Escala de Grises - Silencio cómplice

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Silencio cómplice

Hace un par de semanas, el caso de la periodista Lydia Cacho salió a la luz —una vez más— para poner sobre la mesa un tema que parece no agotarse nunca: la nula seguridad para las y los periodistas en México. La semana pasada, el total de periodistas asesinados durante la administración de Andrés Manuel López Obrador ascendió a 14.

Los periodistas Rogelio Barragán Pérez, Edgar Alberto Nava y Jorge Celestino Ruiz Vázquez fueron asesinados en Morelos, Guerrero y Veracruz; respectivamente. Sin embargo, el problema persiste a lo largo y ancho de todo el país.

A pesar de la existencia del “Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas”, no se han podido configurar estrategias efectivas para garantizar la vida e integridad de aquellas personas que sufren agresiones con motivo de su labor.

El silencio cómplice del que se quejaba Andrés Manuel la semana pasada, mientras hablaba de corrupción, es el mismo silencio que hace eco en las instituciones involucradas. ¿Por qué? Porque el problema no se trata únicamente de los asesinatos, sino de todas las agresiones que sufren las y los periodistas: amenazas, hostigamiento, demandas y otros tipos de censura.

Parecería sencillo culpar únicamente a un sector de la población o echarle la culpa al narcotráfico y, por supuesto, a las administraciones anteriores. Empero, lo que hay que considerar, es que estos hechos reflejan problemas estructurales; tales como violencia e inseguridad (evidentemente), corrupción e impunidad.

Nos han acostumbrado a ver los problemas de forma superficial y a plantearnos el asesinato de estas personas como casos “aislados” que sólo coinciden en un rubro: la profesión… Como si fuera poca cosa. Un Estado que no protege a sus periodistas, no puede proteger a nadie. Parece que los mecanismos de protección están de adorno y que, aunque hay organizaciones dedicadas a brindarle seguridad a periodistas y defensores de los Derechos Humanos, ningún esfuerzo es suficiente.

Se tiene que hacer una mejora en la planeación, en las estrategias y en las acciones que se toman desde el primer indicio de violencia, desde la primer amenaza. Sin embargo, dentro de este conflicto, la situación no puede enfocarse nada más a la prevención; también se deben considerar otros aspectos: contención, regulación, acción. Ni impunidad ni silencio, porque —sin importar qué tan bueno sea el mecanismo— si continúa la impunidad, entonces nada funcionará y todos los esfuerzos seguirán sin ser suficientes.

 

Discursos

Después de los tiroteos en Texas y Ohio, las tardías declaraciones de Donald Trump llamaron la atención de medios internacionales, debido a la forma en la que el presidente de los Estados Unidos [de América] ha manejado el tema.

Trump ha hecho un llamado para condenar el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco, argumentando que “las enfermedades mentales y el odio aprietan el gatillo, no las armas”; no sin antes establecer una relación entre la regulación de armas en el país y una reforma migratoria.

Vamos por partes. ¿Hay que regular la adquisición de armas en territorio estadounidense? Sí. ¿Hay que regular la migración? También. ¿Hay alguna relación entre estos dos temas? No, ninguna… Si ponemos de lado los intereses políticos de un partido y otro.

Después de dos hechos tan violentos como los que sucedieron el fin de semana pasado, una gran parte de la opinión pública responsabilizó a Donald Trump; quien, a su vez, responsabilizó a los medios de comunicación: “Las noticias falsas ha contribuido a la ira y la rabia que se han acumulado durante muchos años. ¡Las coberturas de noticias tienen que empezar a ser más justas, equilibradas e imparciales o estos terribles problemas empeorarán!”, escribió en su cuenta de Twitter.

Las palabras son un reflejo de la realidad, los discursos son una construcción particular de la misma; por eso es tan importante que la clase política (de cualquier país) haga uso responsable de ellos. Los discursos de división entre un sector y su contrario han existido siempre, lo importante es ¿qué hacemos respecto a ellos?

Todos los días, sin importar la hora, estamos alrededor de infinidad de discursos que se van colando (a veces más, a veces menos) en nuestro pensamiento. Una muestra clara de ello son los estereotipos. Si un musulmán está involucrado en un acto terrorista, entonces toda la cultura es encasillada en la misma categoría. Si un afroamericano comete algún tipo de delito, entonces toda la raza debe cargar con las consecuencias. ¿Qué pasa si un estadounidense blanco tirotea un centro comercial? Entonces él (y él nada más) tiene un problema mental. Curioso, ¿no le parece?

Todas las personas tenemos un grado de responsabilidad cuando se trata de discursos. Los reproducimos sin cuestionarlos o los criticamos, pero sin hacer mucho al respecto. Aunque lo sucedido en Estados Unidos resulta impactante, no necesitamos irnos tan lejos para darnos cuenta de lo peligroso que resulta el tratamiento de la información en temas (como la migración) en manos de aquellas personas cercanas al poder.

 

Escríbame:

arendy.avalos@gmail.com

@Arendy_Avalos en Twitter