El Tercer Ojo - Breve historia de la medicina y de la relación médico-paciente (Décimo Séptima Parte)

En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Breve historia de la medicina y de la relación médico-paciente (Décimo Séptima Parte)

Dando continuidad y recordando lo que prácticamente desde el inicio de esta Breve Historia de la Medicina se ha expuesto: “quelos orígenes de la cirugía se remontan a la antigüedad y que existen evidencias de que entre los egipcios como entrelos Incas del Perú se realizaban trepanaciones exitosas”. Es precisamente en el Perú donde el Sikak (cirujano inca) alcanzó tal grado de habilidad que, a través de ésta, atendía fracturas craneales, infecciones, enfermedades del cuero cabelludo, “alteraciones mentales” y otras afecciones; de la misma manera hemos referido ya que: “en la China antigua se realizaban ya suturas, sean con cáñamo, lino, algodón o crin de caballo trenzada; en la India los cirujanos ya realizaban rinoplastías (reparación de narices mutiladas), su técnica consistía en levantar un colgajo de piel de la frente para bajarlo de manera que pudiera conformar una nariz nueva; parece que éste sigue siendo el método actual para la rinoplastía”. Según expresa Francisco González-Crussí, pese a que los conocimientos de la anatomía eran muy escasos, que no se conocía aún el hecho de la circulación sanguínea y que no se conocían los antibióticos, en la India,“podían determinar en qué partes del cuerpo heridas por un objeto punzante podían provocarse hemorragias de gravedad si retiraban repentinamente dicho objeto”.

 

Desde luego que realizar otro tipo de cirugías como las torácicas o abdominales era impensable, pues realizarlo equivaldría a matar al paciente. Diversas razones nos permiten comprender el por qué sucedía esto; siguiendo a González-Crussí, en principio, iteraque los conocimientos de la anatomía eran prácticamente nulos; en seguida, aún no se descubría la circulación de la sangre; asimismo, la analgesia y la anestesia,así como el tratamiento del dolor, eran desconocidos; también las infecciones secundarias a las intervenciones por el desconocimiento de las infecciones bacterianas y los antibióticos dificultaron el desarrollo de esta práctica.

 

Pese a lo que recién se ha escrito, como consecuencia de las guerras y los eventos que implicaban la atención de los sobrevivientes de esta naturaleza de sucesos, requerían de los servicios que hoy pueden considerarse quirúrgicos.

 

Por otro lado, la práctica médica hasta los siglos XI y XII era una profesión que no se permitía la actividad de la cirugía. La mayoría de los médicos medievales, según refiere Steve Parker, eran pudientes y cultos: “conocían bien la obra de Hipócrates y de Galeno, pero no realizaban actividades prácticas como sangrar, administrar enemas, vendar heridas o extraer callos y parásitos”. Es decir, los médicos no podían “rebajarse tanto en cuestiones de esta naturaleza –hoy sabemos que uno de los sueños más acariciados de las generaciones jóvenes y de sus padres o madres, es que se profesionalicen como médico-cirujanos—, este desprecio original hacia la práctica quirúrgica demandó la existencia de otros personajes, subprofesionales, aprendices de los médicos, los cuales realizaban las tareas despreciables para aquéllos. Originalmente fueron los barberos o peluqueros quienes ocuparon dicha posición. Estos personajes, poco a poco fueron ganando prestigio como auténticos profesionales de la medicina. Su campo de trabajo abarcaba desde entablillar fracturas hasta curar heridas. Pronto aparecieron en los campos de batalla, donde salvaron muchas vidas gracias a sus habilidades prácticas y a su pragmatismo.

 

Más tarde, como describe maravillosamente Sam Kean, Ambroise Paré, así como Andreas Vesalius contribuyeron a que la comunidad de barberos-cirujanos ganara su reconocimiento y su lugar en la propia práctica médica.

 

Hacia principios de siglo XVIII la función de estos fue perdiendo sentido, dado que la formación médica se formalizó de modo tal que los cirujanos especializados debieran tener educación universitaria y, trágicamente, los barberos y los peluqueros regresaron a las barbas y al cabello.

 

Ambroise Paré, más que ser anatomista como lo era Vesalius, era un barbero-cirujano francés. (Continuará)