El nacionalismo de las vacunas

En opinión de Aura Hernández

El nacionalismo de las vacunas

“Es un momento muy emocionante. Los países están preparados, pero las vacunas no están disponibles.

 

Tedros Adhanon Ghebreyesus

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   Por Aura Hernández

En un extraordinario artículo titulado, El gran miedo, los jefes tristes, los remedios ajenos, Martín Caparros nos da una cifras demoledoras sobre la aplicación de las vacunas para el Covid 19 en el mundo, dice el autor de El  Hambre que, “al 7 de febrero se habían aplicado 131 millones de dosis: 113 millones en Estados Unidos, China, Europa, Inglaterra, Israel y los Emiratos Árabes; 18 millones en todos los demás(..).

(...) Unos países que reúnen 2.200 millones de habitantes, el 28% de la población del mundo, se habían dado el 86% de las vacunas. O, si descontamos a China y concentramos: el 10% de la población del mundo se aplicó el 60% de las vacunas. Después hablemos de desigualdad”(...)

En cuanto a América Latina que,  de acuerdo con los datos dados por Caparrós, constituye el 8 por ciento de la población mundial “reúne el 25% de los muertos de Covid. Su mortalidad es tres veces mayor que la del resto del planeta –aunque no terminamos de saber en serio qué está pasando en África.”

El autor señala que como nunca la pandemia, mostró cómo está organizado el mundo, y de qué está hecha la solidaridad internacional, pero lo más evidente es cómo, la posesión primero de mascarillas y ventiladores, y ahora de las vacunas exhibió una especie de nuevo nacionalismo.

En principio este nacionalismo fortaleció a los Estados nacionales frente a su población, para después convertirlos en sus víctimas, pues muchos jefes de Estado han visto caer sus índices de aceptación a partir de noviembre pasado con el nuevo repunte de los contagios, sobre todo en los países del hemisferio norte.

La politización ha sido inevitable. Israel, por ejemplo, que tiene elecciones en puerta ha vacunado a casi la mitad de su población y mientras que Canadá ha acopiado una cantidad tal de vacunas que cada uno de sus habitantes podría ser vacunado cinco veces, en tanto que la debacle electoral de Donald Trump tuvo, entre otras causas, a la pésima gestión de la pandemia.

Mucho se ha dicho sobre el hecho de que tal o cual país, sí ha sabido manejar la pandemia… pero en general todos los países han hecho lo mismo, primero manejar el miedo, después el optimismo de la llegada de la vacuna y a final de cuentas, en países como el nuestro, la impotencia del Estado frente al poder económico de los países grandes y al afán de lucro de las farmacéuticas.

Estados Unidos por ejemplo, que tuvo acuerdos con Pfizer BionTech, tiene garantizada la producción de las vacunas de las plantas ubicadas en su territorio para ser aplicadas a su población. En tanto que la Unión Europea creó un nuevo trámite para su planta en Bélgica, de manera que la farmaceútica garantice que la producción de vacunas sea destinada, en primera instancia, para la población de los 27 países que la integran, no se diga lo que ha hecho Inglaterra, aun estando fuera de la UE, ejemplos sobran.

El propio director de la OMS, Tedros Adhanom ha advertido sobre lo peligroso de ese nacionalismo de las vacunas y ha señalado que no sólo es moralmente indefendible, sino que es “epidemiológicamente negativo y clínicamente contraproducente”, pues será imposible detener la pandemia si el combate no es global y tampoco si las compañías farmaceúticas no se abren para hacer de las vacunas un bien social para toda la humanidad.

En México se ha debatido mucho sobre la escasez de vacunas y el posible incumplimiento del contrato con Pfizer BionTech, que ha dejado a una parte importante del personal de salud en espera de la segunda dosis que se aplicará, si todo sale bien, hasta el día 35 después de la aplicación de la primera dosis, parámetros aceptados también por la propia OMS, según lo informaron las autoridades de salud.

Se han discutido también los acuerdos de México con Moscú para lograr la dotación de 24 millones de dosis para poder cumplir con lo prometido por el gobierno, de concluir en el mes de marzo la vacunación de las personas mayores de 60 años. Aún cuando la farmaceútica Rusa Gamaleya cuenta desde hace muchos años con reconocimiento en el mundo y de que la prestigiada Revista Lancet, publicó el resultado de su afectividad, en México ha persistido una discusión pública ideologizada y permeada por prejuicios que se alimentan de un anticomunismo trasnochado.

Obvio que todas esas discusiones pasan por las próximas elecciones de junio próximo en donde Morena, y por tanto el Presidente,  se juegan la mayoría en el Congreso Federal, de lo que dependerá profundizar en los cambios anunciados desde el 2018.

Lo que veremos de aquí a junio, será una lucha encarnizada por convencer a la población sobre quién está haciendo más por ella, y quien lo está haciendo mal, sin duda el canibalismo de la vacunas que veremos en los próximos meses, será una versión de lo que el Director de la OMS llamó el nacionalismo de las vacunas. La lucha será despiadada, el espectáculo será denigrante, solo esperamos que aunque sea una pelea en el lodo, gane el mejor… por el bien de la nación.

Pues como bien lo apunta el propio Caparrós, “la angurria de las vacunas es la muestra más brutal, casi patética de un mundo despiadado. Hubo un momento en que tuvimos tanto miedo que llegamos a creer que ese miedo nos haría mejores: nos olvidamos -tratamos de olvidarnos- de que el miedo, en general, saca a la luz los peores instintos. Ahora, por desgracia, ya lo confirmamos”