Escala de Grises - Mujeres indígenas (en plural)

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Mujeres indígenas (en plural)

Después de que se decidiera retirar la estatua de Cristóbal Colón de Paseo de la Reforma para sustituirla por “Tlali”, una escultura elaborada por Pedro Reyes, las protestas encabezadas por mujeres escritoras, artistas e historiadoras frenaron los planes de Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Ante la nula contemplación de mujeres originarias de pueblos indígenas o mujeres artistas, las autoridades correspondientes decidieron sí respetar el protocolo y dejar la decisión en manos del Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos de la CDMX (COMAEP). Cabe aclarar que dicho organismo integrado por instituciones de la ciudad, del gobierno, personas especialistas en historia y un porcentaje representativo de la sociedad.

Recientemente se dio a conocer que la antigua Glorieta de Colón, ahora estaría dedicada a “La joven de Amajac”, una escultura que pretende representar a todas las mujeres indígenas y que será elaborada por nada menos que el Museo Nacional de Antropología e Historia. Hasta aquí todo bien, aparentemente.

Sin embargo, parece que la jefe de Gobierno aún no alcanza a entender que las palabras tienen una importancia que va más allá de la métrica o el ritmo. Y es que, como parte de su [victorioso] discurso, Claudia Sheinbaum aseguró que “aquellas mujeres que menos voz han tenido son aquellas a las que tenemos que darles voz”.

Como si las mujeres indígenas no hubieran exigido justicia durante los últimos años, como si las mujeres indígenas se hubieran quedado mudas mientras el Estado les arrebataba sus territorios y sus derechos en repetidas ocasiones. Las mujeres originarias de pueblos indígenas no necesitan más voz que la suya, quienes necesitan emplear todos sus esfuerzos en escucharlas, son las autoridades.

En este espacio lo hemos repetido incontables veces: visibilizar a un sector considerado “minoría” no se logra únicamente con estatuas o monumentos. Lejos de rendir un homenaje a las mujeres indígenas que han luchado (por necesidad), lo que se necesitan son mecanismos para prevenir y erradicar la discriminación en todos los espacios de la sociedad.

¿Cuál es el objetivo de solicitar al Museo de Antropología una réplica de la joven de Amajac si a nivel institucional continúan ignorándose las demandas de las mujeres a las que se les rinde un homenaje? Los discursos vacíos no bastan. Para que las palabras merezcan aplausos tienen que considerar algo más que la lectura en voz alta.

Ahora, resulta casi impensable que, por un lado, la jefa de Gobierno y su grupo de asesores quieran “replantear la mirada histórica” y, por otro, sigan repitiendo una nueva versión de las palabras que aparecen en los libros donde Cristóbal Colón es pintado como un héroe y un salvador. Los pueblos indígenas no necesitan enfrentarse a un proceso de colonización moderna.

“Colocarnos frente a nuestro pasado” —como dice Claudia Sheinbaum— es un proceso histórico, pero también político, económico y social. Para tratar de erradicar cientos de años de discriminación no solo hay que cambiar a Cristóbal Colón de casa. Ojo, esto no es exclusivo de las instituciones gubernamentales y, por supuesto, tampoco se reduce a la Ciudad de México.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), realizada en 2016 por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), la violencia en contra de las mujeres continúa perpetrándose todos los días en el país. Todas las mujeres somos víctimas de violencia por razones de género; sin embargo, también la experimentamos de diferentes formas.

Nuestras características inherentes afectan considerablemente las expresiones de violencia que viviremos desde que somos tan solo unas niñas y hasta nuestra vida adulta. En el caso de las mujeres originarias de pueblos indígenas, esta situación se incrementa en niveles alarmantes. Según la ENDIREH, se estima que el 59% de las mujeres indígenas ha experimentado violencia emocional, física, sexual, económica, patrimonial o discriminación laboral.

La violencia emocional afectó a 45% de las mujeres indígenas mayores de 15 años, la violencia sexual a más del 32%, la violencia sexual a casi el 30% y la violencia económica o patrimonial al 26%. Gran parte de las mujeres indígenas han sido víctimas de agresiones a lo largo de su última relación. Respecto a la violencia laboral, la situación no mejora.

Como se habrá dado cuenta en este punto, la violencia de género es un problema estructural que continúa ocurriendo en todos los aspectos de nuestra vida y se reproduce en las relaciones sexoafectivas, laborales o hasta en el transporte público y la calle misma. Como si esto no fuera suficiente, este mismo problema va enredándose cuando agregamos la variable “originaria de un pueblo indígena”.

Trabajar en pro de la sociedad, además de requerir una revisión histórica, también debe contemplar un análisis transversal, en el que se contemplen cuestiones como las que tan solo mencionamos en este espacio. No es una tarea fácil y mucho menos algo que se realice en cuestión de días. Sin embargo, el primer paso es establecer una comunicación constante con personas especialistas en el tema y no hacerlas a un lado para “darle voz” a cualquier hombre (cisgénero, blanco, heterosexual, privilegiado) que pretenda ser experto en la violencia hacia las mujeres indígenas.

La inclusión no es singular

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