Escala de Grises - Lo que hay de fondo

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Lo que hay de fondo

El pasado lunes, el Movimiento Nacional Taxista (MNT) realizó una manifestación para protestar en contra de aplicaciones extranjeras que operan en el país: “Nos vamos a manifestar en toda la República Mexicana hasta que nuestra voz se escuche”, dijo el vocero del movimiento, Ignacio Rodríguez.

Del mismo modo, Bersaín Miranda Borrás, líder nacional del MNT, declaró que “parece que vivimos en el mundo al revés”; lo anterior, debido a que se obliga a los taxistas a cumplir las normas, pero a quienes trabajan con alguna aplicación trasnacional (Uber, Didi, Cabify, Beat) no se les exige lo mismo (pago de revista, placas y taxímetros).

Miranda Borrás también mencionó que los gobiernos de la Ciudad y el Estado de México privilegian la situación; por lo que esperaba la participación de, aproximadamente, 150 mil afiliados pertenecientes a municipios como Ecatepec, Nezahualcóyotl, Naucalpan, Atizapán, Cuautitlán, Indios Verdes, Santa Fe, Polanco y Tláhuac.

La magnitud de la manifestación fue tal que se afectaron las vialidades de la zona norte, poniente y oriente, principalmente; donde se bloquearon puntos estratégicos como el acceso al segundo piso de Periférico, Santa Fe y las inmediaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).

Debido a lo anterior, la protesta en la CDMX obtuvo el mayor foco de atención por parte de los medios de comunicación, mismos que difundieron los diversos puntos en los que se concentraría la protesta y rutas alternas para intentar llegar a destinos como la Terminal 1 del AICM.

El MNT amenazó con realizar un plantón permanente en Paseo de la Reforma si las autoridades federales no atendían sus peticiones para regular las aplicaciones de transporte. Según Ignacio Rodríguez, las aplicaciones utilizan autos particulares de manera ilegal para brindar el servicio; situación que ha afectado a más de 700 mil taxistas en cinco años a nivel nacional. 

Otra de las quejas está en que los taxistas son objetos de constantes operativos que perjudican su quehacer diario. Esta situación comenzó a hacer eco el pasado mes de junio, cuando se dieron a conocer las condiciones mencionadas anteriormente.

Por su parte, la secretaria de Gobierno, Rosa Icela Rodríguez, explicó que las autoridades mantienen una postura de diálogo abierto para escuchar las demandas de los representantes del MNT; mismos que, al cierre de esta columna, entablaban acuerdos con el subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta.

La situación es muy clara. Sin embargo, como todo conflicto, no puede reducirse a una cuestión en particular, como echarles la culpa a las aplicaciones por representar una “competencia desleal”. El problema de movilidad en la CDMX y ciudades como Guadalajara y Monterrey —por poner algún ejemplo— abarca mucho más que a taxistas y choferes de app. Vamos por partes.

Si comparamos el servicio que ofrecen los taxistas con el que aparentemente brinda la aplicación de su preferencia, la diferencia es bastante significativa. Contestaciones del estilo “no soy banco para traer cambio”, “¡Uy, no! Me desvío mucho”, “no voy para allá” o simplemente ignorar a quienes solicitan de su oficio, forman parte del repertorio de las mismas personas que están protestando.

Además de evitar cuestiones como la anterior, otro de los motivos para solicitar un vehículo por aplicación es la confianza que representaba viajar con la libertad de contar con distintas formas de pago, monitoreo del recorrido, conocer la fotografía del chofer y las placas del auto, entre otros beneficios adicionales como cargar el celular o una botella de agua como parte del servicio.

¿A qué voy con esto? A que la competencia o la desigualdad —si lo quiere ver de ese modo— no se basa únicamente en las cuestiones burocráticas que sí involucra a un sector y a otro no; sino a las condiciones bajo las que laboran ambos grupos.

Por otro lado, hace unos días, en Twitter circulaba cierto contenido que explicaba la cantidad de personas que pueden ser transportadas por distintos medios. Se representan cuatro carriles por los cuales circulan automóviles, bicicletas, personas caminando y camiones con capacidad de transportar a 40 pasajeros, aproximadamente.

Los resultados no son sorprendentes: por hora, se transportan mil 600 personas en carro, 7 mil 500 en bicicleta, 9 mil caminando y 25 mil en transporte público.La solución parecería bastante sencilla: reducir el uso del automóvil y comenzar a transitar en transporte público por la ciudad; empero, el problema es mucho más amplio. Por lo menos en la CDMX, el transporte —en cualquiera de sus presentaciones— resulta insuficiente, deficiente y, además inseguro.

Los caminos están diseñados para ser recorridos en automóvil (en el mejor de los casos) y las distancias entre puntos como Santa Fe y el Centro Histórico son impensables para transitar en bicicleta, no sólo por los kilómetros implicados; sino también por el riesgo de incorporarse a las avenidas principales con un transporte tan poco respetado.

Aunado a lo anterior, el riesgo al que se enfrentan las mujeres por el simple hecho de transportarse —independientemente del medio— es altísimo (así, en superlativo). El reciente secuestro y posterior feminicidio de Daniela Ramírez Ortiz, los intentos de secuestro en el metro, el acoso y la violencia de género en las calles son cuestiones que no se resuelven elevando el “banderazo” o cambiando de aplicación. Mientras las condiciones en el sistema de transporte público en la ciudad no mejoren, las y los usuarios contratarán el servicio que les brinde mayor seguridad y eficacia por un precio accesible.

Para hablar de movilidad debemos alejarnos unos cuantos pasos para poder ver el panorama completo y darnos cuenta de que el problema abarca más de lo que se ve en primer plano. ¿Qué se necesita para cubrir las necesidades de la población a este respecto? Generar estrategias, campañas y programas que enfoquen lo que hay fondo.

 

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