Festeja gobierno a pueblos indígenas

Fue en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas donde pidieron se valoren las tradiciones
Pidieron ser valoradas y reconocidas como el festival de la Guelaguetza en Oaxaca

Festeja gobierno a  pueblos indígenas

En el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, los diputados dijeron que las tradiciones indígenas deben de ser valoradas, como en otras entidades federativas; verbigracia: en Oaxaca, en donde existe el festival de la “Guelaguetza”.

Desde las primeras horas de la mañana de este viernes, las comunidades morelenses fueron arribando a la denominada “plataforma horizontal”, que rodea a la planta triangular; ésta sirve como mirador hacia la zona arqueológica. Ahí, niños, ancianos y mujeres embarazadas estuvieron presentes.

A las 10:35, un grupo de personas de la tercera edad se cubrió con una manta. Luego, se dirigió a la sombra (en ese momento, había pocos espacios libres de la luz natural).

Y todo “bajaba y subía; o se lanzaba chispeante” (como expone el vate Charles Baudelaire en “Una carroña”), a modo de una dispersión. Los asistentes se levantaban, casi al unísono, de sus asientos. Se daban aire con abanicos improvisados.

A las 11:13, en las áreas periféricas (donde no hay escalones), se improvisaron auditorios; se desplazaron sillas, agua, alimentos… La voz del maestro de ceremonias se ceñía a “pedir” disculpas. La diáspora era continua… Tres mujeres dialogaban (en voz baja)… Reían y se sonrojaban. 

Un bebé, en el regazo de su madre, lloraba. Al filo de las 11:29, la explanada lucía lo contrario a pletórica. Los representantes de los medios de información, asimismo, se disgregaban. Sólo los reporteros gráficos mantenían su postura erguida, con chalecos y sombreros; lentes oscuros y botellas de agua.

Los danzantes de Ocuituco llevaban sobre su costado animales disecados; se iban preparando para la representación de su folclor. Eran las 11:45. Entonces, el “astro güero” no daba señales de debilitamiento; al contrario, su incandescencia se tornaba perenne.

En ese instante, era común divisar islas humanas: grupos aferrados a las escasas zonas de sombra. Ninguno ponía atención al curso de la ceremonia. Lo imprescindible se tradujo en un epílogo: guarecerse de las acometidas incisivas de la irradiación.