Caricatura Política - La fiesta de la Afirmativa Ficta

En opinión de Sergio Dorado

Caricatura Política - La fiesta de la Afirmativa Ficta

¡Uf, por un pelito pero la libró el Cuau! Al menos, si se va antes de Morelos, no será tan a corto plazo. Y es que la Suprema Corte de Justicia de la Nación dio el visto bueno para que el Congreso local borre la revocación de mandato de la Constitución Política del Estado de Morelos. Lo que en tres tristes palabras significa que el pueblo se queda sin recurso legal para optar, a mitad de sexenio, si Cuauhtémoc se queda a desbaratar más Morelos o ya mejor se dedica de lleno a las “cáscaras” internacionales de veteranos.

            El gobernador, sin embargo, con principio en la Cartilla Moral, no debe echar en saco roto que con lo anterior queda en deuda con los munícipes del Morelos del pasado, porque para que la revocación de mandato hubiera podido prevalecer en nuestra Carta Magna guayabera, se requería el aval de un porcentaje de presidentes municipales, pero once de aquéllos no tenían el gusto de conocer a la Afirmativa Ficta en persona, y sin querer, propiciaron que Cuauhtémoc saliera beneficiado por la Virgen de Guadalupe, que como a Juan Diego, se le retrata en la camiseta cada mañana de camino al Tepeyac.

            Por ello, por la deuda referida, el Cuau organizó una pachanguita a los ex presidentes municipales involucrados cuya ignorancia medieval en lingua franca echó una manota al gober guadalupano, quien, por otra parte, y sometido a consulta ciudadana, seguramente habría de dejar vivir tranquilos a los tlahuicas cuyas bajas contra el crimen y otros menesteres son de medalla de oro.

Pero no una pachanga cualquiera, sino un bailongo tipo primer aniversario del triunfo del presidente Andrés Manuel López Obrador.

            “Tiburón, tiburón, tiburón, tiburón…”, para menear rico el bote con un Mike Laure revivido y una playa de Teques a la vista para disfrutar las memelas caribeñas locales con un trago de guayaba. “Tiburón a la vista, bañista…”

Digo, una tertulia que valió la pena y no cualquier baratija. “Un tiburón quiere comer, carnita buena…” Ahora que, en adelante, para incentivar la futura voluntad política municipal expedita, se recomienda implementar el método de las legislaturas. Si el Cuau pudiera no escatimar el último moche de la historia de México, mucho se lo agradecería el estado de Morelos en una nueva sección promocional del Tierra y Libertad. Porque así y sólo así se garantizaría tener la municipalidad a merced para casos emergentes posteriores.

            Por un imprevisto, sin embargo, debido a una emergencia de Estado, el Cuau se disculpa con la fiesta, anunciando por megáfono que la fiesta es de sus invitados, que no se detenga y que en breve regresa al festejo para amanecer bailando.

Esto porque con pena y todo un correo llegó corriendo hasta el Cuau para interrumpir la vertebración caracolera de una cumbia con el Cuau en pleno vuelo. “Tiburón, tiburón“, sigue Mike Laure con éxito creciente en la pista. “Informarle, Señor -dice el correo con los ojos pelones al oído bailarín del Cuau-, que se ha visto a alguien parecido al chamuco escondido tras una palmera. No están seguros porque porta un antifaz, pero por los cachetes y papada juntos, el cuerpo de investigación judicial puede juraren un 99.99 y 3/4por ciento que se trata de Graco Ramírez”.

            Y claro, en una emergencia así, no hay más que correr a la palapa para afinar la tensión del arco y descolgar, del pico invertido de un quetzal tieso, el carcaj lleno de flechas con punta de obsidiana envenenada. Y delante de él, la Sota de Espadas, con un mosquetón de doble ojo y un telescopio colgados al hombro y abriendo la breña con machete. “Por aquí debe de andar el hijo e… esos cachetes no se ocultan fácilmente” –susurra la Sota. El Cuau quien ya lleva tensa una flecha en el arco, se espanta de pronto.

Cuauhtémoc tira un flechazo inesperado y tira un búho en pleno vuelo. “Daño colateral”, dice el asistente con el mosquetón humante, pues además de la flecha clavada en la panza, la Sota le voló la cabeza ya casi llegando al suelo. El gober endereza del cuello al asistente y hace que la Carta de Espadas jure ante una desteñida estampa de la virgen de Guadalupe que el Cuau siempre guarda en el monedero. “Jura –le grita-, que nunca se lo dirás a los animalistas. “¡Júralo, o te saco del mazo para siempre!

            “Tiburón, tiburón, tiburón, tiburón; tiburón a la vista, bañista; un tiburón quiere comer carnita buena…”, escuchan el Cuau y la Sota al regresar a la fiesta, que aun cuando sigue en auge, los recién venidos, cansados como están, muestran mueca de hastío, además que un tecolote es parte de la cruda moral.

            “¡Señor, Señor, el Graco ya anda bailando en la pista como si nada!”.

            “¡Ya déjalo que baile el hijo de su… madre!”