Árbol inmóvil - Congreso inútil

En opinión de Juan Lagunas

Árbol inmóvil - Congreso inútil

La interlocución del Congreso, ante el conflicto entre Hueyapan y Tetela del volcán, fue un remedo… Inútil. Al igual que a los alumnos de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, los comuneros fueron usados, para acentuar las discrepancias parlamentarias: siete contra 13.

            Tania Valentina los arengó, en la asamblea del miércoles de la semana anterior. La ambición de esta diputada no tiene correspondencia: aprovecha la candidez de algunos sectores sociales, para proyectar su animadversión. Hay quienes dicen que es “astuta”. Si la evaluamos a partir de un aforismo de Friedrich Wilhelm Nietzsche, concluimos:

 

“También suelen hacerse los amables contigo. Pero ésa fue siempre la astucia de los cobardes. ¡Sí, los cobardes son astutos!”

 

            La cobardía y, sobremanera, la traición que profesa, la elevan a un nivel de perfidia desmedida… Y pútrida, a consecuencia de la agitación por conservar el poder. Se dice que aún mantiene la titularidad de la Junta Política y de Gobierno. Desde esa óptica, subyace un conflicto de intereses dentro del Congreso. Alejandra Flores Espinoza, su par, presume un cargo que no se encuentra en la ley: “coordinadora en funciones de presidente” (según algunos jurisconsultos).

            Desde esos vacíos legales, Rodríguez Ruiz se abalanza, a efecto de expandir su figura cuasi innecesaria. Es ladina, porque porta la sumisión simulada. “Juega” con los grupos endebles, a quienes les promete soluciones populistas (instantáneas). Ella es aún más enclenque; y no se da cuenta. Cuando la consecuencia de sus actos se agote, entonces, la recompensa se instaurará en sus aspiraciones políticas: cero. A menos que saque un as de su manga. Es probable. Esperemos… Por el momento, está acorralada.

            Y, con base en eso, permítanme parafrasear al escritor Mika Waltari: en todos los cónclaves, donde la negociación está de por medio, suele perder el más débil. Tania intuye esto; no lo sabe a ciencia cierta, pero lo irradia, a raíz de su experiencia nociva en latitudes donde la ambición está en juego. Ella es producto de la habilidad criminal, que busca -a ultranza- adherirse al mando y sus erosiones corruptas, que desembocan en dinero ilícito y, en gran medida, en la fabricación de puentes de camaradería y favores políticos.

            Por ende, no hay debate en el Congreso. No tiene la altura suficiente para retroalimentar siquiera los tópicos más baladíes.

            ¿Qué ha pasado con la fundación fantasma de Tania? Nadie le dice nada. Los demás integrantes de esta Legislatura guardan un silencio inerte, como sus personalidades. El derredor se ha vuelto vileza y mezquindad: un cúmulo de órdenes solariegas, que proceden desde otros ámbitos: José Manuel Sanz y Ulises Bravo. ¡Ah, cómo le rinden pleitesía a estos agentes del desdén!

            El parlamento es un símbolo de humillación. El presidente de la Mesa, Alfonso Sotelo, no tiene empacho en hincarse frente al gobernador, con tal de obtener sus prebendas, que se resumen en nimiedades de hipocresía. Su falta de liderazgo se va a reflejar, de modo negativo, en los comicios venideros. No hay que desesperarnos. Éste está muerto, políticamente hablando.

 

LA MUERTE A LONTANANZA

La inexistencia es, en el esquema de la bagatela, un intervalo. Apólogos sibilinos se han suscitado al respecto. Cuando alguien fenece, algo se “desprende”. “Sí y no” (dijera un indeciso).

            Ella feneció en abril de hace más de 30 años. Dos días antes divisé su rostro en agonía, en aquella azotea, donde la soledad siempre se impuso, pese a la gente inoportuna. Sus ojos no podrían evadir las lágrimas… ni las mías. No la abracé… Al contrario, evité el acercamiento. Huí de la escena. Soy errante en una tierra desigual e inicua. Me acerco a la muerte y, a la vez, sucumbo sin palabras. Ando cabizbajo en la senda de la necedad. Para nadie soy indispensable.  

 

ZALEMAS

            La desesperación conduce a la angustia sempiterna. Las manos no pueden asir ningún objeto… Ni redactar. La sombra mortífera de la tristeza se triplica en el alma. No debe ser, pero ahí se ensimisma. Acelerar el paso de la muerte no es un viso de solución.

Enciendo la poesía, ahora:

 

Silencio. La muerte avanza…

Se va…

Retorna en la oscuridad…

Sus manos son grises, como el cielo de lluvia.

 

            Sólo el Enviado salva. Él aparta del dolor, que parece acrecentarse en la ira de la noche antigregaria.

            (Hasta el próximo jueves…).