El tercer ojo - Sobre la violencia y nuestra deshumanización (CUARTA PARTE)

En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara

El tercer ojo - Sobre la violencia y nuestra deshumanización (CUARTA PARTE)

“El asombroso éxito del hombre como especie es el resultado del desarrollo y evolución de su cerebro que ha llevado, entre otras cosas, al uso de herramientas, a la fabricación de las mismas, a la capacidad de resolver problemas mediante el razonamiento lógico, la cooperación reflexiva y el lenguaje.”

Jane Goodall

 

Dando continuidad a nuestra reflexión, lo que para algunos cobra relevancia en la comprensión y explicación de los actos de violencia demencial y desmedida que agobian a los mexicanos, tanto en nuestro país, como en nuestro estado de Morelos, proseguiré con el análisis que desde hace tres colaboraciones sustenta la tesis de que no se encuentra“la naturaleza humana”en los genes o en el cerebro;ni el fundamento del comportamiento violento puede explicarse en un sustrato biológico trasmitido de generación en generación a través de mecanismos hereditarios; éste, más bien, encuentra sus orígenes y desarrolloen la estructura social, exprésese ésta individual o colectivamente.

 

He determinado comenzar esta colaboración con un epígrafe que la afamada y preclara primatóloga Jane Goodall expone nítidamente en su libro In The Shadow of Man; texto en el cual presenta de una manera muy lúcida el comportamiento de los primates bajo diversas circunstancias o condiciones. La vida de los primates en el campo es analizada bajo diversos niveles de interpretación; el primero de ellos se refiere a las relaciones jerárquicas, el crecimiento y el desarrollo de los infantes en las relaciones de familia y de grupo, relaciones madre e hijo y, finalmente, tratando de comprender y explicar la inhumanidad humana se pregunta si esta encuentra sus antecedentes entre los primates. Para responder esta pregunta, Jane Goodall presenta la siguiente observación:

 

Comouna flecha depúas se hundió en su carne. Flo se tambaleó y trastabilló, aferrándose a la rama. Flint se aferró a ella, gritando de miedo, y la sangre de la herida de su madre cayó lentamente sobre su rostro. Mientras observaba, incapaz de moverme, incapaz de gritar, Flo puso su mano a un lado de la heriday miró con incredulidad a Flint ante la sangre. Luego, en cámara lenta, ella cayó, cayó, cayó ... Flint, como una lapa, todavía se aferró a su cuerpo moribundo y chocaron contra el suelo con un ruido sordo.”

 

Como podemos apreciar, queridos lectores no sólo expresan emociones ante las circunstancias que afrontan, sino que, también, podemos afirmar la existencia de sentimientos que manifiestan empatía, dolor, angustia, compasión y una solidaridad que raya en los sentimientos amorosos. Esta misma reflexión nos permite reconocer la bipolaridad que Frans de Waalha referido para mostrar que no sólo la competencia define a los primates.

 

Por su lado, Stephen Jay Gould, en su libro La Falsa Medida del Hombre (1996), hace una descripción bastante clara sobre los diversos intentos que a lo largo del tiempo se han realizado para encontrar la medida de lo humano, los problemas éticos y morales por los que atraviesa la humanidad entre otros aspectos, a través del estudio y “medición” del tamaño de los cráneos, tamaño del cerebro, magnitud de la inteligencia, fuerza moral o ética, etc, por medio de la craneometría, fisognomía, frenología, psicometría y, finalmente, a través de los supuestos análisis sociológicos mediante la “Curva de Bell”.

 

Iterando que la medida del ser humano y sus características no se encuentra en los genes, ni en el tamaño de los cráneos, ni dentro del cerebro, ni en la inteligencia humana y dando continuidad a los argumentos derivados de las tesis del comportamiento gregario, la interacción, el efecto de grupo, la historia la cultura y la educación, podemos sostener categóricamente que los fundamentos subyacentes de la violencia que hoy observamos y que se manifiesta mediante los homicidios, secuestros, feminicidios, desapariciones forzadas, podemos hallarlos en el conjunto de condiciones sociales, históricas, culturales, políticas, económicas y educacionales; ergo, la solución a los problemas de violencia que vivimos debe ser diseñada y operada dentro de tales condiciones sociales, históricas, culturales, políticas, económicas y educacionales; no podemos afrontar satisfactoriamente esta problemática psicologizando, patologizando, psiquiatrizando, judicializando o militarizando la vida de nuestro país y la relación con los ciudadanos y las personas que habitamos el mismo. No podemos reducir la solución a esta problemática ni su comprensión y explicación a procesos individuales. Corresponde al Estado, a los Gobiernos y a nosotros como ciudadanos diseñar y operar tales acciones.