Árbol inmóvil - Semana Santa: covid y expiración

En opinión de Juan Lagunas

Árbol inmóvil - Semana Santa: covid y expiración

En uno de sus múltiples aforismos, Ernesto Sábato expresa: “Lástima que cuando uno empieza a aprender el oficio de vivir ya hay que morir”. La extinción es inminente. Empero, en este intervalo, a causa de la pandemia, la incertidumbre merodea la continuidad (o la fijeza, que pasó de ser “no instantánea” a “fugaz”).  

            Ante eso, los expertos advierten (como Cortés Alcalá, director general de Promoción de la Salud a nivel nacional) que durante la movilidad social que traiga consigo la Semana Santa (finales de marzo-principios de abril) se podría suscitar un incremento en la curva de contagios.  

            Morelos es un receptáculo de ese peligro. El aforo -de oriundos de la capital del país y otros- hacia sus casas de fin de semana es incesante. Desde las fiestas de fin de año 2020, se volvió común observar flujos densos de automóviles alrededor de Cuernavaca.  

En el periodo de asueto venidero –seguramente- este fenómeno se acentuará. Sin ser arúspices, podemos determinar que se avecinan tres sucesos, ante la perentoria diáspora: incremento de inoculación, expiraciones, desconcierto…  

            Así, los juicios lacónicos de: “la gente no respeta”; “los jóvenes siguen en los antros” y demás, continuarán. Nada justifica la dispersión; empero, gran parte de ésta se sigue dando en torno a la búsqueda de la satisfacción de los imperativos sociales. Una lasca de muertes (por covid), en suma, ha sido a consecuencia de la necesidad. Un vate ingrávido diría: “La muerte nimia y silente”.  

            Este jueves (con el semáforo epidemiológico en pigmento naranja) los números fueron glaciales:  

 

  • 27 mil 203 casos acumulados de covid-19. 

 

  • Mil 196, activos. 

 

  • Dos mil 480 fenecimientos. 

 

Las reacciones que se traducen en “aligerar” la salvaguarda no pueden ser actos “naturales”. No obstante, se dan cuando la percepción indica un riesgo menor; entonces, se desencadena la “confianza” y, con ello, la contaminación. En contraste, el ritmo de la aplicación de la vacuna no es inversamente proporcional.  

Las vacaciones que se avecinan causarán, por ende: ansiedad, liberación, agitación, desasosiego, inestabilidad, apertura de actividades socioeconómicas, violaciones a la ley, alza de precios, servicios clandestinos… ¡Esparcimiento incontrolable!  

En la capital del estado, cosmopolita per se, el virus no va a ceder. No, mientras las acciones antes descritas sigan ocurriendo. Cuernavaca, Jiutepec y otras zonas del centro de la entidad son las de mayor incidencia. Se suman: Jantetelco, Axochiapan, Jojutla, Cuautla… El ascenso de la enfermedad podría llegar a un millón de casos, según el Instituto Nacional de Salud Pública (¿casi el 80 por ciento de la población? Increíble).  

            Cierro con un aforismo del rapsoda O. Paz: “La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida”. Un problema que no emerge (del todo) de la resistencia, sino de la escasez de convicciones espirituales verdaderas. Del dogma no vale la pena disertar. (El Rapto se acerca…).