Árbol inmóvil - Precampañas, fingimiento y trampa

En opinión de Juan Lagunas

Árbol inmóvil - Precampañas, fingimiento y trampa

Los partidos políticos actúan mediante intereses visibles y subrepticios. Son incesantes… Sus trapacerías no tienen parangón: camuflan discursos, obnubilan las necesidades sociales y, sobremanera, elevan perspectivas al nivel fáctico.  

            Desde antes de las precampañas, el visaje sombrío los guarece. Este periodo, que dio inicio el dos de enero, es inútil. Un escenario de simulación. Verbigracia, a consecuencia de una jurisprudencia de 2016, un solo personaje puede contender en el ámbito interno (es decir, sin otredad). ¿Recuerda, amable lector, que los comicios de 1976 y 1988 trajeron consigo un punto de inflexión para el presidencialismo mexicano, ataviado de sucesiones pactadas y fraudes? Entonces, dentro de la primera, José López Portillo fue candidato único… ¡E hizo proselitismo! No había legitimización del poder.  

            Las “pre” se prestan, además, para la pantomima: el vil acto circense, donde compiten dos, sabiendo, de antemano, el resultado. Se trata de decisiones pactadas, pletóricas de sinrazón y precariedad; van contra la naturaleza de la ética.  

Con esto, nos damos cuenta que no sólo los medios informativos carecen de códigos “Omertá” (por escribirlo así). Charles de Gaulle lo vislumbra: “He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”. Entendemos, por tanto, que hay finísimas contrariedades, las cuales se aprovechan del entorno. El objetivo de este sector sigue en la fijeza del mediodía: “sacar ventaja” a como dé lugar. Esto va más allá de lo aciago, como la “spotización”. 

            Las semejanzas con las sucesiones del autoritarismo son recurrentes ahora. La hegemonía (o dedo admonitorio) se volvió fingimiento y olvido; desesperanza y terraplén.  

            La imposición verbal regresa… Convertida en soflama inverosímil (o gabela): los 23 “institutos” (dentro de la atmósfera local), casi al unísono, se pronuncian en torno a la pandemia, utilizando, entre otras, la siguiente frase: “estamos en un proceso (electoral) atípico”. El árbitro nacional no se queda atrás: “son las elecciones más importantes de la historia de México”. ¡La monotonía inacabable! 

            Ergo, en febrero, tendrá verificativo la intercampaña. Y, desde abril y hasta la veda, la campaña. El belicismo se va a multiplicar, conforme las lubricidades y el hedonismo (a la décima potencia). La emergencia sanitaria, un desdén; un instrumento de engaño.  

            Empero, la batalla se acentuará alrededor de la manipulación del sufragio. He ahí la calamidad más afanosa. Al final, ningún ente de ese calibre se preocupa de los habitantes; éstos, para aquéllos, son utensilios; una especie de “cosificación ciudadana”.  

            Corolario: al fin del camino del oprobio, es el eje de la soberanía nacional quien soporta este halo de la desolación. ¿Existe salvedad? Sí: la información. O “execrar”, como dice Ciorán: pugnar por la intolerancia ante las precampañas sin sabiduría. Improductivas…