El escape

En opinión de César Daniel Nájera Collado

El escape

Después de sentir este clima tan gélido que provocó ardor en mi rostro, deseé estar frente a la Ría de Bilbao.  Aun así, debía aprovechar todo lo posible de Nueva York; sobre todo en estos días, viajar es un privilegio, y seguro que el Museo Guggenheim de la Gran Manzana era tan interesante como el español.

En cuanto me percaté ya estaba entrando en la fachada blanca del museo, y sin orden alguno, vi diferentes exposiciones con rapidez. De repente, me encontré en una sala que contenía una instalación en forma de caja con tres paredes transparentes, las cuales en su interior dejaban ver algo relativamente simple: un brazo mecánico y pintura rojo oscuro. Durante el poco tiempo que la observé, el brazo parecía estar bailando mientras pacientemente intentaba limpiar los líquidos que no parecían desaparecer. Debo admitir que me sacó una risilla, pero tampoco me detuve a esperar mucho más.

Concluí la visita en el tiempo esperado, y tomé un tour por la ciudad solo para congelarme un poco más en el segundo piso del autobús. Compré la típica pizza de dólar y en la noche vi una película de comedia. Sin embargo, acostado en la habitación de hotel, no pude dejar de pensar en el brazo mecánico; me parecía familiar.

Tan familiar que decidí regresar la tarde siguiente. Al llegar, la sala estaba mucho más llena de gente, y cuando logré abrirme paso, la relativa tranquilidad se había transformado en completo caos. La caja estaba repleta de pintura, y la maquina se movía frenéticamente sin éxito alguno. Supongo que mi cara de asombro fue tal, que una de las personas me dijo: “Genial, ¿no? Te recomiendo que regreses mañana". Y así lo hice. Llegué casi desbordado de ansiedad, solo para notar una caja igual de pintada. Sin embargo, el brazo se movía de manera más lenta. Seguía intentando limpiar, pero ahora, antes de hacerlo, paraba un pequeño instante, como reflexionando si la labor que estaba condenada a hacer tenía algún tipo de sentido.

La obra se titula “Can't Help Myself” (No me puedo controlar) de Sun Yuan y Peng Yu, y la reflexión tan humana que hace resulta en algo por lo menos impactante. ¿Será que vivimos igual? Primero, aceptamos una labor complicada con la promesa de un mundo y una vida mejor, más “limpia". Pero después nos percatamos que nuestros trabajos estresan de más; desafortunadamente, no queda otra opción más que la de continuar luchando por el milagro de la felicidad que nos han programado para alcanzar. Sin embargo, llega el punto donde te cuestionas el sentido de todo, de una vida repetitiva que te atrapa en un intento tal vez inútil de llegar a la plenitud. ¿Se puede escapar?