En defensa de la libertad de expresión.

En opinión de Aura Hernández

En defensa de la libertad de expresión.

A las verdades hay que repetirlas muchas veces para que no caigan, pobres de ellas, en el olvido.

 

José Saramago, en Ensayo sobre la lucidez

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                               Por Aura Hernández

Hace apenas unos días cuando Pablo Hasél, pisó la cárcel leridana de Ponent  en la comunidad autónoma de Cataluña, sabía lo que lograría en términos políticos. Su primera hazaña desde ahí, ha sido desnudar ante el mundo el mito de un régimen que vive en democracia desde hace 40 años, pero que utiliza la fuerza de la Ley para acallar las voces que, en uso de sus libertades democráticas, expresan una opinión diversa al consenso institucional.

La segunda ha sido, poner en el centro del debate público en su país y buena parte del mundo, si un Estado democrático puede llamarse así, cuando no garantiza la libertad de expresión de un sector disidente de su población.

Desde hace más de una semana varias ciudades de España han sido escenario de multitudinarias y airadas protestas callejeras que han dejado como saldo a muchas personas detenidas y daños en la infraestructura urbana. En términos políticos las protestas por la detención de Hasél también lograron abrir un debate público sobre los alcances y límites de la libertad de expresión, sobre el derecho a tener una ideología, sobre la viabilidad de la monarquía en ese país, pero sobre todo sobre el uso faccioso de la Ley para inhibir las opiniones discordantes de los representantes del poder.

Pablo Hasél es un joven músico de rap con un alto nivel de conciencia política que se ha reivindicado en sus comparecencias ante la audiencia nacional, en sus canciones y en su participación en las redes sociales como comunista, anti monárquico, republicano que en uso de sus libertades democráticas, como lo es la libertad de expresión, compone canciones en las que denuncia injusticias.

Y no solo ha denunciado los hechos de corrupción de la corona española, o el maltrato a los inmigrantes en su país, o el uso excesivo de la fuerza policial y defendido presos políticos, sino que ha desarrollado un fuerte activismo a través de sus canciones y diversos medios como Twitter en contra de lo que él considera injusticias y por ello, ha sido acusado por delitos como injurias a la corona analtecimiento del terrorismo.

Hasél ha sostenido ante la audiencia nacional y en sus redes sociales, que el contenido de sus canciones, que le han valido varios juicios en su contra desde el año 2011, se refieren a hechos objetivos, públicos y notorios que él solo denuncia, y que tendrían que encarcelar a medio país, pues mucha gente piensa así “sino, que se diga abiertamente que ser republicano es ilegal, que se diga abiertamente que ser comunista es ilegal (...)”

El caso de Hasél, es muy aleccionador, pues ha abierto una discusión que se creía zanjada, sobre todo en los países democráticos, como es el hecho de mantener en el ámbito del penal, las sanciones que se derivan del ejercicio de la libertad de expresión, pues ha exhibido la vena autoritaria de muchos países en el mundo que todavía criminalizan este derecho, que es una de las formas más tradicionales de inhibirlo.

 En el México actual, que transitó a la alternancia política desde el año 2000 en lo que muchos dieron en llamar la transición democrática, la libertad de expresión fue uno de los derechos que el Estado en su conjunto nos ha quedado a deber, pues aunque formalmente haya habido cambios, en la práctica se utilizan, tanto contra personas públicas como contra medios de comunicación, formas sutiles y no tan sutiles de hacer naufragar este derecho pilar de la democracia.

Desde la invasión del Canal 40 y el Cerro del Chiquihüite de Salinas Pliego y sus huestes, el silenciamiento y la asfixia económica a un comunicador excepcional como lo fue José Gutiérrez Vivó, los intentos de acallar al periódico La Jornada, el asedio a la revista Proceso de Julio Scherer, las intentos de callar a  Carmen Aristegui, que incluyeron desde el despido hasta el involucramiento en procesos judiciales, de los que a final de cuentas salió bien librada.

En fin, que no creo que sea herencia española la censura disfrazada en México, pero el caso de Hasél sí retrata una situación soterrada en nuestro país y constituye una reminiscencia de un proceso histórico de larga duración que acuñó en la clase política nacional la intolerancia a la disidencia, alimentada por la tremenda impunidad que acompañó a los reclamos de los comunicadores y que la aparición de las redes sociales, “las benditas redes sociales”, está por fin derrotando.

En Morelos en los primeros años del siglo XXI se vivió un proceso semejante, en el que solo sobrevivieron los más audaces y quienes fueron lo suficientemente pragmáticos para llegar a acuerdos con el poder en turno y adaptarse al cambio tecnológico. En el camino muchos medios murieron de inanición.

Otros tantos se quedaron y vivieron la experiencia de la autocensura, el asedio del narcotráfico y los amagos y amenazas de los sucesivos gobiernos de los diferentes niveles, de los poderes fácticos y ahora, más recientemente de las epidemias.

Hoy sin embargo, para bien o para mal, las redes sociales han cambiado hasta la idea de libertad de expresión, han cambiado hasta la idea tradicional del periodismo y han hecho posible que en un país con un atraso fundacional sobre esta libertad, se pueda debatir con el presidente de la República y que una comunicadora llame a las fuerzas armadas a desobedecer al Comandante Supremo, sin que sea juzgada por esa causa.

Pero este es el país donde también subsiste el amedrentamiento, la amenaza abierta y la amenaza velada de caciques y actores políticos locales, donde se amedrenta con la Ley en la mano a quienes, como Hasél, sólo difunden  hechos que son del dominio público. Por todo esto, una tarea pendiente, desgraciadamente, es combatir a estos orangutanes que se quedaron el la era del totalitarismo hasta hacer de ellos una especie en extinción.