Cuando sea demasiado tarde... - Sobreviviendo la pandemia (3)

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde... - Sobreviviendo la pandemia (3)

Qué difícil es esto de estar encerrado, y miren que a mí me gusta estar encerrado. Esta sensación de vacaciones que no son vacaciones porque tengo que tener videoconferencias con colaboradores que tienen la misma cara de desorientación que su servidor es bastante desconcertante. El trabajo en la Facultad de Psicología ha aumentado un poco y vamos a tratar de ser partícipes en este tema de la contingencia. Creo que en algún momento fue romántica la idea de quedarnos en casa, hasta fue divertido invitar a mi novia y jugar a que nos hacemos de comer, pero tampoco me desagradaría tanto ver a alguien más. Más allá del repartidor del ubereats o del muchacho que se equivocó anoche con la cuenta del súper (me lo cobró dos veces), estoy verdaderamente echando de menos dar clase y apretarle las tuercas a los estudiantes. Creo que cuando vuelva al trabajo (ya voy para 20 días encerrado y completamente libre de síntomas, #enjoy) voy a reinagurar la antigua tradición del examen sorpresa. No me pareció de mucha ayuda, y los estudiantes simplemente no agarraron la onda de tener que estudiar un ratito todos los días, por lo que fue más perjudicial que otra cosa. Sin embargo, como dijo Robert Duval en “Apocalipse Now”, no hay nada como el olor a estudiante reprobado por la mañana.

                Creo que tardamos mucho. Las imágenes de las hordas de ciudadanos mexicanos invadiendo las playas de Acapulco durante la semana pasada le pusieron el punto sobre las íes a quiénes somos como pueblo, como cultura. Siempre he pensado que si quieres que algo se haga, lo que es preciso es prohibirlo, pero no jueguen. Las estadísticas de gobierno no son confiables, y ellos mismos son los primeros en admitirlo. Muchos contagios de covid19 se están escondiendo como neumonías atípicas, y mucha gente que está empezando a manifestar síntomas prefiere quedarse en casa. Empezando por la desconfianza en las autoridades, la calidad de la atención hospitalaria en México, la cultura del supermacho mexicano que se cura comiendo chile y tomando mezcal (#salud), y la inaccesabilidad de los servicios de salud de este país, realmente nunca sabremos el impacto que tuvo en nuestra población. Los muertos oficiales en México están llegando a los 200, pero en el mundo se cuentan por varias decenas de miles, por no decir que ya pasó el centenar de miles.

                Por favor quédense en casa. El aislamiento social es el arma más poderosa que tenemos contra esta pandemia. Tengo la esperanza de que cuando todo esto termine y resurjamos a una nueva realidad, dicha realidad estará mejor preparada en temas de prevención (mira que hacer que la gente se lave las manos varias veces al día ya es un logro, por favor a la siguiente que sea lavarse los dientes), pero también más enfocada al apoyo social, a la necesidad de empujar a los servicios de salud con presupuesto, investigación, desarrollo, y respeto. La educación está haciendo lo que puede por cumplir sus funciones, pero las emergencias viven de aquellos que se vuelcan sobre el servicio a los demás. Recordemos qué es ser mexicano, y espero que en uno o dos meses, redescubramos qué significa ser tal cosa, y la responsabilidad que tal cosa conlleva.

                El coronavirus no ha muerto, y tiene toda la intención de acabar con nosotros.