El Tercer Ojo - Breve historia de la medicina y de la relación médico-paciente (vigésima cuarta parte)

En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Breve historia de la medicina y de la relación médico-paciente (vigésima cuarta parte)

Con lo que hemos escrito hasta ahora, en esta Breve Historia de la Medicina y de la Relación Médico-Paciente (aunque para muchos no parezca serlo, pues nos aproximamos a veinticinco colaboraciones), no quiero dejar de señalar que la columna vertebral de lo que llevamos hasta ahora, no tengo duda de ello, es el conjunto de los conceptos de salud, enfermedad y diagnóstico a través de la historia.

 

La concepción que sobre los procesos salud-enfermedad y diagnóstico hemos esbozado a lo largo de esta serie, muestra que tales términos se encuentran envueltos por la complejidad, puesto que, a lo largo de la historia, el significado de los conceptos de salud,  enfermedad, síntomas, signos y diagnóstico ha variado a lo largo del tiempo; asimismo, importa señalar aquí que lo que en una época histórica o en una cultura se tiene por enfermedad, en otras no se ha considerado así, quizá por ello debamos abordar esta ocasión lo que se entiende por diagnóstico, por la identificación de signos y síntomas que caracterizan una enfermedad o trastorno y, desde luego, lo que es una enfermedad.

 

Por principio, debemos señalar que siguiendo a Francisco González-Crussí: “Se entiende por diagnóstico el arte de reconocer una enfermedad por sus signos y síntomas y distinguirla de otra”. Debemos presuponer, desde luego, que debe existir un consenso sobre el significado del concepto enfermedad.

 

Según el mismo González-Crussí: “las enfermedades no son entidades por sí mismas, sino más bien sobreentendidos sociales (…) una enfermedad no es un hecho dado, sino una interpretación de la realidad, una conceptuación”.

 

Por ejemplo, como ya dijimos en colaboraciones precedentes, el diagnóstico, en las teorías humorales, consistía en determinar la naturaleza y carácter del desequilibrio entre los humores; de esta manera, el tratamiento debería dirigirse a restablecer tal equilibrio.

 

Como ya también se dijo, Paracelso sostenía la teoría de que las enfermedades tenían causas exógenas, contrariamente a la tradición mas ancestral que situaba el origen de las enfermedades en el propio cuerpo. Paracelso postulaba que había materiales extraños que llegaban en la comida y la bebida y así se producía la enfermedad.

 

Más tarde, más allá de las interpretaciones exógena o endógena de la enfermedad, fueron reconocidas dos diferentes concepciones de ésta; según la primera de ellas, las enfermedades son entidades bien definidas, consecuencia de circunstancias específicas y con una historia natural que les es propia; a esta concepción se le conoció como "ontológica” de la enfermedad. Según la segunda concepción de la enfermedad, definida como “fisiológica” propone que las enfermedades no poseen una realidad “ontológica” en cuanto entidades independientes y no dejan de ser más que la vida misma durante procesos fisiológicos alterados.

 

Como ya expresamos en la parte última de nuestra colaboración precedente, Virchow estableció en definitiva que todas las enfermedades: “Incluso las estructuras mórbidas que más se desvían de las normales, deben entenderse en función de alteraciones celulares”, esta afirmación sustenta que sin importar qué otro agente puede intervenir en la causa de una enfermedad (por ejemplo las bacterias), la explicación última de lo que ocurre en una enfermedad ha de encontrarse en las actividades vitales alteradas de las propias células hísticas.

 

Esta discusión, como podemos suponer, tenía implicaciones directas en el proceso diagnóstico, puesto que, mientras unos consideraban como propósito identificar las causas de éstas, otros consideraban necesario describir la historia natural y los signos y síntomas que permitían diferenciar una de otra enfermedad.

 

Como se puede apreciar, hasta este momento, el pensamiento médico se había centrado en las impresiones objetivas y subjetivas del paciente, razón por la cual el diagnóstico clínico se proponía establecer una correlación entre los síntomas y signos, por un lado, y los datos morfológicos de los órganos enfermos por el otro. Este criterio, debemos creer, debe ser la fuente originaria de la patología como rama de la medicina.  (Continuará)