Árbol inmóvil - Viraje y atadura

En opinión de Juan Lagunas

Árbol inmóvil - Viraje y atadura

Viraje: cambio de tópico. En tiempos de covid, la crítica hacia un mecenas (en el ámbito mediático) pone en vilo la nula estabilidad laboral. La muerte podría agudizarse. La emancipación ideológica es un desvarío. Nadie es necesario (durante y después de la pandemia).

            Dice el bardo indio Rabindranath Tagore: “Y al partir serán estas mis últimas palabras: Me voy, dejo mi amor detrás”. El periodismo es un ejercicio aprisionado; empero, la narrativa prístina suministra un subterfugio, cuando se observa (a lontananza) la palabra alegórica (que casi nadie decodifica). Hagamos uso de ella:

            Adynaton: ágrafo que erige un anástrofe; asclepiadeo (sin espondeos ni coriambos) en un libro cerrado; baquio dentro del discernimiento de los 20 congresistas; datismo en el demiurgo aciago del presidente de la Mesa Directiva del Congreso, Alfonso Sotelo.

            En medio de la desolación, el epodo como epígrafe en el frontispicio del inmueble del Congreso local. ¿Ejemplo? No vale la pena escribirlo, para evitar la censura. A propósito, viene a colación Arturo Jauretche (escritor argentino): “Mientras los totalitarios reprimen toda información y toda manifestación de la conciencia popular, los cabecillas de la plutocracia impiden, por el manejo organizado de los medios de formación de las ideas, que los pueblos tengan conciencia de sus propios problemas y los resuelvan en función de sus verdaderos intereses”.

            Nadie puede detener el vocablo. Éste fluye, como el agua, en ríos de aire y de elucidaciones.

            Así, las etopeyas de los inquilinos del Legislativo se resumen en cuatro fonemas (en mayúsculas): N, A, D, A.

            De ahí la necesidad de recurrir a la eutrapelia (dentro del aposento de la miasma). No obstante, algunos, incluso así, siguen reproduciendo a Lord Acton… (Se omiten paradigmas… No vaya a ser que este amanuense sufra un atentado).

 

FÁBULA

            El borrico longevo está en confinamiento; ha perdido vigor… No tiene alimento y, lo peor: está contagiado con un virus letal. Nadie va a su encuentro. No recibe palabras de apoyo. El cacique (quien impone su ley, disfrazándola de democracia participativa) no lo ayuda; al contrario, lo margina.

            Los días pasan… el jumento aún respira… De súbito… (Fin).

 

HÉGIRA Y LATMOS

La presbicia era un sol oscuro. El vértice, feérico (un instante semifijo). Fábulas funestas del desdén de la nada, donde se sitúa el maremágnum de la blasfemia. Vocablos que se aúnan a la confusión del ostracismo.

            Piedra detenida. Noche de hastío (en la luz ataviada de penumbra). Modulación muerta, en suma.

ZALEMAS

            El alba anuncia la ilusión. Atrás de la raya del desvelo se sitúa el menosprecio. Rabindranath Tagore auguró: “La oscuridad de la noche es un saco que rebosa el oro del amanecer”.

            El bardo se anticipa a la catástrofe. En “Me dijo un alba de la primavera”, Antonio Machado despliega su palabra:

 

Me dijo un alba de la primavera:

Yo florecí en tu corazón sombrío

ha muchos años, caminante viejo

que no cortas las flores del camino.

Tu corazón de sombra, ¿acaso guarda

el viejo aroma de mis viejos lirios?

¿Perfuman aun mis rosas la alba frente

del hada de tu sueño adamantino?

 

El bálsamo de la alborada es intransmisible. La muerte llega -casi siempre- en esas primeras horas. El duelo es cieno, por ende.


Respondí a la mañana:

Sólo tienen cristal los sueños míos.

Yo no conozco el hada de mis sueños,

ni sé si está mi corazón florido.

Pero si aguardas la mañana pura

que ha de romper el vaso cristalino,

quizás el hada te dará tus rosas;

mi corazón, tus lirios.

 

            El derretimiento no es tiempo. Las nubes son un pasaje de abatimiento, que se vuelve un cúmulo de lamentos y caída. Somos lágrimas, al fin. El ser es peor que inmundicia. Vaga en el vestigio de la sandez.

(Hasta el ¿siguiente jueves? ¿Y la ansiedad de la huida?). El Rapto es una realidad de misericordia.