Escala de Grises - La verdad nadie se la roba

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - La verdad nadie se la roba

En febrero de 2005 se imprimía por primera vez el libro Los demonios del Edén, una investigación realizada por Lydia Cacho en la que se exponen problemas como pornografía, prostitución infantil, corrupción y pederastia; aunado a esto, se presentan testimonios de las víctimas y una lista de personajes involucrados, muchos de ellos pertenecientes a la política mexicana.

Meses después de esa primera edición, la autora y periodista fue detenida por una brigada de judiciales en Cancún, debido una supuesta demanda en su contra; motivo por el cual la trasladaron (vía terrestre) a la ciudad de Puebla. Durante las más de veinte horas que duró el trayecto, Lydia fue víctima de tortura psicológica y amenazas de muerte, no se le permitió comer ni comunicarse con nadie.

En agosto del 2012, después de recibir varias amenazas, Cacho decidió salir del país: “sólo salí mientras hacemos estrategia de seguridad. Nadie me sacará de mi hogar”. Ese mismo mes, pero del 2018, el Comité de Derechos Humanos, perteneciente a la ONU, pidió a México reparar los siguientes daños contra Lydia: tortura, víctima de violencia de género y detención arbitraria.

En enero del 2019, la periodista recibió una disculpa del gobierno mexicano por la persecución que sufrió en 2005 en donde se reconocieron las omisiones del Estado: violación del derecho a la libertad de expresión, detención arbitraria, tortura, violencia y discriminación de género e impunidad y corrupción por parte de instituciones y autoridades.

El pasado domingo, dos hombres allanaron la casa de Lydia Cacho, robaron una gran cantidad de información y mataron a sus dos perras. Según la declaración de la organización Artículo 19, las agresiones son “un acto de represalia” y “constituyen un ataque a la búsqueda de justicia de Lydia”, además de ser una violación para la libertad de expresión.

Unas cuantas horas después, la defensora de los derechos humanos compartió varios mensajes en Twitter: “No dejaré de investigar. El miedo no colonizará mi espíritu. (…) A los que me amenazan les digo: #AquíNadieSeRinde”. Sobre la información extraída de su domicilio, la periodista declaró “se llevaron las copias, la verdad nadie se la roba”.

Lydia Cacho necesita una garantía de seguridad e integridad. Ese mismo Estado, que le pidió perdón hace unos cuantos meses, debe proteger la vida no sólo de esta periodista que ha luchado por los derechos de las niñas, niños y mujeres a lo largo y ancho de todo el país; sino de todos y todas las periodistas, cuya principal convicción es darle voz a las historias que merecen ser contadas. Es lo mínimo que pueden hacer, ya lo dijo ella.

Empero, con conocimiento de sobra respecto a las tibias acciones del gobierno en cuanto a protección a periodistas, en el portal change.org  ya se encuentra una petición titulada #CasoLydiaCacho, misma en la que se le exige al Estado mexicano la reparación integral del daño a la periodista.

Además del texto, también es posible encontrar un video en el que Lydia Cacho le pide a quien-sea-que-la-vea un momento para reflexionar sobre la falta de impartición de justicia para ella, para las y los periodistas por documentar la verdad y para las víctimas de delitos como secuestro, desaparición forzada, pornografía infantil y feminicidio. Hasta el cierre de esta edición, la petición contaba con más de 116 mil firmas.

¿Qué se necesita para que el gobierno y las instancias encargadas decidan terminar con un problema tan grave como las violaciones en materia de libertad de expresión (o de Derechos Humanos, en general)? Me queda claro que se necesita más que firmas de solidaridad. Lo que no me explico es cómo, después de tantos alertas y focos rojos, no se ha hecho más que cruzar los brazos.

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Parecería mentira que, teniendo en cuenta casos como el anterior, el presidente pida a medios y a periodistas “portarse bien” y apoyar la transformación que encabeza. El lunes pasado, AMLO acusó a las y los periodistas de guardar un silencio cómplice del periodo neoliberal porque no hablaron de la corrupción que se vivía en México. Eso lamentablemente no es mentira, pero podríamos llamarle mero cinismo.

Para ejemplificar lo anterior, mencionó a la revista Proceso, misma que “no se ha portado bien” con la cuarta transformación, por lo que ya casi no la lee. “Pero no es ningún reproche”, dijo. ¡Ah, menos mal! Gracias por la aclaración, señor.

Cuando uno de los reporteros de dicha revista, Arturo Rodríguez, dijo que ese no es el deber de los medios, López Obrador desempolvó su libro de historia (para no perder la costumbre) y se sacó de la manga a los Flores Magón, quienes se unieron al movimiento liberal…Hace más de un siglo, me gustaría subrayar.

“Todos los periodistas pertenecientes a la República restaurada tomaron partido. Es muy cómodo decir ‘yo soy independiente’ o ‘el periodismo no tiene por qué tomar partido’”; según el presidente, esto sólo provoca que se critique la realidad sin transformarla.

Hagamos una recopilación para ver si entendimos bien. Aquellas personas que critican las acciones de la 4T son categorizadas como fifís (la prensa, principalmente). Si toman partido por la oposición, entonces son neoliberales y pasan a formar parte de la mafia del poder. Si son neutrales (en la medida de lo posible) o independientes, entonces nada más son un puñado de gente criticona que ni vive ni deja vivir. Sin embargo, si apoyan con fe ciega las decisiones del presidente y le aplauden cada una de ellas, entonces se están portando bien y son excelentes periodistas. No hay ni para dónde hacerse.

El pasado mes de abril, el presidente afirmaba que no se quedaría callado, que las y los periodistas que asistían a sus mañaneras eran prudentes y se convirtió en el autor de la frase “si se pasan, ya saben lo que sucede”. Horas después de semejante suceso, AMLO dijo que todo fue una mala interpretación y que él reafirmaba su compromiso con la libertad de expresión.

Aquí algo anda mal. ¿Padecemos sordera y no entendemos bien lo que dice AMLO o él y su equipo tienen mala memoria? Hay una línea delgadísima entre ejercer el derecho de réplica —del que tanto alardea López Obrador— y atentar en contra de la libertad de expresión, no hay que perder eso de vista.

 

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