¡Cállate los ojos! - Cuando la muerte se presenta de manera dulce VI Del Cuento “Atorado en el Sueño de los Justos”

Lina Ma. Pastrana en Cultura

¡Cállate los ojos! - Cuando la muerte se presenta de manera dulce VI Del Cuento “Atorado en el Sueño de los Justos”

Su esposa continuaba ignorándolo y solo habló cuando su hermana entroó también a la cocina y la abrazó.

— ¿Lo escuchaste? Leonardo está hablando con la pared y dice que ahí está su papá. Además tomó la llave de la puerta que tenías escondida

 Rosario la llevó al comedor mientras le decía: — Es obvio que me vio en alguna ocasión guardarla. ¡Siéntate! Te voy a preparar un té y te lo traigo.

Fabián se dejó caer en la silla que estaba recargada en la pared, Mercedes se veía agitada como si le faltara el aire. Entendió que realmente su esposa no lo veía, no lo escuchaba, no se trataba de que ella estuviera ofendida y desesperado gritó: ¿Qué es lo que está pasando? ¡No entiendo nada!

Rosario apareció entonces con dos tazas de té y Fabián escuchó con terror aquella  conversación:

— Ya te había dicho que era necesario que le contaras a Leo la verdad. Yo nunca estuve de acuerdo con esa mentira de qué su papá estaba de viaje.

— ¡Ah sí! Y dime entonces ¿Cómo se le explica a un niño de siete años que su padre murió de un infarto al miocardio? Ni siquiera nosotros como adultos estábamos preparados para escuchar lo que dijo el médico “Fue una muerte fulminante”. Cuando nunca supimos ni sospechábamos que él estaba enfermo del corazón.

En esos momentos Fabián dirigió la vista nuevamente hacia sus limpios pies y después trató de recordar si en esos últimos días había comido algo, estaba seguro que ni siquiera había bebido un vaso con agua, nadie se lo ofreció y lo más extraño es que él nunca sintió la necesidad de pedirlo.

Fue entonces cuando Leonardo salió de la recamara y se dirigió a donde estaba Fabián para decirle:

— ¡Papá! Te estoy esperando, vamos a mi cuarto para seguir jugando.

Nuevamente las lágrimas aparecieron en los ojos de Mercedes quien con voz apagada le dijo a su hermana:

— ¡Cómo ves! Ahora le está hablando a la silla.

Fabián se apresuró a levantarse y tomando al pequeño por los hombros lo dirigió hacia su recámara y ya dentro le dijo:

— ¡Leo! Necesito que te quedes en tu habitación mientras yo habló un poco con mamá. ¿Me puedes ayudar con eso? El niño aceptó malhumorado y Fabián pudo regresar al Comedor.

Alcanzó a escuchar a su esposa decir

— Mañana sería el cumpleaños de Fabián, a casi tres meses de su fallecimiento. La capilla ya está reservada para su misa. ¿Si les avisaste a todos?

— ¡Claro que sí Meche! Tú has visto que flores, no han faltado en su tumba. En verdad Fabián se ganó el cariño de tanta gente.

Mercedes sonriendo comentó entonces: — Así es. Fabián fue siempre un buen amigo, un buen esposo y un buen padre. ¿Por qué le tiene que pasar esto a la gente buena? ¿Por qué son ellos los  primeros que se van?

¡Sabes Charo! lo único que me consuela, es saber que él no sufrió. Se fue a recostar  y ¡simplemente! Se quedó dormido para siempre.

Rosario recordó entonces la frase que describía lo sucedido y pronunció: -“El Sueño de los Justos”

Mercedes  sorprendida por el término le preguntó: — ¿El sueño de que…?

Inmediatamente su hermana comenzó a explicarle  — Así definen algunas personas el tipo de muerte que tuvo Fabián. ¡Tú sabes!  Rápida, sin agonía, es algo como un premio que Dios les otorga a aquellos seres generosos que llevaron una vida ordenada.  

La sonrisa volvió a aparecer en el rostro de Mercedes quien le contestó.

— ¡Sí efectivamente! Si alguien merecía una muerte bondadosa y dulce, ese era Fabián.

Rosario levantó la ceja en señal de duda mientras le daba un sorbo a su té, por lo que molesta Mercedes le preguntó:

— ¡Ah! ¿No consideras justo que él fuera premiado con una muerte sin dolor?

— ¡No, no es eso Meche! En verdad no sé hasta qué punto resulte un premio una muerte tan sorpresiva. Yo sé que a nadie le gustaría pasar por una enfermedad larga y penosa, pero “morir durmiendo”. Para mi es irse al otro extremo. Si yo pudiera escoger.  ¡Sí!

Efectivamente me gustaría morir de un infarto, pero durante el día, realizando mis actividades cotidianas, y que anteriormente un médico me advirtiera que “eso”  podría llegarme a pasar en cualquier momento. Creo que no sería agradable irme sin tener tiempo para despedirme de mis seres queridos, o de dejar sin arreglar mis asuntos.

Cuando de alguna forma sabes que vas a morir, te preparas hasta mentalmente para el evento. Por ejemplo si te dicen que en un par de semanas te van a intervenir quirúrgicamente y que será  una operación muy peligrosa, pues ¡lo vas aceptando! Y hasta en caso de un accidente tienes por lo menos unos segundos  para ver que ese camión que se te viene encima te va a matar. Pero ¡imagínate! Lo que debe significar morir sin ninguna referencia, especialmente si tu mente  está metida en un sueño.

 

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