De apología de la violencia y guerras sucias. La necesidad actual de una justicia transicional

En opinión de Aura Hernández

De apología de la violencia y guerras sucias. La necesidad actual de una justicia transicional

Una mattina mi sono alzato, O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao!

Una mattina mi son svegliato, e ho trovato l'invasor. O partigiano, portami via, o bella ciao! bella, ciao! bella, ciao, ciao, ciao!

 

Canción popular italiana de la resistencia antifascista.

 

En días pasados en redes sociales, causó polémica la publicación de un fragmento de un artículo del historiador Pedro Salmerón Sanginés, en el que hacía referencia a un suceso que de alguna manera simboliza a una etapa del siglo XX mexicano marcada por violencia y la represión. Me refiero al intento de secuestro encabezado por integrantes de la Liga 23 de septiembre y en el que perdió la vida el empresario Eugenio Garza Sada.

La publicación de Salmerón, en ese momento director general del INEHRM, generó un linchamiento irracional en las redes sociales sobre todo entre los adversarios políticos del actual gobierno, particularmente los panistas y grupos empresariales   a los que se sumó de manera destacada la conductora Lily Téllez, ahora  Senadora por Morena.

El historiador en su artículo hizo alusiones a ese 17 de septiembre de 1973, en el que los guerrilleros, fracasaron en su intento por secuestrar al magnate, a quien por cierto se refiere muy respetuosamente y proporciona un contexto histórico muy enriquecedor, y se refiere también de los saldos del enfrentamiento: la muerte del Garza Sada, dos integrantes de su equipo de seguridad y también dos miembros del grupo guerrillero.

El supuesto desliz, ocurrió cuando Salmerón se refirió a los integrantes de la Liga 23 de Septiembre como valientes, pues se trataba de un grupo “fuera de la ley”. Un grupo guerrillero, que tomó su nombre en homenaje a las personas que el 23 de septiembre de 1965, intentaron tomar por asalto el cuartel militar de Ciudad Madera en la sierra de Chihuahua, para iniciar así una confrontación armada contra el Estado mexicano y defender a los mexicanos del saqueo, la injusticia y la represión.

Este hecho paradigmático, se ha convertido en un hito en la historia del siglo XX mexicano, pues representa a la lucha de mujeres y hombres que tomaron las armas como un recurso desesperado contra la represión sistemática que el Estado mexicano  orquestó contra los disidentes políticos y como ejemplo basta mencionar el asesinato de Rubén Jaramillo en 1962, la masacre del 2 de octubre de 1968, el Halconazo del 10 de junio de 1971 y la guerra sucia de los años 70 que siguió a la guerrilla campesina del estado de Guerrero, que dejó como saldo un número indeterminado de luchadores sociales y guerrilleros desaparecidos.

Es innegable que combatir la represión oficial y la violencia institucional con más violencia, no es deseable y mucho menos que haya personas asesinadas o desparecidas en ninguno de los bandos, pero para quienes nos hemos ocupado de la investigación histórica, los archivos nos enseñaron que, en el caso de la guerra sucia en México, la violencia normalmente venía de las agencias del Estado.

Por ello diría, exponiéndome al escarnio, que coincido con Pedro Salmerón,  en que para desafiar a todo el aparato represivo del estado mexicano en la década de los años 70, como lo hicieron estos grupos se necesitaba ser valiente. Muy pocos de quienes participaron viven hoy para contarlo.

 A la resistencia popular de la época siguió una violencia institucional que ha costado mucho desmontar, pero que las disculpas públicas a Martha Camacho Loiza, militante de la Liga 23 de septiembre,  por las atrocidades y torturas que padeció ella y su hijo nacido en reclusión,  a manos de agentes del Estado que la detuvieron en 1977, así como  la entrega del Premio Carlos Montemayor a Florencio Lugo Hernández y a Francisco Ornelas Gómez, sobrevivientes del grupo armado que atacó el cuartel de Ciudad Madera en Chihuahua, constituyen un acto de resarcimiento que mucho tiene de justicia transicional y que desearía que fuera una política de estado.

La Rubén Jaramillo, un botón de muestra.

En 1975 el ejército federal invadió y cerró, al mando de más de 10 mil efectivos la Colonia Rubén Jaramillo en el municipio de Temixco. El proyecto inspirado, de entre otros líderes, en Rubén Jaramillo fue fundada precisamente sobre las cenizas de una ignominiosa corrupción: a principios de los años setenta, se habían plantado ahí los cimientos de una zona residencial de lujo cuyo propietario era el hijo del gobernador morelense Felipe Rivera Crespo (1970-1976).

Campesinos sin tierra, pobladores de las zonas marginadas de Cuernavaca, estudiantes de la ciudad de México, dirigentes obreros, siguieron a Florencio “Güero Medrano” en su sueño de construir un territorio libre y autónomo en el pleno corazón del estado de Morelos.

Esta autonomía con la que llegaron a vivir los casi 10 mil habitantes de la colonia Rubén Jaramillo, preocupó al gobierno federal y en 1975, la pequeña comunidad autónoma fundada en nombre de Rubén Jaramillo, fue prácticamente borrada del mapa, sus líderes encarcelados, el principal El “Güero” Medrano fue desaparecido.