Escala de Grises - Línea de contención

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Línea de contención

Según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el número total de feminicidios cometidos en junio fue 101. La cifra más alta de la que se tenga registro, seguida de 92 en febrero, 78 en marzo y 75 en enero. De enero a julio del 2020 suman 566 asesinatos de mujeres por razones de género. En 2019 fueron 537.

La noticia, como siempre, se dio en cifras y porcentajes. Por ejemplo, por cada 100 mil habitantes los estados con mayor incidencia son Morelos, Colima y Nuevo León. En cifras absolutas, el Estado de México sigue ocupando el nada honroso primer lugar, seguido por Veracruz, la Ciudad de México, Puebla y Nuevo León.

Al respecto, Alfonso Durazo afirmó que los homicidios dolosos y los feminicidios están en línea de contención. “Es un tema difícil, se ha incrementado prácticamente en la mitad del país, pero se ha reducido también, prácticamente, en la mitad de los estados”, indicó el titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.

Las declaraciones de Durazo no llegaron a más. Se reportaron las cifras como se reporta el clima, sin comprender lo que implica, sin empatía. Si me permite opinar, yo creo que su “línea de contención” no está funcionando.

Los feminicidios en México no necesitan “contenerse”, necesitan parar. Necesitamos estrategias, programas, campañas y acciones que erradiquen la violencia de género en cualquiera de sus expresiones o —como le gusta llamarle al gobierno— niveles.

De nada sirve que en las paredes de las instancias públicas se cuelgue un póster del “violentómetro” si es lo único que harán las autoridades. Medir la violencia en niveles es una forma desatinada de abordar el problema. La violencia, en la expresión que sea, sigue teniendo el mismo nombre, sigue siendo igual de peligrosa.

Los datos (siempre en acenso) de mujeres asesinadas por el simple hecho de serlo salen a la luz vacíos, superficiales. Sin embargo, lo que hay en el fondo puede tener muchos calificativos, según la perspectiva de cada persona. En mi caso particular, la situación tiene por apellido las palabras “doloroso” y “aterrador”.

Desde ahorita le pido una disculpa si —otra vez— se me desborda el sentimiento en estas letras, pero es que no puedo evitarlo y, si le soy honesta, no sé cómo alguien más podría. 566 mujeres fueron asesinadas por un odio irracional en contra de ellas y de todas, dicho sea de paso.

En un país donde la diputada Ana Ferráez propone un toque de queda para que las mujeres no salgan de casa, donde el gobernador de Puebla toma las desapariciones de mujeres como “escapadas a casa del novio”, donde el gobernador de Nuevo León dice que “se habla mucho de feminicidios, pero no de homicidios”, donde el senador de la misma entidad le dice a su esposa que se casó con ella para él y que “está enseñando mucha pierna” o donde el mismo presidente declara que el feminismo es “la bandera de la oposición y de donde se pueden seguir sacando ejemplos del mismo estilo, no hay línea capaz de contener la violencia de género.

La Suprema Corte de Justicia, el TEPJF, la Cámara de Diputados, la Cámara de Senadores y las personas que forman parte de ellas (por poner un ejemplo) los 25 de cada mes se visten de naranja y publican mensajes inspiradores para concientizar a sus seguidores sobre el tema. Empero, sirve de muy poco si en sus prácticas cotidianas, en sus espacios laborales y en sus vidas personales siguen reproduciendo discursos violentos.

Ojo, no estoy diciendo que el machismo invada únicamente las instituciones o a la mente de los funcionarios públicos, todo lo contrario. Al ser problemas estructurales, el machismo, la misoginia y la violencia de género están presentes en todos los sectores sociales. Las familias, las instituciones públicas, las instancias gubernamentales, los medios de comunicación, elija el que quiera.

Por eso es tan importante visibilizar el tema, aunque parezca que se ha dicho todo al respecto. No es así. Si los feminicidios siguen ocurriendo todos los días a lo largo y ancho del país, entonces todavía quedan muchas palabras por decir y mucho por hacer.

Como se nos ha hecho costumbre, le recuerdo que aquí, en Escala de Grises, nadie se rinde. Las niñas, adolescentes y mujeres de cualquier edad merecemos un vida libre de violencia, libre de miedo, libre de impunidad.

 

#JusticiaParaFernanda

El pasado jueves, se escucharon detonaciones de arma de fuego en una zona residencial de Yucatán. Los vecinos alertaron a la policía y, después de unos minutos, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública llegaron al lugar de los hechos. Los paramédicos confirmaron la muerte de dos personas.

La víctima de 21 años respondía al nombre de Fernanda Gual. Era maestra de danza y estudiante. El otro cuerpo pertenecía a Enrique Novelo, su novio, quien tenía antecedentes de maltrato físico y verbal con sus exparejas.

Según los reportes de la Fiscalía del estado, Enrique disparó tres veces en contra de Fernanda, llamó a su papá para despedirse de él y, finalmente se suicidó. Los medios de comunicación locales categorizaron el hecho como una “discusión de pareja” o, como vimos en la columna pasada, un “crimen pasional”. Todo mal.

Luego de que se diera a conocer el caso, las protestas en redes sociales comenzaron con las etiquetas #JusticiaParaFernanda y #YucatánFeminicida. Este feminicidio es el quinto del año y el cuarto durante el confinamiento en “La Ciudad de la no tanta Paz”.

A Fernanda, como a muchas otras mujeres, no la mató un mostro ni una criatura mítica. La mató su pareja, una persona en la que confiaba, con la que había compartido parte de su vida, la persona que decía quererla. No la mató “la tragedia del amor” ni “la pasión desmedida”. Va otra vez: El amor no mata, el machismo sí.

La recomendación: Dejemos de juzgar y criminalizar a las mujeres en situación de violencia. Acompañémoslas, si ellas así lo desean. No reproduzcamos la frase “Amiga, date cuenta”, no reproduzcamos esos discursos que le otorgan toda la responsabilidad y la culpa a las víctimas.

Menos líneas de contención, más círculos de empatía:

arendy.avalos@gmail.com

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