centralizada. Para regionalizar y establecer una didáctica heterogénea y dar cauce a la diversidad en las aulas.

Pero no podemos pecar de optimismo de esta posible oportunidad, que hasta ahora está en al ámbito de un lamentable accidente planetario. Las tradiciones y culturas laborales de la docencia son muy difíciles de transformar.

Podríamos evocar lo que ha sido aprendizaje de la iniciación a lectura y la escritura en la escuela. Comenzando con el hecho de la invención de la máquina de escribir, en 1870, por Sholes, Glidden y Soule. Para sustituir la escritura manual de los libros de contabilidad, documentos, minutarios, correspondencia, etcétera, se requirió de una gran producción industrial y distribución comercial de las máquinas de escribir, que se logró hasta bien avanzada la postguerra de la segunda conflagración mundial. Mientras tanto, la escuela seguía enseñando a leer y a escribir como si se tratara de un trabajo intelectual y manual, respectivamente, en los alumnos del 1° grado. El aula, a la hora de la escritura se convertía en un taller con las herramientas del tajo, tintero, el cuaderno y los “secantes” para absorber los manchones de tinta inevitables en los cuadernos. Las planas de escritura era un trabajo de ejercitación motriz. La postura en el banco era muy importante para no adoptar un hábito que tuviera consecuencias en la salud corporal. Sólo de pensar escribir por ocho horas en los escritorios de los futuros amanuenses, que de tener buena letra se podía obtener un buen empleo de cuellos blanco. Los maestros recorrían las filas de bancos para corregir la postura y el trazo en la hoja desde que se iniciaban en la escritura los niños. Un hábito mal adquirido era muy difícil de erradicar. Por ello, no revidaban en su escritorio, sino directamente en el lugar del alumno en su banco. Es muy seguro, que aquí se haya instalado lo que ha sido en la escuela “el horror al error”, que era válido para una actividad manual, como era la escritura; pero que no se justifica en una actividad intelectual, como es el pensamiento crítico, por ejemplo. Inhibir el error paraliza al niño a lanzar hipótesis plausibles. Esta tradición que ha llegado a nuestros días, de generación a generación de los maestros en su práctica docente, como se trasmite un oficio, más que la de una profesión, ha calado en la dificultad para instalar nuevas prácticas. Entre muchas otras razones.

Las investigaciones oftalmológicas que dieron cuenta que el ojo no tiene una movilidad lineal en el renglón para la lectura, sino que es por saltos en puntos claves para rastrear la letra que da significado a la palabra explorada. Dio cuenta para favorecer el método global de análisis estructural de la lecto-escritura. Con ello, se buscó favorecer la lectura con la escritura y viceversa. Ya no enseñarla por separado. Lo gráfico no era sólo manual, sino simbólico para favorecer la lectura. No obstante, las planas no lograron ser erradicadas en la práctica docente. Y con ello, se filtró el denominado “horror al error”.

Luego vino el enfoque psicogenético de la Lengua Escrita, de Emilia Ferreiro, junto con Margarita Gómez-Palacio y su equipo influyeron en la educación básica de la iniciación de los alumnos de preescolar y 1° de primaria, hacia los años 80s del siglo pasado a la fecha. El avance tecnológico ha sido más que vertiginoso. El concepto de alfabetización ha cambiado desde fuera de la escuela. Teclear en un celular en redes sociales forma parte de la cultura de la escritura. La escuela no puede esperar a que se enseñen las primeras letras hasta que estos niños ingresen al 1° grado e ignorar que ya se comunican a través de las redes sociales. No todos los niños, pero muchos más de lo que nos imaginamos.

Las herramientas del pasado siguen anacrónicamente presentes, esto es para preocupar si queremos cambios, aprovechando lo que ha ocurrido con la pandemia, que todavía falta por saber todo lo que ha pasado. Están en el ambiente el Test del ABC de Fhilo, que mide la maduración en el niño para saber si está listo para iniciar su aprendizaje de la lecto-escritura. Con ejercicios de visomotricidad y una escala de medida de sus ejecuciones. Todavía forma parte esta herramienta de la formación en las Facultades de Psicología, en estos momentos.

En este momento no sólo están presentes las desigualdades que evidenció la pandemia en la educación, están también presentes las contradicciones de las estrategias vigentes y el criterio para lo que debe cambiar, erradicarse y prevalecer después de la pandemia para favorecer el aprendizaje escolar.