Árbol inmóvil - La «perredización» de Morena

En opinión de Juan Lagunas

Árbol inmóvil - La «perredización» de Morena

El legislador del Partido Movimiento de Regeneración Nacional, Marcos Zapotitla Becerro parece, al seno de su bancada, una ilusión óptica (entendiéndose por ésta como una percepción visual errónea de la forma, de las dimensiones o del color de un objeto). Es decir, está ahí, pero nadie le hace caso o lo toma en cuenta -en las decisiones o en los intereses subyacentes en la concupiscencia legislativa-.

            Sus homólogos son insaciables; irasciblemente sediciosos (como él). En el proceso de la sucesión de la Presidencia de la Mesa Directiva, tanto Ariadna Barrera Vázquez como Héctor Javier García Chávez lo han marginado. Ahí están las declaraciones. Desde un inicio fue así. En consecuencia, esto trajo consigo diversas vicisitudes (que aminaron las tendencias axiomáticas de esa fuerza política, que lleva el rumbo de la “perredización”, según Paco Ignacio Taibo II).

            ¿Qué pensaban? ¿Le apostaron a la pureza de un “nuevo” esquema ideológico? Claro que no. La clase política en Morelos (como en el resto del país) prorrumpió de la matriz del PRI. No hay, por ende, nadie prístino. López Obrador es un síntoma de ese desperdicio ideológico. Cuauhtémoc Blanco, de un hastío. Así, hay dos fuentes: el PRI y el hartazgo que éste produjo. ¿Qué dice Cioran ante eso?: “Para no sucumbir ante los embates de la tristeza, execro los efectos que ésta produce”. Ni más. Sólo queda reproducir el anatema verbal… Y guarecerse.

            De esta forma, Zapotitla continúa en el ostracismo de la mente de sus homólogos (entre ellos se llaman “compañeros”. De risa). Se lanzan zalemas, lisonjas, mas, cuando dan la espalda, inician el lanzamiento de misiles de inmundicia, como un signo decisivo del ejercicio público. Bajo esas condiciones innegables, los supuestos acuerdos (o las tareas colegiadas) simbolizan la destrucción del vínculo con el electorado (con el que jamás estuvieron).

Qué ironía: los votos de la ciudadanía los encumbraron hacia esas curules; los legisladores, malagradecidos, se olvidan. No se preocupen (o háganlo, a mí qué): ya viene la venganza: en los comicios intermedios. Entonces, querrán asumir una conducta de humildad (algo que no conocen).

Presumen de la presencia de ambientes de retroalimentación. Falsedad rotunda. Son un receptáculo donde se moldea la imposición. Ergo, su identidad es la de una aquiescencia: asumen la instrucción superior; en este caso, la del emperador, a través de sus procónsules: de Hugo Éric Flores (otro instrumento del servilismo del PRD).

En los argumentos de defensa que esgrime, el congresista dice que él es quien se aleja de las “malas” decisiones de sus pares. ¡Por favor! No podemos creerle a quien llevar el estigma de la corrosión, como casi toda la militancia (no sólo de ese partido, sino de todos).

¿Águila o sol? Echen la moneda al aire; dejen que se detenga en el piso, y verán la misma opción: Morena y PRD, hermanados por la ambición del poder. Dice el cardenal Richelieu: “La traición es cuestión de tiempo”. En ese camino van los “morenistas” de acá y acullá. Al tiempo… Y sus inefables erosiones.    

 

ZALEMAS

            El amor es, incluso en la oscuridad, numérico y mezquino. Atroz e innecesario. La promiscuidad y su yerro: el ensimismamiento a la otredad, atrae a varias personas. La sordidez, convertida en vileza, genera costumbre (con sus bemoles de ansiedad y angustia; patología y muerte). En ninguna esfera es tal. El efecto se hace una mácula de cardenillo en el aire. Sor Juana Inés de la Cruz lo describe así:

Este que ves engaño colorido,            

que del arte ostentando los primores,                      

con falsos silogismos de colores,                  

es cauteloso engaño del sentido;                  

este, en quien la lisonja ha pretendido                     

excusar de los años los horrores,                  

y venciendo del tiempo los rigores                

triunfar de la vejez y del olvido,

                       

            La apología del cariño es innecesaria; sobremanera, cuando el desprecio ha hecho su aparición inexorable. Así vivimos: en la desesperanza del bienquisto; en la tendencia de la muerte. En el atrio de la palabra decaída.

 es un vano artificio del cuidado,                    

es una flor al viento delicada,              

es un resguardo inútil para el hado,              

 es una necia diligencia errada,                       

es un afán caduco y, bien mirado,                  

es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

 

            No queda más que resistir. La tolerancia a la ambigüedad forma sensaciones de vacío y, a la vez, de cierta tranquilidad. Por eso, el anhelo se marchita, como una nube… Y sobreviene la necesidad de TI. Del Ungido… (Hasta el siguiente jueves… Si el Rapto ni viene antes. Ojalá).