Cuando sea demasiado tarde… - El timbre de mi vecina.

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde… - El timbre de mi vecina.

Desconozco cómo se llama. Hemos intercambiado 4 o 5 “buenas tardes” en los más de dos años que tengo viviendo aquí. No es nada glamoroso, es un pequeño conjuntito de 3 casas que comparte unos 200 metros cuadrados de jardín. No suelo establecer relaciones muy cercanas con mis vecinos, considero que las vallas altas hacen que la gente se lleve mejor. Es una pesadilla tener una dificultad con un vecino, porque se puede convertir en un sinfín de tomas y dacas que puede tener consecuencias importantes. Hay que ser un vecino responsable: si no quieres tener problemas con tus vecinos, no les ocasiones problemas a tus vecinos. Se sensible con la basura, los horarios, las visitas, la música. El buen vecino empieza por uno mismo.

            Hace algunos meses dejó de funcionar el timbre de una de mis vecinas. Desconozco qué fue, qué pasó, cómo se averió, sólo sé que se estropeó y no fue reparado. Cosa poco consecuente, dirá usted, amable lector. Yo le veo el problema de que el sistema del interfón del conjunto debe de tener por lo menos unos 20 años, si no es que treinta. Digo, en aquel entonces todavía hacían las cosas para que duraran, por eso sigue funcionando. Sin embargo, el problema verdadero aparece cuando no funcionan, ya no hay especialistas que conozcan de la tecnología, mucho menos pensar en las refacciones y modificaciones necesarias. Entre la desidia, la incapacidad, e inclusive la falta de recursos económicos, el timbre no se reparó.

            La vecina es una señora mayor, pero viven con ella dos señoras todavía más mayores. Me gusta pensar que son como una serie muy vieja que solía ver mi mamá cuando yo era niño, se llamaba “Golden Girls”, que trataba de las aventuras que tenían una hija, su madre, y la abuela, al decidir vivir juntas las tres. Hay que tomar en cuenta que a veces viene un hombre, moderadamente de mi edad, que me da la impresión de que es el hijo, que también viene con su hijo. Si mis precisiones son precisas, se pueden llegar a juntar hasta 5 generaciones en una sola comida familiar, cosa poco fácil de conseguir.

            La cosa se puso oscura cuando se estropeó el timbre de la vecina. La manera que ella tuvo de resolverlo fue diciéndole a sus visitas que tocaran fuerte el timbre de la casa de ustedes, para que ella lo pudiera escuchar y salir a abrir. Habrá quien piense que es una solución práctica, pero tendría usted que considerar que yo también ocupo el timbre de la casa de ustedes, lo que resulta en que la mitad de las veces que suena mi timbre, es una visita de mi vecina. Empezó a ser común que llegara gente a la casa de ustedes a solicitar ingresar al conjuntito porque venían a ver “a la abuelita”, “traje la comida de la señora”, “no me abre por favor”, a una serie de personas que no conozco, ¡y que no me vienen a ver a mí! Lo más kafkiano de la situación es que la señora está muy enfadada con su servidor porque su servidor no le quiere hacer un favor ¡que nunca pidió!

            La gota que derramó el vaso fue hace unos días, un hombre tocó a la puerta y me espetó “¿aquí es la casa X?” Entre mi asombro, estupefacción, enfado, ira, incertidumbre y… todo lo que pude contestarle fue que si estaba tocando el timbre de la casa Y, ahí donde dice claramente “casa Y”, ¿por qué esperaría que contestara alguien de la casa X? Insisto en que uno debe de ser moderado. Por lo general, la manera en la que se resuelven las cosas tienen que ver con la manera en la que se resuelven las cosas, pero la cosa ya tocó fondo. Al parecer, el casero tomó cartas en el asunto, pero me queda la sensación de que me van a acabar rayando el coche, o se van a robar el tapete de la entrada de la casa de ustedes que claramente dice “Star Wars”, por lo que fue imposible no adquirirlo.

            El buen vecino empieza por uno mismo. La mejor manera de no tener problemas con los vecinos es no ocasionándole problemas a los vecinos. Es preciso respetar los horarios, la basura, la alberca, el ruido. ¿Qué clase de vecinos quiere tener usted, amable lector? Pues esa es la medida de la clase de vecino que tiene que ser usted. Por mí, por mis vecinos, por toda la comunidad, aprendamos a ser buenos vecinos y ayudarnos en estos tiempos en los que precisamente lo que más necesitamos es estar seguros, cómodos y contentos dentro de nuestras casas.

            La comunidad no ha muerto, y depende de nosotros que no muera.