A Nivel Banqueta - Una ciudad en la que podamos caminar

En opinión de Francisco Valverde Prado

A Nivel Banqueta - Una ciudad en la que podamos caminar

Poco pensamos acerca de la importancia del caminar en nuestras calles y sus posibles consecuencias. La estrecha relación que el verbo caminar tiene con la seguridad pública, economía, cultura, salud, educación y calidad de vida que los habitantes de una urbe pueden experimentar.

 

Para David Le Breton: caminar es una apertura al mundo. Restituye en el hombre el feliz sentimiento de su existencia. Lo sumerge en una forma activa de meditación que requiere una sensorialidad plena. Un concepto tan sencillo de comprender, es una acción de desplazamiento, de forma de viajar, la evolución de la bipedestación humana (dos pies para caminar y no cuatro).

 

Caminar, es un derecho indispensable para el desarrollo pleno del ser humano. Al caminar, construimos nuestra relación con el espacio y lo que en él habitá. Cuando pensamos en una ciudad segura, con un alto nivel de calidad de vida, ¿pensamos en un conjunto de calles desérticas, vacías, sin existencia alguna? ¿O pensamos en un conjunto de arterias vibrantes, latentes, donde los peatones y transeúntes sean los  actores principales de la vida pública?

 

Hablar del espacio público y de sus cualidades, es hablar del derecho a la ciudad y calidad de vida, la forma más certera de medir el éxito y fracaso de cualquiera de nuestros municipios.

 

Hablar del caminar es también hablar de democracia, del derecho a participar, del derecho humano de habitar y coexistir. 

 

Cuernavaca es una ciudad a la que le urge ser y estar. No sólo ser una cuidad de paso, por la que transitan miles de rutas, autos  y distintas mercancías. Pero también una ciudad en la que se pueda estar en la banqueta, cruzar una calle o sentarse en la acera para conversar con el vecino. Un sistema circulatorio por el que nuestro cuerpo pueda viajar y desarrollarse en absoluta libertad.

 

¿Pero cómo caminar en donde no existen banquetas? Y donde las hay, no falta el tubo, poste o puesto de tacos que no permita el libre tránsito.

 

¿Cuándo fue la última vez que escuchamos a un presidente municipal o candidato hablar acerca del peatón, infraestructura para caminar o la puesta en marcha de un proyecto de construcción de banquetas? Algo tan básico y elemental no es parte del vocabulario de nuestros políticos ni tampoco de ningún ayuntamiento del estado de Morelos.

 

El primer requisito para tener una calle segura es el poder caminar en ella.

 

¿Cómo luce una calle segura a diferencia de una que no lo es? ¿Se construyen los mismos lazos de confianza entre los vecinos que viven en una calle iluminada, limpia, arbolada y con espacios para caminar, que en una oscura, sucia y abandonada?

 

Si toda acción comunica, existe una estrecha relación entre la estética de nuestra ciudad y lo que en ella sucede. Habitualmente hablamos de la Cuernavaca que añoramos y no sólo obedece a un ejercicio aislado de vejez, también a una primavera que era distinta en su estructura, comenzando por su  apariencia y lectura visual.

 

Nuestra ciudad era como muchos de nosotros la recordamos, bonita, señorial y hasta coqueta. El crecimiento de la mancha urbana, fin de la vida rural (en buena medida), la falta de planeación y un proyecto de ciudad, terminaron por sumergirnos en caos y desorden. El que escribe no imagina un cuento de hadas, lleno de unicornios y hechiceros, pero tampoco una ciudad en la que el único género posible, sea el del horror. Soñar con una Cuernavaca diferente siempre será una posibilidad.

 

Tras meses de confinamiento por un virus que nos tomó por sorpresa, el espacio público es ahora fundamental si deseamos relacionarnos de forma segura y libre de contagio. El valor que le hemos dado a nuestros parques y jardines, tendrá que ser repensado para estar a la altura de los retos que la pandemia nos ha traído.

 

Visualicemos una calle, la que más cerca tengamos de nuestra casa, hogar o trabajo. Su tuviéramos que describirla, qué diríamos…. ¿Cómo huele, suena, luce? Si la gran mayoría de nuestras calles están secuestradas por la ilegalidad, el desorden y abandono, ¿no resulta impensable imaginar que en esas mismas calles o avenidas, podamos caminar con total seguridad?

 

La transformación de la que tanto hablamos, sólo será posible si construimos una nueva realidad. Comenzando por lo simple para después resolver lo complejo. ¿Alguna vez jugaron a la ciudad? Solía ser una caja con un conjunto de piezas que imitaban o copiaban a distintas escalas, los elementos básicos e indistinguibles propios de cualquier ciudad.  Semáforos, conos, señalización, policías, bomberos, etc.

 

Los elementos que forman parte de una ciudad, comunican y también educan. La ciudad es un sistema educativo de señales, códigos y normas, en el que aprendemos cotidianamente  a respetar, violar o ejercer. La ciudad es ese gran cuerpo, donde depositamos nuestros sueños y más profundos anhelos, a nuestros seres queridos e incluso, a los que hemos perdido, es nuestra historia, destino, pasado y futuro. Es en esencia, donde lo que conocemos como existencia, sucede.

 

Hagamos ciudad, caminemos…

 

 

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