Cuando sea demasiado tarde… - Con los monumentos, no.

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde… - Con los monumentos, no.

La semana pasada llegó el día. El sexo con mayoría de la población de este país (51.5%) se manifestó porque considera (posición que comparto, pero yo no dije nada) que está siendo víctima por el simple hecho de ser mujer. Encontré harto entretenido que la primera reacción de máxima jenjibilidad por parte de la máxima autoridad fue amurallar su casa para que los edificios no fueran a maltratar a las manifestantes que se adelantaban para el día del evento. Al parecer creo que el día transcurrió sin que los edificios dañaran a las manifestantes, por lo que le damos una palmada en la espalda al pelmazo en turno. ¡Buen trabajo, campeón! Los edificios no dañaron a las chicas, misión cumplida. Además de demostrar una amplísima insensibilidad, creo que el presidente perdió una gran oportunidad de demostrar ser todo lo que lleva toda la vida diciendo que es (como dice mi viejo: “hay quien hace y hay quien dice”). Esta reflexión tiene dos aristas que espero se unan hacia el final, así que comencemos por el principio: los “Monumentos Históricos”.

            Los monumentos históricos son eso, erecciones de piedra (pero si kof kof) hechas por el ser humano durante un periodo en el cual hubo necesidad de, o se contaba con, los recursos para darle hogar a un pensamiento o a una idea. Cuando el movimiento trompista irrumpió en el Capitolio gringo para manifestar su deseo de mantener a Don Trompas en el poder, una de las cosas que hizo fue poner en evidencia lo vulnerable que es la democracia del país del norte, porque ésa es la casa de la democracia y el edificio donde se hace la labor de mantener viva la democracia. Creo que para los gringos fue bueno sentir lo que es un golpe de estado ocasionado por el gobierno gringo para imponer un gobierno que vaya acorde con los principios gringos y garantice un manejo de recursos que principalmente beneficie a los gringos. De cierta manera, les hacía hasta un poco de falta bajarse dos rayitas a sí mismos. Las construcciones históricas representan una parte del espíritu de la población a la que representan.

            A la mitad de esta reflexión, la arista se me bifurcó: iba a decir que estaría padre que se respetaran las edificaciones que representan a nuestras raíces culturales, pero pues nadie se ha metido con las pirámides de Teotihuacán, o la tumba de Pakal en Palenque. A manera de reflexión, la cultura mexicana es fruto de una violación sexual masiva, en la que una cultura vino e hizo de las suyas con la tierra, con los recursos, y con la población que radicaba por estos lares en aquellos entonces. No me había percatado de que de verdad prefiero por mucho que se respeten las zonas arqueológicas por encima de Palacio Nacional. Digo, nunca falta el individuo o individua que hacen expresión de su nivel intelectual y educativo al no restringirse en redecorar el inmobiliario, pero esa es harina de otro costal. Tal vez los monumentos históricos para eso están, para preservar la historia. Ya llevamos tres años (si la memoria y la matemática no me fallan) de manifestaciones multitudinarias, y no me da la impresión de que el año que viene vayamos a vivir algo diferente. La semana pasada escribía algo sobre la totalidad de los actores de la población, y me faltó decir que de entrada hay más mujeres que hombres, que uno de cada dos mexicanos es mujer, y que de todas formas, todos nacemos de mujer. Personalmente considero que por lo menos vale la pena prestar oído, porque tal vez es algo que no hemos hecho los hombres y tal vez por ello se requiere de que se llame la atención de esta manera.

            Por eso digo que si la mitad de la población del país quiere dejar su huella en los edificios históricos para que quede el testimonio de que la mujer se cansó de ser víctima por ser mujer, pues bien por ellas. La violencia en este país no se va a acabar porque las personas que la ejercen no conocen el límite de la violencia, y ya no sienten lo que significa hacerle daño a otro ser vivo, y así es su pasar por la vida. Su mediocridad espiritual es tal que ya no son capaces de sentir el dolor ajeno. Tal vez tener monumentos históricos que rindan testimonio de los eventos que han sacudido a este país (como la ola de feminicidios y violencia de género, y la respuesta de las mujeres radicales ante tal situación) sea lo que necesitamos. Por cierto, si alguien conoce a “La Reinota” (la muchacha que en expresión de máxima gallardía recogió cartuchos de gas lacrimógeno para arrojarlos de vuelta a los granaderos que defendían la casa del preciso, porque de casa del pueblo no tiene nada) díganle que desde aquí le dedicamos un gran aplauso y nos levantamos el sombrero.

            Tal y como dice el Jedi Master Paulo Freire (1968): para liberar al oprimido, vamos a tener que empezar por liberar al opresor, sobre todo cuando no quiere soltar las cadenas que también lo atan a él. El patriarcado hegemónico no ha muerto, y falta un buen trecho para que lo haga.

 

Freire, P. (1968). Pedagogía del Oprimido. Uruguay: Tierra Nueva.