Caricatura Política - El regreso de los chupacabras

En opinión de Sergio Dorado

Caricatura Política - El regreso de los chupacabras

            La criptología (del griego Kryptos, oculto; y Logos, estudio, aunque a todo mundo le vale un comino la historia de las lenguas antiguas) es una pseudociencia que, por extensión necesaria, estudia animales raros, pero que de alguna manera causan fascinación tanto en la cúpula política de un Estado -por ser en esencia tan excelentes distractores con noticias falsas sensacionales-, como también, por el otro lado, en el pueblo raso de México.

En la categoría de los críptidos -término acuñado por John Wall en 1983-, se agrupan animales extintos, mitológicos o folklóricos, tales como el Monstruo del Lago Ness, Pie Grande o el Chupacabras; todos ellos seres bestiales contra hechos y recolectados dentro de un catálogo de bestias horripilantes con exceso de photoshop, en lo que el vecino Julio es buen experto, por cierto.

Al Chupacabras, que nació en México en los años noventa, me lo imagino con un cuerpo parecido y tan despiadado como la hiena, aunque no exactamente como ella. El Chupacabras puede volar pero no mata por hambre, sino por una especie de maldad y placer característicos de los humanos más despreciables del Estado, pues esta bestia no se come a sus víctimas, sino que solamente les agujera el cuello de una sola dentellada fulminante y deja arañazos decorativos adicionales en las costillas, antes de volar de regreso a su cueva con la sangre chorreante para soñar en color rojo intenso.

Incluso, debido a la evidencia que lega en víctimas abandonadas después de un encuentro desafortunado, hay expertos que aseguran que el Chupacabras se parece más bien a un hematóvoro -si cabe aquí un neologismo neoliberal presidencial-, porque no se alimenta de carne sino de sangre; o sea, algo así como un vampiro pero no un vampiro idéntico, porque éste es bípedo y no cuadrúpedo como aquél; además, éste viste capa fosforescente por la noche y el Chupacabras vuela tan desnudo en la oscuridad como mi perra “Maya”, aunque ella en tierra, con los pelos bien erizados hacia atrás y espantando gatos feos como si de veras, pero sin asesinarlos.

El Chupacabras desapareció casi a la par de la alternancia del dos mil, cuando la Zorra prianista tomó la presidencia de México y chupó el 95% de sangre azteca a la Región más Transparente del Aire y su nacionalentorno, antes de irse con botas sucias de popó a la granja más próspera y gratuita del país, en diciembre del dos mil seis.

Algunos científicos expertos en los críptidos más raros estudiados en la Universidad de la Vida(o sea la UVI) han descubierto con asombro ante el microscopio un cambio en la secuencia nucleótica de estos seres, de donde racionalmente se infiere que el gen chupacabro permaneció incubándose en la Zorra de entonces y hoy ha re-despertado, más vivo por inevitable mutación pragmática, en los diputados de la 54 de Morelos.

Por eso, desde Protección Civil no oficial, sino de auto protección civil muy muy autónoma e interesada en cuellos cercenados y cuerpos chupados hasta el plástico como bolis de vainilla con sorbete ansioso, invita a la población con casa endeble o cuasi endeble; o sea, sin ventanas de hierro o caoba, compren una cuellera de acero inoxidable mientras duermen, pues es más barata que la ventana y se supone que los colmillos del Chupacabras se derriten al morder el acero; y ya sin dientes, se vuelve domesticable y hasta puede vivir en la calle como cualquier ciudadano zapatero, aunque eso sí, dejan mientras tanto los arañazos costillares de regalo gratuito en usted,que por los lados amable y desamable del mismo caso, repercute en la estética ecuatorial de los humanos, es cierto; pero colaboran mucho a la estadística contemporánea.

Ahora que si usted carece de casa, el Coneval lo siente mucho en el alma y lo ubica en otra categoría, una más social, digamos. O sea, como arma contra mordedura chupacabrera para salvar así la vida de la mayoría de la población zapatera del futuro; sólo tiene que pasar usted y hacer cola bajo un guayacán de la Rubén Jaramillo para que lo apunten en el padrón de voluntarios y le estampen el sello gratuito de autenticidad en lo más inflado de la nalga izquierda, además del cebo de atracción y veneno mezclados en inyección letal. (Se asegura que hoy no solamente hay un chupacabras en Morelos, sino muchos, por ejemplo, en la 54 del Congreso, y otros casos). El más ligero chupón en el cuello de las víctimas, con el veneno agazapado en células guerreras, causan, de sopetazo limpio e infalible, la muerte de los chupacabras –aun cuando algunas víctimas –pocas, eh, no se deje ir por fakenews-, y lo siente mucho el Coneval, desde luego, mueren por complicaciones infecciosas.

Por favor, siga usted las instrucciones de la Secretaría de Salud al dedillo, pues se teme que los chupacabras ya intuyen que los cuellos de acero brillante e inoxidable son ahora inmordibles; a lo mejor pronto prefieran chuparle a usted otra cosa; por favor, insisto, que no lo vaya a sorprender y a emocionar de más la concupiscencia y se trepe en usted tanta glucosa que altere mucho el ritmo cardiaco mesurado portan sobre humano esfuerzo, y adiós, eh, por prescripción médica.