El Tercer Ojo - Giorgio Agambane: L’impensato Animale

En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Giorgio Agambane: L’impensato Animale

Notas sobre la ¨Guerra¨ de Agambane contra la ¨Guerra contra el Virus¨

(Segunda de dos partes).

Estimados lectores que siguen El Tercer Ojo en El Regional del Sur; como comprometí en la primera parte de este ensayo, esta ocasión me propondría presentar a ustedes lo que piensa y escribe Giorgio Agambane en su libro Lo abierto: el hombre y el animal (Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2002), que es el sustento de las críticas de Salzani; empero, ya precisaba anteriormente: “téngase en cuenta, además, como es claro, que las fechas de edición de ambos libros se halla separada por dos década y el primero aparece cuando aún no se presentaba la epidemia y pandemia del SARS-CoV-2 ni, mucho menos, la “Guerra contra el Virus” ni, por supuesto, la “Guerra” contra la “Guerra contra el Virus”; finalmente, considérese que la “Guerra de Agambane” aparece durante el 2021 con argumentos similares a los del libro de referencia.

Entraré entonces en materia.

Para quien emprenda una investigación genealógica sobre el concepto de "vida'' en nuestra cultura, una de las primeras y más instructivas observaciones es que éste nunca ha sido definido como tal. Sin embargo, lo que queda así indeterminado es articulado y dividido, en cada ocasión, a través de una serie de cesuras y oposiciones que lo revisten de una función estratégica decisiva en ámbitos aparentemente tan lejanos como la filosofía, la teología, la política y, sólo más tarde, la medicina y la biología. Parecería que, en nuestra cultura, la vida fuese lo que no puede ser definido, pero, precisamente por esto, lo que debe ser incesantemente articulado y dividido (…) En la historia de la filosofía occidental, esta articulación estratégica del concepto de vida tiene un momento clave. Es aquel en el cual, en el De anima, entre los varios modos en los que se dice el término "vivir", Aristóteles aísla el más general y separable: **Es a través del vivir que el animal se distingue de lo inanimado. Pero, "vivir" se dice de muchas maneras, y si al menos una sola de éstas subsiste, diremos que algo vive: el pensamiento, la sensación, el movimiento y el reposo según el lugar, el movimiento según la nutrición, la destrucción y el crecimiento. Por ello, también todas las especies de vegetales nos parece que viven. Es evidente, en efecto, que los vegetales tienen en sí mismos un principio y una potencia tales que, a través de ellos, crecen y se destruyen en direcciones opuestas [...]. Este principio puede ser separado de los otros, pero los otros no pueden serlo de él en los mortales. Lo que es evidente en las plantas. En ellas no hay ninguna otra potencia del alma. Entonces, es a través de este principio que el vivir pertenece a los vivientes [...]. Llamamos potencia nutritiva [threptikón] a esta parte del alma de la que también participan los vegetales**.

Parece ser que esta primera condición es la que nos hermana, dicho por Darwin, con las otras especies animales y vegetales, pero téngase presente que también Alexander I. Oparin en su texto El Origen de la Vida y, antes el biólogo mexicano Alfonso L. Herrera —con sus teorías de la Plasmogenia y la Biopoyesis— o, posteriormente, el biólogo chileno Humberto Maturana Romesín —con sus trabajos sobre la autopoyesis— han precisado con harta nitidez la noción de vida en sentido biológico.

Por otro lado, las nociones y conocimientos sobre los hongos, bacterias y virus, y sus relaciones con los demás seres vivientes y, muy particularmente con diversas especies animales, entre ellas, la de nuestra especie humana, enlazadas —debido a condiciones de las relaciones entre algunas de estas especies animales, construidas a lo largo de la historia de la humanidad— con los procesos de salud/enfermedad y las estrategias y tácticas dentro de los ámbitos de la salud —encerradas tras los barrotes de los principios únicamente médicos— para afrontar las consecuencias de las relaciones con estos seres en las amplias tasas de morbilidad y mortalidad es lo que según Agambane, ha mostrado que es imprescindible retornar a la animalidad que nos caracteriza y, efectivamente, liquidar una forma de vida humana, para propiciar las condiciones favorables que nos acerquen con la naturaleza misma, transformando nuestra relaciones sociales y favoreciendo la vida misma.

Parece que el problema de la tríada Vida-Humanidad-Sociedad merece ser recuperada con algunas otras tríadas tales como Naturaleza-Sociedad-Pensamiento y también con Vida-Salud-Libertad.

Sin embargo, ello no agota la cuestión; Agambane adicionará:

El aislamiento de la vida nutritiva (que ya los comentadores antiguos llamarán vegetativa) constituye un acontecimiento en todo sentido fundamental para la ciencia occidental. Cuando, muchos siglos después, Bichat, en su Recherches physiologiques sur la vie et la mort, distingue la "vida animal", definida por la relación con el mundo exterior, de una "vida orgánica", que no es más que una "sucesión habitual de asimilaciones y excreciones", es todavía la vida nutritiva de Aristóteles la que marca el oscuro fondo del que se separa de la vida de los animales superiores. Según Bichat, es como si en todo organismo superior convivieran dos "animales": l’animal existant au-dedans, cuya vida -que Bichat define como "orgánica"- es sólo la repetición de una serie de funciones, para llamarlas de algún modo, ciegas y privadas de conciencia (circulación de la sangre, respiración, asimilación, recreción, etcétera), y l’animal vivant au-dehors -la única que, para Bichat, merece el nombre de "animal"- es definida mediante la relación con el mundo exterior. En el hombre, estos dos animales cohabitan, pero no coinciden: la vida orgánica del animal-de-adentro comienza en el feto antes que la vida animal y, en el envejecimiento y en la agonía, sobrevive a la muerte del animal-de-afuera.

Es aquí donde aparece el quid de la confrontación de Salzani con Agambane; la aparente disyunción de nuestra animalidad humanamente concebida. Y es aquí donde los virus, para Salzani, cobran vida y animalidad. Según él, omitidos durante toda esta trama.